UNA RED CON RAMIFICACIONES INTERNACIONALES
Argentina importa prostitutas de CentroaméricaPor Sergio Sorin
BUENOS AIRES, 14 de ene. 1999
(artículo publicado en El Sitio Argentina)
Hola mi amor, ¿salimos?", pregunta una morena de acento centroamericano al pie de un local comercial en una calle arbolada y oscura en la "zona roja" de Constitución, en Buenos Aires: uno de los pocos lugares donde se permite el ejercicio libre de la prostitución en Argentina, e incluso en América Latina. Este oficio, denominado previsiblemente como el más viejo del mundo, es hoy un negocio rentable para cualquiera, menos para las prostitutas.
Varios escándalos han salido a relucir en los últimos meses. Tras un manto de clandestinidad y operaciones ilegales, la detención del juez federal Norberto Oyarbide puso sobre el tapete los vínculos entre sectores del Estado, la Justicia, la Policía y los circuitos callejeros y cerrados de la prostitución.
Hasta ahora, la investigación de algunos magistrados han puesto en disponibilidad a un comisario -Roberto Rosa, jefe de moralidad de la Policía Federal-; dos inspectores municipales de la ciudad; una abogada, un ex agente de inteligencia del Estado y en aprietos al juez federal mencionado.
Incluso el actual jefe de la Policía Federal llegó a pedir en mayo de 1998 una profunda investigación interna. Recientemente, la plana mayor de la Policía Federal negó que la fuerza esté vinculada en forma alguna con el negocio de la prostitución en la ciudad de Buenos Aires.
Pero tal vez la nota más curiosa esté dada a mediados de enero con el descubrimiento de una red que coordinaba la entrada y salida de chicas de la República Dominicana a la Argentina. Mientras las investigaciones siguen su curso, las dudas sobre una participación encubierta del poder aumentan.
Si escupes para arriba...
"Para mi el primer fiolo es el Estado", afirma Loana Verkins, un travesti que ha ganado notoriedad por defender públicamente sus derechos sociales. Ella, al igual que varias organizaciones no gubernamentales están convencidas en que el Estado no desconoce la existencia de unas dos mil prostitutas centroamericanas en la Argentina. Como tampoco desconoce cómo funciona este circuito, más bien lo administra en forma indirecta.
"¿Como es posible que el comisario Montoriano -ex jefe de Operaciones de la Policía Federal- haya anunciado el año pasado en una conferencia de prensa, sin mayores explicaciones, que iban a ingresar varios miles de prostitutas dominicanas a la Argentina?" pregunta con estupor Amalia, una vecina del barrio de Palermo. Este lugar cobró notoriedad, en plena discusión del Código de Convivencia, cuando decenas de vecinos realizaron varias protestas públicas por la presencia de prostitutas y travestis en sus veredas.
A mediados de julio del año pasado, cuando la discusión sobre el nuevo código de convivencia urbana -que erradicó los edictos policiales e incluyó una cláusula para habilitar el ejercicio de la prostitución en cinco zonas porteñas- llegó a su punto más álgido, dos altos funcionarios como el jefe de la Policía Federal Baltazar García y el Secretario de Seguridad Interior de la Nación Miguel Angel Toma reconocieron públicamente estar enterados del ingreso de cientos de mujeres dominicanas para ejercer la prostitución. Sin embargo, poco no se conoce ninguna explicación ni información sobre cómo se llegó a este dato. Tampoco se conocen prevenciones o condiciones por parte del Estado. Más bien pareció hacer la vista gorda.
Con el nuevo Código de Convivencia, muchos supieron que cierta tolerancia punitiva iba a tener un fuerte impacto en los circuitos callejeros. En la opinión pública la discusión adoptó una posición hipócrita: "la prostitución molesta, siempre que se vea".
Mientras el Estado suponía que el mensaje era claro y que se debía sacar a las chicas de las calles, los saunas y casas de masajes -regenteados por funcionarios estatales- sirven en la actualidad para descomprimir la tensión de protesta de los vecinos y disminuir el precio de un "servicio".
Pero el problema tiene aún más características distintivas. Una prostituta argentina -más reacia a ser "administrada"- llega a cobrar en la calle un promedio de 50 dólares por cliente. Tras la incursión de las centroamericanas, que cobran un 50 % menos, el mercado local de la prostitución callejera y de saunas no sólo cambió de manos en tan sólo un año, sino que se incrementó notablemente.
Los otros negocios
El atractivo principal para movilizar a prostitutas de un país a otro está dado en una segura y mayor rentabilidad de la prostitución. Todo circuito de este tipo es como una pantalla que engloba y conecta a otros negocios subsidiarios. Desde el transporte, los bares, los hoteles alojamiento y de familia, los quioscos y demás prestadores de servicios dependen de la cantidad de personas que circulan y realizan sus actividades por la zona.
Es sabido que la derogación de los edictos policiales, a principios de 1998, causó un profundo malestar en la fuerza. Pero no por razones de poder, sino por la recaudación que ya no podrán cobrar tan facilmente. La policía, encargada de velar por la "ley y el orden" no está exenta de esta actividad. "La cana tiene el control, sin ellos no podríamos trabajar", repiten hasta el hartazgo varias prostitutas de constitución. Según diversas fuentes, en Buenos Aires se pagarían hasta 10 millones de dólares anuales por protección policial, aunque el dinero que efectivamente se mueve es muchísimo mayor.
En la ciudad funcionan entre 300 y 500 prostíbulos, según un relevamiento realizado por investigadores de la Legislatura porteña, cuando se derogaron los edictos policiales y se sancionó el Código de Contravenciones. Según el diario La Nación cada uno de esos lugares le paga a la policía un promedio de mil pesos mensuales. Con unos 500 mil dólares al mes, se podría estimar una "recaudación" de seis millones al año.
Una trampa infalible
"Yo vine a la Argentina con la promesa de que iba a trabajar en limpieza de casas particulares o negocios, porque con un sueldo de este tipo puedo alimentar a mi familia en Santo Domingo", dice Mariela, una prostituta dominicana que no quiso dar su nombre real por temor. "Pero cuando llegué a la Argentina todo salió mal". Según cuenta, a su llegada al aeropuerto de Ezeiza debía encontrarse con un hombre que se encargaría de darle alojamiento y a tramitar su permiso de residencia en el país. La llevó a un hotel familiar donde vio a muchas chicas, también dominicanas, y le pidió 1800 dólares para los trámites. De esta forma, no sólo perdió todos sus ahorros sino también toda independencia. "Al día de hoy -dice Mariela- no tengo los documentos ni forma de volver a mi país". Si bien reconoce que buscó trabajo, finalmente optó por hacer lo mismo que sus compañeras: prostituirse para subsistir.
Su historia, su vida y su ser, fueron comprimidos en un ámbito social reducido, del cual no puede escapar. Su "fiolo", con contactos en los barrios bajos de Santo Domingo, tiene un as fundamental bajo la manga: puede llegar fácilmente a su familia y atemorizarla.
Sin embargo, vivimos en un mundo dual. "Son muchos los casos en que las familias no sólo están enteradas de su situación, sino que además la avalan y alientan porque es su único medio de subsistencia", reconoce la antropóloga de la Universidad de Buenos Aires Clelia Tomarchio, quien ha recorrido las "zonas rojas" de Buenos Aires para sus investigaciones y planes de asistencia social desde 1992.
El azar no existe en la prostitución
El sistema de reclutamiento funciona igual que a principios de siglo, aunque con algunas variantes. Un hombre simula estar enamorado de una mujer, que generalmente sucede con chicas jóvenes o recién iniciadas en la prostitución y que no tienen más de dos años trabajando en la calle. "Es que se supone que en esas condiciones las chicas no conocen cómo funciona el sistema de la calle", dice el travesti Loana Verkins.
"El hombre se convierte en una referencia, ya que significa la única razón por la cual la mujer supone que su situación social puede cambiar", dice Loana. Una vez enamorada se entrega totalmente a los designios de su amo. Si el hombre le dice que no tiene más dinero, sin importar la razón, seguramente la hace trabajar. "Esto sucede con ciertos perfiles de mujeres, no con todas", aclara. "¿Sino como se explica que con las travestis no hay redes de prostitución?. Nosotras, que somos vistas como salvajes, no compramos fácilmente este tipo de excusas".
En la prostitución el azar no existe. Cada detalle es meticulosamente estudiado: su condición social, la de su familia, el entorno en la cual vive, sus necesidades y una condición límite constituyen datos clave que acompañan a la pobreza y la falta de educación. Nada escapa al análisis de estos expertos de la ley de la calle: los "fiolos". Ellos son los encargados, no sólo de administrar el negocio, sino de "educar" a una prostituta.
"Son muy raros los casos en que mujeres se hayan iniciado solas. Siempre hay un hombre detrás", reconoce Loana.
Detalles de una multinacional de la prostitución
El tráfico de blancas siempre conlleva un trauma del que ninguna prostituta puede escapar: lo incierto y desconocido. Si bien toda trabajadora del sexo sabe los riesgos que asumen con este oficio, ninguna puede prever cómo será su situación en otro país. Pero la ley de calle existe en todos lados y tiene dos reglas muy claras: 1) Nunca podrás ser independiente. 2) Siempre necesitarás protección.
Según la travesti Loana, ha ocurrido un fenómeno distinto con las prostitutas dominicanas. Si bien sabe que la prostitución funciona por círculos cerrados con protección propia, es raro ver que se monten estructuras con características similares pero absolutamente independientes del circuito tradicional. "Esto es algo muy extraño en la ley de la calle donde todos necesitamos de todos".
Si así no fuera todo sería un verdadero caos. "Yo no puedo pararme en donde se me da la gana, porque le estaré quitando clientes a otra que está hace más tiempo que yo. Además, si a alguna le pasa algo en la calle, están las otras y los fiolos que salen a defenderte". Según varias fuentes consultadas por El Sitio Noticias todo tráfico de prostitución entre países implica una inteligencia previa del lugar y la seguridad de ingresar a un circuito preestablecido. "Estamos hablando de dinero, y como en cualquier otro ámbito, el ingreso de recursos es algo que se cuida más que a los propios ojos".
Mientras estuvieron en vigor los edictos policiales, que le otorgaba a la policía el poder de detener y sancionar a las personas sin recurrir a la justicia, se registraron promedios entre 100 mil y 130 mil detenciones anuales. Bajo el calificativo de "escándalo" se arrestaba a quienes ejercían la prostitución en la vía pública. En este ítem, la cantidad de arrestados oscilaba entre los 20 mil y los 30 mil, cada año, de acuerdo con cifras de la misma Policía Federal.
"No te vayas bebé, veni conmigo" insiste una mulata de cuerpo sinuoso en un inconfundible acento centroamericano. A tan sólo metros, sus amigas esperan nuevos clientes. Mientras tanto, tres policías conversan en la esquina y saludan a cada chica que pasa cerca. Ellas, como acostumbran en el Caribe, sencillamente sonríen.
Un negocio internacional
El atractivo principal para movilizar a prostitutas de un país a otro está dado en una segura y mayor rentabilidad de la prostitución. Todo circuito de este tipo es como una pantalla que engloba y conecta a otros negocios subsidiarios. Desde el transporte, los bares, los hoteles alojamiento y de familia, los quioscos y demás prestadores de servicios dependen de la cantidad de personas que circulan y realizan sus actividades por la zona.
Además, asegura un caudal mínimo para la comercialización de drogas como la cocaína. "La actividad no es sencilla y muchas buscan estimularse con un 'toquecito'. Como a veces los clientes también consumen, es común que los fiolos le den a su chica droga gratis. Ellos saben que el consumo y comercialización con los clientes está asegurado", aclara Loana.
En la ciudad funcionan entre 300 y 500 prostíbulos, según un relevamiento realizado por investigadores de la Legislatura porteña, cuando se derogaron los edictos policiales y se sancionó el Código de Contravenciones. Según el diario La Nación cada uno de esos lugares le paga a la policía un promedio de mil pesos mensuales. Con unos 500 mil dólares al mes, se podría estimar una "recaudación" de seis millones al año. Conocedores del ambiente prostibulario sostienen que los locales de más nivel pagarían hasta unos 10 mil dólares mensuales. No obstante, fuentes judiciales afirman que las comisiones pagadas a la policía llegarían a unos 750 mil dólares. De esta forma, el total anual oscilaría entre nueve y diez millones.
Los tratantes de blancas en Argentina
En otros tiempos, el ejercicio de la prostitución en la Argentina cobró forma en verdaderas organizaciones productoras de sexo.
Desde principios de siglo y hasta 1935 el país vivió una verdadera invasión de meretrices de distintas partes del mundo, mayormente de Europa del Este. La entidad principal encargada de la operación fue la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos "Varsovia", tambien conocida como Swi Migdal.
Noé Trauman, su mentor, fue el tratante de blancas más famoso de entonces. Había logrado un sistema de búsqueda y captación en Europa que funcionó a la perfección por más de dos décadas. En su Polonia natal, había sido un dirigente anarquista que llegó a confrontar políticamente con el mismo Bakunín. Este cultor de la acción directa y responsable de varios atentados dinamiteros en el centro de Varsovia, llegó a Buenos aires escapando de la policía polaca, los agentes secretos astrohúngaros y la temible policía secreta del zar Nicolás II.
Trauman, se instaló en Avellaneda y de la mano del principal caudillo de la zona, Barceló, montó una estructura de importación de mujeres como nunca antes se había visto. Su poder llegó a alcanzar a altas esferas del poder político y el Estado. "Hacia mediados de la década del '20, llegó a manejar una red de 300 cafishios, dos mil prostíbulos y más de 5 mil pupilas trabajando a destajo", publicó la revista Pistas en una reciente investigación.
La actividad no estuvo penada hasta que su red cayó casi totalmente a mediados de la década del 30. La denuncia de una de sus chicas le cobró el desmantelamiento total de la organización.
Con el cierre de los prostíbulos, la actividad comenzó a concentrarse en barrios y zonas de tránsito como Constitución, Once, el bajo Flores, Congreso y la Boca.
El presidente Julio A. Roca fue responsable de dictar por primera vez en la Argentina la ley 12.331, sancionada el 17 de diciembre de 1936 y aún vigente, dice textualmente: "Queda prohibido en toda la República el establecimiento de casas o locales donde se ejerza la prostitución o se incite a ella".
La norma, conocida como ley de profilaxis antivenérea, tiene cuatro artículos y castiga con abultadas multas a los que "sostengan, administren o regenteen, ostensible o encubiertamente, casas de tolerancia".
Además, la misma ley castiga con una pena de 3 a 15 años de prisión al que "sabiéndose afectado de una enfermedad venérea transmisible la contagie a otra persona".
La Argentina no ha sido un país tolerante, y mucho menos en las prácticas sociales. "Aunque el común siempre fue encontrar chicas argentinas y de países cercanos como Uruguay, Chile, Brasil, Paraguay o Perú, nosotras tuvimos que competir con europeas y ahora más que nunca con las centroamericanas", dice una meretriz argentina que confiesa haber jalado la cabellera de más de una dominicana por "ocupar" su esquina.
* Sergio Sorin es periodista especializado en derechos humanos y Director de Prensa de Derechos Human Rights Argentina. Además, es miembro de Amnesty International Argentina y parte del staff de noticias de El Sitio.
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