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31mar16


Palmira: victoria rusa y afonía occidental


Cuando Palmira, una de las joyas del Patrimonio Cultural de la Humanidad, cayó en manos de Daesh (autodenominado Estado Islámico, proscrito en Rusia y otros países) en mayo de 2015, el mundo se echó las manos a la cabeza.

Aburridos o habituados a las cifras cotidianas de víctimas civiles de Daesh, los medios de prensa internacionales hicieron de este episodio de la guerra en Siria un hito que alimentaba la idea de la impotencia ante el avance del terror islamista.

A las imágenes de las banderas negras ondeando sobre las ruinas grecorromanas se añadían en los informativos televisados extensos documentales sobre el lugar. Los archivos visuales quedaron agotados en horas.

Casi un año después, ese pesimismo y ese entreguismo mental han sufrido un choque que, sin embargo, no ha generado un reflejo directamente proporcional en esos medios occidentales que vertían lágrimas de impotencia.

En una ofensiva que los analistas militares afirman que ha llevado veinte días, el Ejército sirio ha recuperado Palmira. Por supuesto, las tropas del régimen tuvieron el honor de la foto, pero nadie pone en duda que la victoria sobre Daesh hubiera sido imposible sin la participación rusa.

Para los dirigentes de Estados Unidos y de sus aliados europeos la reconquista de Palmira, era admitida con un alivio, pero un alivio algo amargo. Para otros aliados de los anteriores, como Arabia Saudí y Turquía, se puede hablar simplemente de amargura. No porque Daesh pierda un territorio simbólico y estratégico, sino porque el éxito es obra de Rusia, Irán y Bashar Asad.

Que los dirigentes occidentales hayan permanecido silentes y que sus portavoces hayan tomado tanto tiempo para reaccionar solo puede chocar a los ingenuos. A veces, dentro de un mismo gobierno, las voces han sido, incluso, divergentes. Así, el responsable francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, admitió por primera vez en una entrevista a la radio Europe1 que Rusia había hecho un buen trabajo y que "por fin", subrayó, atacaba a Daesh.

También dentro del estamento militar, el general Dominique Trinquand, antiguo responsable de la misión militar francesa en la ONU, señalaba en la emisora pública de radio France Info que "la estrategia rusa en Siria era la buena".

Pocos días más tarde, su compañero de Gabinete y ministro de Exteriores, Jean Marc Ayrault, rebajaba el "homenaje" mediático a Rusia insistiendo en que la recuperación de Palmira no podía hacer olvidar que "el presidente sirio es el principal responsable de la guerra en su país". Dos días le costó al Ministerio de Ayrault enviar su primer comunicado saludando la noticia.

El periodista británico y especialista en Medio Oriente, Robert Fisk, se preguntaba en las páginas del Independent por qué David Cameron no decía una palabra sobre Palmira, "la mayor derrota sufrida por Daesh en dos años", según el cronista.

Mientras tanto, Barack Obama se reponía de las agujetas provocadas por su tango en Buenos Aires. El Pentágono suplió la afonía de la Casa Blanca y admitió el papel positivo de la aviación rusa sobre las fuerzas del EI, aunque su portavoz matizó que "era lo que les pedíamos desde el principio". Estados Unidos y sus aliados no han parado de vocear que los aviones rusos atacaban solo a las fuerzas de la oposición "moderada" y no a las de Daesh. Pero el ridículo no solo se hace al hablar: según la prensa norteamericana, las facciones apoyadas en el terreno por el Pentágono se han enfrentado militarmente contra los grupos financiados por la CIA.

Estados Unidos lleva a cabo bombardeos sobre objetivos de Daesh desde 2014. Rusia, desde septiembre de 2015. Para los observadores que no son especialistas en cuestiones militares, el ratio de efectividad parece decantarse claramente hacia el lado ruso.

Entre los argumentos para rebajar el éxito ruso-irano-sirio se esgrime que Bashar Asad dejó caer voluntariamente Palmira para forzar la implicación militar exterior. Se critica que el Ejército sirio perdiera sus posiciones y huyera de Palmira en pocas horas. Pero otras voces responden a esto señalando que ni los aviones de Estados Unidos ni los de sus aliados en aquel momento optaron por bombardear las columnas de Daesh que se dirigían hacia "la perla del desierto".

Inevitablemente, la toma de Palmira abre una nueva competencia entre las fuerzas que luchan contra Daesh. Palmira es también un punto estratégico para acceder a Al Raqa, la "capital" del grupo terrorista, el próximo objetivo del régimen de Damasco y de sus aliados rusos e iraníes. El portavoz del Pentágono, Peter Cook, insistía en la importancia de la inminente batalla por Al Raqa, pero recalcaba que no colaborarán directamente con las fuerzas rusas para recuperar la ciudad. Para Washington, Londres y París, cualquier sombra de colaboración sobre el terreno con las tropas rusas significaría renunciar a su política anti-Asad.

Al mismo tiempo, si los aliados de Damasco se apuntan otra victoria en Al Raqa, la goleada puede ser bochornosa para Washington.

Derrotar a los yihadistas sin por ello reforzar la posición política de Bashar Asad; es la difícil ecuación de las potencias occidentales y de sus aliados saudí y turco. Es una de las razones por las que toma tanto tiempo en vencer al teórico enemigo común.

La más calurosa felicitación a Rusia por la recuperación de Palmira vino del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. Muchos dirán que es una prueba más de que esa organización internacional se preocupa más de asuntos culturales, de viejas piedras, que de vidas humanas. Son los mismos que lloraron desconsolados cuando vieron ondear la bandera negra de los terroristas sobre las ruinas de la ciudad.

[Fuente: Sputnik News, Moscú, 31mar16]

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