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09sep13
Los cristianos huyen de Siria por temor a los extremistas islámicos
Los sacerdotes comienzan a entonar una letanía. Mmmmmaaaaaaammmm. Simón observa con sus ojitos oscuros desde los brazos de su padre. Intenta un llanto pero el canto parece interesarle más. Sobreviene la lectura de un salmo. La madre de Simón observa nerviosa. El resto de la familia sonríe y sigue la ceremonia con suma atención. Finalmente, uno de los curas hace la señal de la cruz con óleo sobre la frente del bebé. Simón larga el llanto y todos se alegran. El niño ya está bautizado y es un cristiano sirio más. Nació hace seis meses en el exilio, aquí en el bíblico Monte Líbano de Beirut. Sus padres huyeron de la guerra en el barrio damasquino de Bab Tuma, donde durante una incursión de rebeldes islamistas murió parte de la familia. Ahora, celebran acá el nacimiento de la fe en el nuevo bebé. "Esto es renacer. Esto es lo que nos da esperanza", dice el padre. La ceremonia se realiza en la pequeña iglesia de Saint George, en la zona de Ashburye.
Allí llegaron unos 30.000 cristianos sirios en los últimos meses.
Las noticias que llegan del otro lado de la frontera no son nada alentadoras. Los rebeldes islamistas del grupo Jabhat al Nusra, asociados a la red terrorista Al Qaeda, volvieron a tomar el control de la histórica ciudad de Maaloula, a 60 kilómetros al noroeste de Damasco. Este es uno de los pueblos de mayoría cristiana en Siria, conviven tanto los ortodoxos de la iglesia de Antioquia como los católicos griegos de Melkite. El miércoles, un atacante suicida se hizo explotar dentro de un coche bomba en el puesto de control de los soldados del régimen de Bashar Al Assad. Dejó, al menos, ocho muertos. De inmediato llegó una brigada de Al Nusra en unas 20 camionetas con ametralladoras empotradas en sus cabinas. Unas horas después, vino el contraataque del ejército y la mayoría de los 2.000 habitantes de Maaloula corrieron a refugiarse tras los gruesos muros de los dos conventos de allí, el Mar Sarkis (San Sergio) y el Mar Thakla (Santa Tecla). En ese momento los rebeldes abandonaron su posición pero el sábado regresaron y se registraron duros combates durante la noche. Acá en el Monte Líbano conocen a mucha gente que está allí atrapada y rezan por ellos.
Llego a un pequeño edificio de cuatro pisos, con las paredes exteriores a medio terminar, frente a otra iglesia, pero ésta evangélica. Allí hay diez familias refugiadas que llegaron en los últimos días. En el tercer piso me encuentro con Elías, un joven profesor de inglés de la zona de Sulemaniye, en la ciudad siria de Aleppo. Dice que ese barrio cristiano permaneció en relativa calma durante toda la ofensiva rebelde de los dos últimos años pero que tuvo que salir la semana pasada porque entraron combatientes islámicos. "Nosotros vivíamos muy bien en Siria con el gobierno de los Assad, primero del padre y ahora con Bashar. Ellos nunca tuvieron ningún problema con los cristianos. Todo lo contrario. Siempre nos ayudaron. Y creemos que sin su gobierno, ya no tendremos más espacio para los cristianos. Todo caerá en manos de los terroristas", explica Elías y toma posición. Todos los cristianos con los que me encuentro están convencidos de que los islamistas moderados del Ejército Libre Sirio, que son la gran mayoría de los combatientes contra el régimen, van a ser doblegados por los extremistas venidos del exterior, que, dicen, "son minoritarios pero tienen más fuerza y entrenamiento".
Un piso más abajo vive Abu Ashur, que llegó hace ocho meses con su mujer y su hija menor. Los otros cinco hijos están ya repartidos por el mundo, desde Alemania hasta Australia. Vivían en el pueblo de Hassake, en el norte de Siria. Ahora ocupan aquí una vivienda de tres habitaciones con otras dos familias. "Trabajaba en la industria petrolera, en la parte de seguridad contra accidentes, pero desde hace dos años ya no hay ningún trabajo. Nos tuvimos que ir yendo todos. Mis hijos quieren que me vaya con ellos.¿Pero, qué voy a hacer yo en Estados Unidos o Australia? Tengo que volver a Siria. Tenemos propiedades. Si no fuera porque es muy peligroso llegar hasta Hassake, ya nos hubiéramos vuelto con mi mujer. El problema es que apenas ven que uno es cristiano, te roban o te matan porque dicen que sos un impuro", explica Abu Ashur.
En Siria había dos millones de cristianos antes de la guerra, desde católicos maronitas, armenios, romanos y coptos hasta ortodoxos antioqueños y griegos. Se calcula que la mitad ya dejó el país y la mayoría está refugiada entre las comunidades cristianas libanesas. Hay muy pocos cristianos en los campos de refugiados donde la mayoría siguen siendo musulmanes.
Un chico de unos diez años me hace señas de que suba y me lleva de la mano hasta el cuarto piso. Al entrar, en el living me encuentro a 17 personas de una misma familia, entre los libaneses y los sirios. Las mujeres mayores tienen los rostros curtidos y llevan trenzas atadas por sobre la cabeza. Los hombres, viejos y jóvenes, fuman cigarrillos negros uno tras otro. Las mujeres jóvenes van y vienen hacia la cocina. Los chicos, muchos, algunos escuchan tranquilos y otros pasan por entre las piernas de los mayores. Una mujer de unos 35 o 40 años, de ojos verdes, que habla inglés, me pide que no publique ningún nombre. "Hay más familia en Siria y están todos mirando lo que escriben en la prensa extranjera. Ya se llevaron a dos o tres de mi barrio por eso", dice. Aquí el apoyo al régimen de Assad decrece un poco y hay discusiones entre ellos antes de responder a las preguntas. "Es que los Assad, tal vez, ya se tenían que haber ido. Pero lo que viene es peor para nosotros. Los islamistas de Al Qaeda no van a dejar que vivamos en nuestro país", explica la mujer. ¿No hay ninguna opción entre una dictadura y un Estado regido por la ley coránica para Siria? "Ahhh. Pareciera que no", dice con profundo desaliento mientras el resto asiente con la cabeza.
En la calle, frente a la iglesia de Saint George, ya hay pocos transeúntes. Es hora del almuerzo dominical. Se acerca un hombre que dice llamarse Butros y que me quiere contar algo. "Hace tres meses estaba viajando de Damasco a Aleppo en autobús", comienza el relato. "En la mitad del camino nos paran en un retén de milicianos de Al Nusra, los de Al Qaeda. Uno sube y le pregunta al chofer en un acento extranjero -podía ser un checheno o un turco, no lo sé- por qué tiene esa imagen de la Virgen María pegada en el parabrisas. Antes de que le pudiera responder, le pegó un culatazo en la cabeza y otro al vidrio y lo hizo estallar. Después nos dijo que éste era un Estado islámico y que no se iban a permitir imágenes paganas. Fui a buscar a mi familia y cruzamos la frontera".
[Fuente: Por Gustavo Sierra, Libano, Clarín, Bs As, 09sep13]
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