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08mar13
La Ciudad Vieja de Damasco está cerrada para extraños
Bautizo de Lanita. Su familia quería hacerlo hace un año, pero han estado esperando y esperando a que mejorara la situación para que pudieran venir familiares desde Francia. La cosa no ha mejorado, todo lo contrario, así que han decidido bautizar a la niña a los dos niños. El banquete es en el restaurante Haretna de Bab Touma, uno de los lugares más famosos de la Ciudad Vieja en el que, pese a la situación, hay que encargar para encontrar mesa. Se trata de la típica casa damascena con un patio de ensueño y una fuente en medio en torno a la que se ordenan las mesas.
Pero hoy la situación es diferente. El metre habla por teléfono en la puerta y parece sulfurado. Algunos clientes con reserva no pueden pasar porque los controles de los Comités Populares -milicias formadas por los jóvenes de la zona y armadas por el Gobierno para la defensa del barrio, normalmente en lugares donde viven las minorías religiosas- han cerrado los accesos a la Ciudad Vieja. «Solo pasan los residentes, los trabajadores y poco más», asegura un joven de los Comités Populares que patrulla vestido de civil y con un AK47 colgado del hombro. «Nos han dicho que estemos alerta», añade.
En pocos metros hay que sacar la documentación en dos ocasiones. En ambas, al ver el pasaporte español, la pregunta inmediata es «¿Real Madrid o Barcelona?» Siempre respondo «Real Sociedad, equipo sin tanto dinero, pero con mucho más corazón», llevándome la mano al pecho. Funciona en el primer puesto de control, pero en el segundo un tipo con cara de mala leche me pregunta además si estoy o no con Bashar Al Assad, a lo que le respondo que «yo estoy con Siria»… y aunque parece no convencerle demasiado la respuesta, no tiene más remedio que dejarme pasar porque tengo todos los papeles en regla.
La tensión en las callejuelas se disipa cuando se cruza la puerta del Haretna. El comedor está medio lleno. La familia de Lanita viste sus mejores galas para la ocasión y se dispone a disfrutar de la típica comida siria en la que en las mesas no entra un tenedor porque está llena de platos de todo tipo. Varias ensaladas, fritos de queso y carne, humus, taboule, pinchos de carne y pollo, zumos, cerveza…
Las explosiones suenan muy cerca de Bab Touma. Jobar está casi al lado del barrio cristiano y allí se concentran los ataques de la artillería desde hace semanas, pero ahora son especialmente intensos. Hay momentos durante la comida en que se hace un gran silencio en las mesas y la gente mira al cielo esperando que vaya a caer un proyectil. Con las explosiones el tema es llevadero, pero de pronto empiezan a sonar ráfagas de «Dushka» y algunos comensales no pueden más y piden la cuenta.
Música contra las explosiones
El responsable del restaurante decide poner música a un tono bastante elevado para intentar calmar la situación. Suena «Still Loving You», de Scorpions, y la gente parece calmarse con la balada hasta que Klaus Meine termina de cantar y en los segundos entre un tema y otro un nuevo rafagazo termina por aguar el postre a los presentes. Lanita, vestida de riguroso blanco con un traje en miniatura de primera comunión, parece cansada y sus padres deciden que la fiesta ha terminado. No importa, esto es Haretna y en unos minutos su mesa es ocupada por otra familia.
«No sabemos lo que pasará mañana, pero hoy queremos disfrutar de la vida, vivir a tope», confiesa un joven que ha venido con su novia para pasar la tarde, fumar «shisha» (pipas de agua con tabaco afrutado) y cenar. Nadie pierde de vista lo sucedido en verano en Alepo, cuando de la noche a la mañana la ciudad se convirtió en un campo de batalla. Los damascenos piensan que aquí la seguridad es mayor y no se vivirán las mismas escenas, pero no se atreven a poner la mano en el fuego.
[Fuente: Por Mikel Ayestaran, Damasco, 08mar13]
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