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10jul19
La odisea del abuelo chileno que rescató a sus siete nietos del Estado Islámico
Patricio Gálvez, de origen chileno y afincado en Suecia, viajó a Siria para rescatar a los niños de su hija, quien abrazó el islam y murió en territorio bajo el control del grupo yihadista.
Cruzó medio mundo en busca de sus siete nietos, que sobrevivieron milagrosamente a semanas de encarnizadas refriegas y al derrumbe del Califato del Estado Islámico (IS). "Fue un encuentro maravilloso. La primera vez que los vi estaban muy mal. Se hallaban enfermos y desnutridos. Fue maravilloso y al mismo tiempo extremadamente duro", relata a EL MUNDO Patricio Gálvez, el abuelo coraje de origen chileno y afincado en Suecia que acaba de protagonizar una proeza con final feliz.
"Me dio mucha impotencia verles sufrir, saber que estaban allí y que no podía atenderles", evoca Gálvez. El primer y doloroso fogonazo de sus nietos acaeció entre las tiendas del campo de Al Hol, un páramo que hospeda a los 75.000 parientes de militantes del Estado Islámico que lograron escapar de sus últimos feudos. En su precaria geografía, 2.500 niños extranjeros malviven como parias, con sus países de origen reticentes a emprender su retorno. Al menos 211 menores de cinco años han muerto, según estadísticas de la ONU.
Tras semanas de gestiones, Gálvez -que pasó dos meses en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí- logró hacerse cargo de los pequeños. "Están mejorando aunque se encuentran muy traumatizados. Estuvieron en Baguz [la villa siria que fue el último bastión del grupo, conquistado por las Fuerzas Democráticas Sirias el pasado 23 de marzo] cuando empezaron a bombardearla. Fue un ataque terrible. Quemaron casi todo el pueblo y los niños estuvieron allí. Ni siquiera podemos imaginarlo. Todo ese estrés se percibe ahora cuando estamos con los niños", comenta Gálvez, recién llegado a Suecia junto a su prole.
"Resulta muy difícil poder calmarles y entregarles cariño. Es un proceso", dice el abuelo. "El mayor sólo tiene 8 años y conversa poco. No le preguntamos aún. Queremos que fluya naturalmente. Que me cuenten lo que vieron si quieren. A veces, por ejemplo, cuando observan un avión, recuerdan cosas. Yo les digo que esos aviones no bombardean. Hasta un helicóptero lo asocian con la guerra", narra el chileno.
Amanda, su hija, falleció a principios de enero. En Suecia abrazó el islam y se casó con Michael Skramo, que se había convertido a la religión de Mahoma en 2005. La pareja tenía tres retoños cuando en septiembre de 2014 emprendieron el camino hacia el Califato proclamado en amplias zonas de Siria e Irak. En los confines del IS, la joven dio a luz a otros cuatro hijos. Michael pereció en los últimas escaramuzas de Baguz.
Patricio no perdió el contacto con sus nietos. "Antes de su muerte, Amanda solía enviarme mensajes diciéndome cómo estaban los niños. Me pasaba fotografías aunque jamás me dijo los nombres de las ciudades en las que se encontraban", apunta. "Ahora entiendo el camino que hicieron. Tras perder Raqqa, se fueron por la orilla del Éufrates huyendo en dirección a Irak. En los últimos mensajes, me hablaba del hambre que estaban pasando y yo trataba de convencerla de que dejara aquello y abandonara Siria, pero fue imposible. Tenía a su marido y la posición de las mujeres en el califato no les permitía tomar decisiones por sí solas".
El rastro sólo se desvaneció durante los últimos meses, en mitad de una agónica escapada. "Es un milagro que hayan salido con vida. Yo he sentido en todo momento la presencia muy fuerte de mi hija. En todos los pasos que di sentí una energía que me ayudaba y que me iba guiando. Había algo mágico. Es realmente un milagro poder tenerlos aquí a los siete aunque sea muy difícil su situación", asevera el abuelo, encargado ahora de ayudar a los pequeños en un territorio desconocido.
"Tienen todo el derecho de retomar la vida que, en realidad, nunca pudieron tener. Nacieron en un infierno y carecían de la posibilidad de ser niños y ver otro mundo. Es eso lo maravilloso que queremos darle", celebra Gálvez. Desde su llegada a casa, los siete han permanecido juntos en un centro social a la espera de un futuro aún incierto. "Va a ser imposible que pueda hacerme cargo de todos. Ojalá mi familia pueda acoger a algunos para que se visiten y tengan una buena relación como hermanos. No somos musulmanes y no van a vivir con esas ideas. Quiero que se críen como niños sin ninguna creencia. Que puedan elegir credo cuando sean mayores si es lo que desean".
Su periplo en busca de sus descendientes también le ha servido a Gálvez para curar ciertas heridas. "Voy comprendiendo algunas cosas, entre ellas, la responsabilidad que uno tiene como padre frente a sus hijos. Nunca se puede bajar la guardia. Hay que estar muy pendiente de lo que está ocurriendo aunque los hijos tengan 30 años", murmura. "Como cualquier padre, uno no quiere sobrevivir a sus hijos. He comprendido todos los errores que cometieron. Quienes viajaron a Siria e Irak con entre 20 y 30 años de edad fueron engañados. Los intereses de esta historia son otros", desliza.
El chileno quiere conservar la memoria de su hija. "He decidido contarles cómo era. Les quería mucho. Siempre les mantuvo en una burbuja. Todos hablan sueco porque permanecieron en casa. Los más pequeños no han visto mucho. Les voy a hablar de lo bello porque es lo único que queda. Amanda tenía una visión muy idealizada de lo que era el Estado Islámico. Pensaba que era una especie de ejército salvador de musulmanes. Siempre negaba todos los actos criminales que perpetraron. Era una persona muy inocente. Me gustaría conversar con mujeres que estuvieron con ella porque quiero saber más sobre cómo vivía".
Poeta y músico, Gálvez se ha propuesto recomponer el puzle vital de su hija. Y, de paso, arrojar luz sobre las sombras e interrogantes que aún proyectan sus últimos años de vida. "He comenzado a escribir un libro sobre ella y también algunas canciones para un documental", avanza. Un poema compuesto en plena conmoción recuerda el desgraciado final de Amanda: "Un reflejo de mi ser que ya no vislumbro,/ fue aquel desmenuzado por la barbarie./ Tachado y censurado por pérfidas huestes/ que por este mundo van sembrando la ira".
El abuelo y cantautor, que atravesó medio mundo y suplicó durante meses al Gobierno sueco para que permitiera el retorno de sus pequeños, quiere sellar la paz con el pasado, enmendando algunos "errores". "Amanda nunca fue a Chile. Yo siempre les hablé a mis hijos en sueco. Ahora, he decidido usar el español con mis nietos y en algún momento viajaremos a Chile". Una promesa de periplo en memoria de quien extravió el camino en tierras del Califato. "Dicen que a las orillas del gran Éufrates,/ sobre los hirsutos campos de Deir Ezzor,/ vieron la ultima estela de su resplandor", esboza su padre.
[Fuente: Por Francisco Carrión, El Mundo, Madrid, 10jul19]
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