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07ago19


El centro de detención en Libia del que nadie quiere escapar


En su intento de llegar a Europa, los migrantes subsaharianos caen víctimas de la trata de personas o de la guerra abierta entre Trípoli y Bengasi. La corresponsal de Sputnik France visitó el único centro de migrantes ilegales ubicado en Bengasi, financiado por el Gobierno no reconocido por la comunidad internacional.

Después del bombardeo a principios de julio, el centro de migrantes en Tajura cerró sus puertas. Otros dos, el de Misrata y el de Homs, donde combaten grupos armados rivales en el oeste y centro de Libia, también clausuraron.

Así lo anunció el ministro del Interior de Libia, Fathi Bashagha, tras el bombardeo del 2 de julio realizado, según Trípoli, por las fuerzas del mariscal Jalifa Haftar, quien controla parte del territorio libio, aunque no es reconocido oficialmente por la comunidad internacional.

Los tres campamentos estaban bajo la protección del Gobierno reconocido por la ONU de la Unidad Nacional con sede en Trípoli y encabezado por Fayez Sarraj. Por su parte, Trípoli ha señalado que no tiene recursos para acoger a los migrantes.

Después de la ofensiva del 4 de abril en Trípoli, el Ejército Nacional de Libia (ANL), bajo el mando del mariscal Haftar, anunció la inminente invasión de la capital del país con el objetivo de "liberar a Trípoli de las milicias que lo gobiernan". De esta manera, continúa la partición de Libia, un país rico en petróleo que se sumió en el caos después del derrocamiento y asesinato de Muamar Gadafi en 2011.

La amenaza de una guerra civil nunca ha sido tan real para Libia, auguran numerosos analistas. Asimismo, advierten que dadas esas circunstancias, los migrantes podrían convertirse en una moneda de cambio para asegurar el apoyo del Occidente o en un instrumento de presión para desacreditar al rival.

El representante de la ONU en Libia, Ghassan Salamé, y la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, consideraron los bombardeos al centro en Tajura, que acabaron con la vida de unos 50 migrantes, como un "crimen de guerra". Además, las coordenadas GPS de este centro, como otras, han sido informadas durante mucho tiempo a las partes beligerantes para evitar errores.

Sin embargo, el Consejo de Seguridad no condenó el ataque debido a que Estados Unidos se negó a apoyar la declaración general propuesta por el Reino Unido, en donde se exigía un alto el fuego inmediato entre las partes en conflicto.

Según información de fuentes diplomáticas, fue el propio mandatario estadounidense, Donald Trump, el que se opuso. El presidente norteamericano nunca ha ocultado el hecho de que apoya al mariscal Haftar, quien, en su opinión, es "el luchador más decidido contra el terrorismo".

El apoyo de Europa

El Gobierno de Trípoli recibe subsidios de Europa para atender a los migrantes ilegales en centros destinados a alojarlos, mientras esperan la repatriación a sus países de origen.

En 2017, CNN reveló que los inmigrantes subsaharianos estaban siendo vendidos como esclavos con el consentimiento del Gobierno de la Unidad Nacional.

Varios informes de ONG internacionales, como Amnistía, han denunciado "violencia por parte de traficantes, bandas criminales o grupos armados" contra migrantes en su camino a los centros de acogida italianos.

Por su parte, The New York Times realizó una vídeo-encuesta de la situación con la ayuda de Forensic Oceanography, una organización creada en 2011 para investigar la muerte de los migrantes en el Mediterráneo, y Forensic Architecture, un centro que investiga las violaciones de derechos humanos.

El vídeo revela cómo los guardacostas libios, entrenados y pagados por los europeos, ignoran por completo los derechos humanos de estos migrantes y se niegan a ayudarlos mientras se ahogan.

"Desde el acuerdo alcanzado en febrero de 2017 entre Libia e Italia, se encomendó a las autoridades libias la tarea de interceptar a los migrantes en sus aguas territoriales, mientras que el trabajo de las ONG que trabajan en el mar Mediterráneo con sus botes salvavidas se ha vuelto extremadamente difícil", señala la publicación.

Continúa el informe: "estos últimos están bajo la amenaza constante de los guardacostas libios, quienes, a pesar de los subsidios europeos y la capacitación que reciben, en realidad no tienen como objetivo salvar a los migrantes de ahogarse. Por lo tanto, al hacer la vista gorda ante las prácticas libias denunciadas regularmente por las ONG, Europa contribuye a agravar la situación y precipita a los migrantes a ahogarse", advierten los autores de esta investigación publicada en 2019 por The New York Times.

A finales de julio, otros 150 inmigrantes se ahogaron al salir de Libia a Italia. Este es "el número más significativo de víctimas ahogadas en el Mediterráneo registrado en 2019", según la ONU.

Por esta razón, el cierre de los tres principales centros de recepción de migrantes en Trípoli podría conducir a la "sobrepoblación de otros centros" o, lo que es peor, "estos migrantes caerán en manos de los traficantes", señalan los expertos libios.

Recientemente, las autoridades italianas emitieron un decreto para multar a las ONG que busquen o rescaten migrantes que lleguen a sus aguas territoriales tras cruzar el Mediterráneo.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) advirtió sobre el riesgo de esta medida en la tarea de salvar vidas y llamó a los países europeos a llegar a un acuerdo migratorio.

Sputnik investigó la situación con los migrantes en el este de Libia

El único centro de detención de inmigrantes ilegales en Bengasi tiene capacidad para 500 personas. La corresponsal de Sputnik France visitó el campamento de Ganfouda, que tiene estándares de higiene muy similares a los centros de refugiados italianos.

''Aquí los migrantes comen bien, toman agua filtrada, pueden usar la lavadora, tienen entretenimiento y, lo más importante de todo, es que aquí se respetan sus derechos'', comenta a Sputnik el mayor Ismail Jaled Dressi, representante de la dirección del campamento y asistente del director de la organización de inmigración ilegal en Bengasi.

La misión principal del campamento es humanitaria, precisa Dresi. Además, sostiene que los migrantes llevan una vida normal en su centro: tienen las tres comidas diarias, juegan al fútbol, ven noticias antes de la cena y después de las 21 se acuestan.

''No echamos a nadie, algunos se van voluntariamente. Si un refugiado se rehúsa a regresar a su patria, le informamos que puede ir a la cárcel. Son medidas de prevención, no echamos a nadie'', aclara el representante del campamento.

El lugar es financiado por el Gobierno del este de Libia, no reconocido por los países occidentales y a cargo del mariscal Haftar. Los recursos son suficientes para cubrir las necesidades alimenticias de 490 personas.

El ministerio de Relaciones Exteriores del Gobierno temporal, en colaboración con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), les provee artículos de aseo e higiene.

"Hay una peluquería, financiada por el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde los migrantes pueden cortarse el pelo o peinarse. Cada viernes después del rezo, según la tradición libia, se les sirve cuscús con carne, fruta y bebidas", comenta el representante del campamento.

Su colega, Hamed Said Qefifi, director del departamento de acogida y exclusión, señala que todos los migrantes pasan el control médico obligatorio y después los deportan al país de origen. Sin embargo, explica, se hace una diferenciación entre las detenciones de los migrantes identificados y de los migrantes ilegales (sin documentos).

''Los servicios especiales y la policía del Gobierno temporal deben garantizar la seguridad del país y de los ciudadanos. Cuando se trata de inmigrantes ilegales tenemos el derecho de protegernos como otros países. Si el refugiado tiene los documentos en orden, puede venir a Bengasi sin obstáculos y estar bien aquí. Los libios somos hospitalarios y aceptamos a todos independientemente del color de piel y el estatus social'', asegura Hamed Said Qefifi.

Por el momento, el Gobierno temporal del Este de Libia trata de no enviar a 'sus' migrantes a Trípoli, de donde pueden ser deportados. A los migrantes ilegales los trasladan cautelosamente "con la ayuda de sus compatriotas o a través de punto de control en Imssaad" a los países limítrofes como Sudán, Egipto o Chad, precisa Qefifi.

"A veces surgen problemas con los países más alejados, donde la situación no es estable, como por ejemplo, Somalia. En estos casos, colaboramos con la OIM, que realiza el desalojo. Esto ocurre voluntariamente y se acuerda entre el migrante y nosotros", señala el director del departamento de acogida y exclusión.

"Si es necesario, la OIM se comunica con los compatriotas del migrante. Los migrantes se deportan desde el aeropuerto de Benina a través de un vuelo directo o con escala en Turquía. Pero nunca los trasladamos de Bengasi a Trípoli", asegura Qefifi.

Agrega que, a veces, "deportan hasta 80 chadenses y sudaneses en un día" y no más de "5 o 10 representantes de otras nacionalidades al mes".

En el campamento, la corresponsal de Sputnik France habló con los migrantes: todos ellos estaban contentos de estar allá pese al escrupuloso control. Los inmigrantes legales manifestaron sus deseos de quedarse a trabajar en Bengasi.

Incluso, los migrantes que sufrieron malos tratos por parte de transportistas que les quitaron todo su dinero y documentos no pierden la esperanza de cruzar el Mediterráneo. Pero solo cuando "mejoren su salud o logren con la ayuda de la ONU conseguir el estatus de refugiado", sostienen.

Los sursudaneses y congoleses hacen distintos trabajos en la cocina y ayudan a los guardias. Si tuvieran que abandonar el campamento, no irían a Trípoli, incluso si se les prometiera ayuda para cruzar el Mediterráneo, porque la situación allá "es muy complicada" para los migrantes.

[Fuente: Sputnik News, Moscú, 07ago19]

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