Información | ||
Derechos | Equipo Nizkor
|
31may16
La partición de Irak tras Daesh: la autodestrucción de las fronteras dibujadas por Europa
Llamada alguna vez «la ciudad de los minaretes», construida a orillas del río Éufrates y antiguo hogar de una importante comunidad judía. Faluya, centro de atención mediática por la ofensiva que las tropas de Bagdad han lanzado contra los militantes del grupo terrorista Daesh, se ubica en el corazón del triángulo suní en Irak, demarcación territorial que acoge a los seguidores de esa corriente mayoritaria del islam practicada por los yihadistas en su versión más rigorista. Corriente enfrentada al chiismo, la principal por número de practicantes del país. «Respeten la ética de la yihad incluso con los no musulmanes, tal y como insta Mahoma», rogó Ali Sistani, clérigo chií, a las tropas de esa confesión que cercan ahora la suní Faluya. Un intento por atenuar el odio interreligioso en medio del conflicto abierto, y cuya solución definitiva ha llevado a barajar la futura división del territorio en tres regiones autónomas.
«El Gobierno central controlaría las fronteras, los asuntos exteriores y el negocio petrolero», sugirió el político demócrata Joseph Biden en 2006, en una tribuna publicada en el diario «The New York Times». El por entonces senador y ahora vicepresidente de Estados Unidos con Barack Obama perseguía un objetivo claro: dividir el país y repartir a kurdos, suníes y chiíes en tres zonas responsables de su propia legislación, administración y seguridad interna. Erbil se convertiría en la capital kurda, Mosul en la suní y Bagdad en la chií. No todo el mundo estuvo de acuerdo. Anthony H. Cordesman, analista del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos, respondió entonces que Irak no posee una clara división en zonas étnicas, y que nunca se llegó a realizar un censo para mostrar qué regiones habitaban suníes, chiíes, kurdos y otras minorías, como la cristiana y la yazidí.
«En Irak hay unas dinámicas internas que están contribuyendo a una partición directa o indirecta del país. Antes de 2003 hablábamos todavía de un Irak unido, pero tras la invasión norteamericana, hemos visto que líderes de las distintas comunidades del país se han emancipado. Este orden se está arruinando», explica a ABC el analista franco-sirio Barah Mikail, al frente de la consultora Stractegia. Según «The New York Times», Biden ha trabajado estos ocho años para promover la unidad de Irak, a pesar de su propuesta hace una década de dividir el país en tres. Pero en comentarios con el personal diplomático y militar estadounidense en una visita reciente a Bagdad, habría retomado estas propuestas. Funcionarios estadounidenses, indica el rotativo, han dicho que el mantenimiento de la unidad de Irak sigue siendo su prioridad política, pero desde las Naciones Unidas en Bagdad han comenzado a estudiar en secreto cómo la comunidad internacional podría manejar una hipotética desintegración del país.
¿Qué ha ocurrido en Irak?
Más allá de las trincheras abiertas, del horror de lodo, vísceras y muerte en Francia, Rusia o la propia Alemania, la Primera Guerra Mundial alcanzó también a Oriente Medio. Décadas después de su final, la película «Lawrence de Arabia» (David Lean, 1962) narró la batalla abierta en esa región, donde una mezcla de intereses coloniales y estratégicos empujaron a que el militar, arqueólogo y agente de inteligencia británico Thomas Edward Lawrence prendiese la mecha de la revuelta contra el Imperio Otomano. Su objetivo: levantar a la población árabe sometida al gobierno de Estambul. Su promesa: conceder a los insurrectos un estado propio independiente de los turcos. No pudo cumplir con lo pactado. El acuerdo de Sykes-Picot, negociado en secreto entre Francia y Reino Unido, dio al traste con ese proyecto de gran nación árabe y dividió el mapa a base de fronteras trazadas por París y Londres: si países como Jordania, Irak, Siria y Líbano surgieron de esa partición, también lo hizo el germen de conflictos como el que enfrenta a palestinos e israelíes en la actualidad.
El reparto territorial proyectado en Sykes-Picot se formalizó con los acuerdos de paz firmados al final de la Primera Guerra Mundial. La Sociedad de Naciones, organización antecesora de las actuales Naciones Unidas, jugó un rol clave en el nuevo trazado de fronteras: con ella nació el mandato, nombre que recibieron los territorios perdidos o desgajados de las potencias derrotadas durante el conflicto, luego gestionados por las victoriosas. En algunos casos, con la escusa de prepararlos para su futura independencia. «El establecimiento de mandatos por la Sociedad de Naciones dictó que Francia se quedase como potencia mandataria sobre Líbano y Siria, y Gran Bretaña sobre Palestina, Jordania e Irak», explica a ABC José Luis Neila Hernández, catedrático de Historia Contemporánea. Una división que frustró los anhelos de los árabes. El jerife Hussein, autoridad religiosa de La Meca y cabeza de la revuelta incitada por los británicos en el seno del Imperio Otomano, no logró alcanzar su objetivo. «Fue una nueva redistribución colonial como las de finales del siglo XIX. Aquella práctica entró en colisión con otras promesas que los ingleses hicieron a los árabes por mediación de su agente Lawrence de Arabia, que trató de alzarlos contra los turcos con la promesa de la creación de una gran nación árabe», señala el historiador.
Si la partición territorial de Oriente Medio no satisfizo a los árabes, sí agradó a franceses y británicos. Las nuevas fronteras garantizaron los intereses económicos de ambas potencias en la región, intereses por entonces no tan vinculados a la explotación de petróleo, sino a la extracción de minerales. «El petróleo empezaba a ser utilizado y estaba sustituyendo al carbón, pero no era en ese momento lo más decisivo», indica Bernabé López. «Lo que importa mucho más y está mucho más claro en las instrucciones del ministro de Asuntos Exteriores francés a Picot son las riquezas mineras», añade este catedrático de Historia del Islam Contemporáneo. Aunque la obtención de recursos contó con otros incentivos clave para Londres y París. «Hay intereses estratégicos. Para Inglaterra era una región próxima al Golfo Pérsico y un paso del control de la ruta hacia la India», señala el especialista. «Francia estaba mucho más interesada en la zona Mediterránea por sus relaciones con el Líbano», añade.
La invasión estadounidense de Irak en marzo de 2003, la guerra que estalló en Siria ese mismo mes de 2011 y el surgimiento del grupo terrorista Daesh, organización radical suní que obtuvo un extenso control territorial con la toma de Mosul en septiembre de 2014, han escrito los últimos capítulos de esa violencia que azota a Oriente Medio.
En el año de su centenario, el pacto de Sykes-Picot alcanzado por Reino Unido y Francia en mayo de 1916, germen de las fronteras que dividen el territorio, se baraja como una de las causas de los conflictos que arrasan la región. Ese orden establecido tras el reparto de territorio e influencia entre potencias coloniales durante la Primera Guerra Mundial peligra más que nunca: el enfrentamiento entre ramas del islam y etnias, combate abierto pese al retroceso yihadista, puede pulverizar el legado de los diplomáticos que actuaron siguiendo las órdenes de Londres y París.
Llegaron a ganar más de 1 millón de dólares al día
El autodenominado Estado Islámico logró hacerse en 2014 con gran parte del negocio petrolero de Siria, proporcionándole ingresos y combustible para llevar a cabo sus ofensivas tanto en Siria como en Irak. Sin embargo, desde noviembre de 2015, los ataques de la coalición han cortado los ingresos de Daesh en un 40%. En su punto más álgido consiguieron producir más de 44.000 barriles al día en Siria e Irak, para ganar entre 1 y 2 millones de dólares al día, según estimaciones de la «CNN». El Gobierno británico estima que el 40% de los ingresos de Daesh procede del petróleo, otro 40 de la extorsión, impuestos y economía local, y el 20 restante de venta de antigüedades y donaciones. En los últimos meses, Daesh ha perdido el 40 por ciento de territorio en Irak y el 10 en Siria. Motivo por el que se esperan más atentados como los de Bagdad la pasada semana, con más de 60 muertos, o los de Siria, que mataron a más de un centenar de personas en Latakia y Tartous, controladas por Assad.
«Más del 90% de los ingresos iraquíes proceden de las exportaciones del petróleo. El oeste suní apenas ha recibido dinero del crudo», añadía Cordesman en 2006. Las tensiones y marginalización de determinadas zonas han alimentado el surgimiento de Daesh. Como ocurrió en el norte de Nigeria con Boko Haram. Yahya al-Kubaisi, consultor del Iraqi Center for Strategic Studies, cree que Irak ha sido abandonado desde 2001. «Abadi (que sustituyó a Maliki, tras su dimisión) se diferencia muchísimo de Maliki, es mucho menos sectario a favor de los chiíes. Sin embargo, Abadi no ha cumplido con la mayoría de lo prometido, y como se ha visto, no creo que haya conseguido estabilidad, aunque mejore mucho con respecto a su predecesor, el preferido de los iraníes para controlar desde dentro el país. Ahora Abadi parece mucho más débil que hace un año en su posición. Y no conseguirá estabilidad en el corto plazo». dijo en una entrevista para ABC.
Del Kurdistán iraquí se extrae el 74% del total de Irak, según el Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI). Con el estallido de la guerra contra Daesh en 2014, la desintegración en tres del país y la dimisión de uno de los considerados culpables de las tensiones entre ramas del islam, el entonces primer ministro Nuri al Maliki, Bagdad y Erbil llegaron a un acuerdo con el petróleo kurdo. El Gobierno iraquí aceptó enviar a los kurdos un 17% de su presupuesto anual, aprobando incluso financiar a sus tropas, a cambio del compromiso kurdo de exportar su producción de crudo a través de la compañía estatal iraquí.
Bin Laden, emir; Al Bagdadi, califa
Desde que Abu Bakr al Bagdadi se autoproclamara califa en la mezquita de Mosul en junio de 2014, el autodenominado Estado Islámico ha presumido de la demolición de las fronteras de Sykes-Picot. «Después de la demolición de la frontera siria-iraquí establecida por los cruzados (Occidente) para dividir y dividir a los musulmanes, y repartirse sus tierras con el fin de consolidar su control de la región, los muyahidin (yihadistas) del califato le han asestado un nuevo golpe al nacionalismo y las fronteras de Sykes-Picot», anunciaba la revista propagandística Dabiq, en su número cuarto, de octubre de 2014.
La idea de un «gobierno» para todos los musulmanes ha vuelto una y otra vez en la Historia. Pasaron 90 años entre el fin del califato otomano y el anuncio del autoproclamado califa Abu Bakr al Bagdadi en verano de 2014: «Esta idea ha sido rescatada por varios grupos políticos en Oriente Medio y ahora Daesh ha hecho de ella la clave de su política», dijo en una entrevista a ABC el reputado arabista Hugh Kennedy, de la Universidad de Londres (SOAS). Al Qaida, que rivaliza con Daesh para liderar el yihadismo global, quiere su emirato al norte de Siria. Según dio cuenta «Foreign Policy», esta decisión forma parte de una estrategia a largo plazo que el grupo terrorista comenzó a adoptar a finales de la década de 2000. Lo hizo primero en Yemen, en 2011, y luego en Mali, en 2012. Al Qaida se ha presentado desde el estallido de las revueltas árabes como el movimiento yihadista inteligente, metódico y persistente que, en contraste con Daesh, habría adoptado una estrategia más alineada con el día a día de los suníes.
«La diferencia entre califato y emirato responde a una rivalidad conceptual entre Al Qaida y Daesh, que habla de califa y califato, pero en el caso de Al Qaida nos acordamos desde el principio hablaba de emir y no de califa. Si Al Qaida recurre al califato, se estaría apropiando de un título ya utilizado por ISIS. La insistencia en Emir (príncipe), como se le llamaba a Osama Bin Laden, es una manera de decir que el lider de Al Qaida no se eleva al nivel de los que estaban antes, califatos asignados en el entorno de Mahoma. Al Qaida decidió hace mucho tiempo que su rol era político antes que religioso», explica Mikail.
«Si Irak se fragmenta de manera oficial y da a luz a tres países, eso tendría repercusión en otros Estados de la región. Sykes-Picot sigue existiendo, terminará un día, pero no lo veremos en los próximos meses», agrega el analista, cuyos padres emigraron de Siria a Francia en los años setenta. El acuerdo de Sykes Picot es responsable por el hecho de que potencias coloniales decidieron acabar con el Imperio Otomano y dividir la región según sus intereses. «Tienen muchos más problemas estructurales y acusar a Sykes-Picot es desviar su propia responsabilidad», concluye.
[Fuente: Por F.J. Calero y Silvia Nieto, ABC, Madrid, 31may16]
This document has been published on 01Jun16 by the Equipo Nizkor and Derechos Human Rights. In accordance with Title 17 U.S.C. Section 107, this material is distributed without profit to those who have expressed a prior interest in receiving the included information for research and educational purposes. |