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28sep14
Lady Al Qaeda ya es Lady IS
Aafia Siddiqui, una neurocientífica paquistaní educada en las mejores universidades de Estados Unidos, es la otra hoja del cuchillo que cercenó vilmente las vidas de los reporteros norteamericanos James Foley y Steven Sotloff, y el trabajador humanitario británico, David Cawthorne Haines. Condenada a 86 años de cárcel por el ataque a soldados estadounidenses en Afganistán, el Estado Islámico ha desempolvado su nombre en los supuestos canjes que ha ofrecido para salvar las vidas de los occidentales secuestrados en su califato, cuyos dominios se extienden por amplias zonas de Siria e Irak.
«Durante nueve largos meses, el Gobierno estadounidense arrastró sus pies, reacio a tomar las medidas necesarias para salvar la vida de James. (...) Los presos británicos y americanos permanecieron en las celdas del Estado Islámico después de que sus gobiernos se negaran por arrogancia a liberar a nuestros hermanos encarcelados y a nuestra hermana Aafia Siddiqui», explica el IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) en el último número de Dabiq, su publicación en inglés.
A Fouzia, la hermana de Aafia, le cuesta conciliar el sueño desde entonces. «Ha sido una noticia muy perturbadora. Resulta terrible comprobar que quienes secuestran y decapitan a periodistas y activistas occidentales están usando el nombre de mi hermana», confiesa vía telefónica desde la ciudad paquistaní de Karachi en una entrevista exclusiva a Crónica. «La familia lleva 12 años luchando por su liberación a través de cauces pacíficos y dignificantes. El IS sólo busca arruinar nuestra labor y mejorar su reputación aprovechando la enorme simpatía que despierta la causa de Aafia», esboza Fouzia, neuróloga de profesión.
El mes pasado, la campaña que pide su liberación superó las 100.000 firmas de apoyo. «Si supiera que están usando su nombre para justificar sus acciones, lloraría y suplicaría por quienes han muerto. Lo que el IS está haciendo no ayuda a nadie», asevera su hermana. La convicta -a la que los acólitos del califato han convertido en pieza de canje y la prensa estadounidense ha bautizado como «Lady Al Qaeda»- es un icono en Karachi, donde nació en 1972. Su padre Mohamed Salay era un reputado neurocirujano educado en Reino Unido y su madre Ismet, una profesora de enseñanzas islámicas que llegó a ocupar un escaño en el Parlamento paquistaní y trabar amistad con el entonces presidente del país, Mohamed Zia ul Haq.
Aafia, el tercer y último retoño, siguió la senda de su hermana Fouzia, una mujer brillante formada en Harvard. En 1990 se fue a cumplir su sueño americano. Tras un breve paso por la Universidad de Houston obtuvo una beca en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology. Con tan solo 23 años, se casó por teléfono con Amjad, un joven anestesiólogo de su ciudad natal al que jamás había visto. La pareja, que tuvo tres hijos, se estableció en Massachusetts y más tarde en Boston.
Aafia obtuvo su doctorado en 2001 poco antes de que los salvajes atentados contra las torres gemelas de Nueva York dieran un vuelco a su vida. Entregada a la predicación islámica, el FBI la interrogó en mayo de 2002 por la compra, a través de internet, de equipos de visión nocturna, chalecos antibalas y manuales militares. Un mes más tarde, el matrimonio hizo las maletas y puso los pies en polvorosa.
El rastro de la «hermana» más citada por el IS se esfumó al llegar a Karachi. En 2003 el fiscal general de EEUU la declaró «la mujer más buscada del mundo». Desde entonces y hasta su arresto en 2008 su desaparición ha alimentado tesis opuestas. Según la inteligencia estadounidense, se movió por territorio talibán. Sus parientes, sin embargo, lo niegan. «Hay pruebas de que las agencias de inteligencia paquistaní y estadounidense participaron en su secuestro. Fue una acción conjunta», sostiene Fouzia, quien refuta además que su hermana se casara en 2003 con el sobrino de un líder de Al Qaeda y cerebro del 11-S. «Los trámites del divorcio concluyeron después de ser secuestrada. Estamos convencidos de que su ex marido, un tipo violento, tiene mucho que ver en el martirio de Aafia», murmura.
La versión oficial indica que fue capturada en julio de 2008 en Afganistán. Llevaba encima cianuro de sodio y pliegos con instrucciones para fabricar armas químicas. Durante el interrogatorio, agarró el fusil de un oficial y abrió fuego al grito de «Allahu akbar» (Dios es grande, en árabe). No hirió a nadie pero uno de los militares le descerrajó dos balas en el abdomen. Dos años más tarde, un tribunal federal la condenó a pasar 86 años entre rejas por intento de homicidio. Desde el veredicto, vive confinada en un penal de Fort Worth (Texas). Su periplo, repleto de sombras y dobleces, ha aparecido en los canjes de prisioneros propuesto por talibanes, Al Qaeda e incluso el gobierno paquistaní.
El IS, que ha eclipsado al resto de organizaciones yihadistas, ha sido el último en sumarse a quienes hacen uso de su nombre. Sus cabecillas no sólo exigieron su liberación como contrapartida al final del cautiverio de Foley. También lo han ofrecido para salvar a la trabajadora humanitaria estadounidense de 26 años que fue secuestrada el año pasado en Siria. Su insistencia ha provocado que algunas voces en Washington pongan en tela de juicio la política estadounidense de no negociar con grupos terroristas ni pagar rescates. Un alto funcionario y ex marine ha reconocido que «dentro del departamento de Defensa» se ha llegado a plantear la opción de negociar con Aafia.
«¿Por qué hablan de ella ahora? ¿Por qué los extremistas mencionan su nombre? Nadie dijo nada durante los cinco años que pasamos buscándola ni cuando fue condenada», replica Fouzia. «Nadie, ningún ser humano, merece ser privado de libertad si no ha cometido un crimen ni sus familias merecen padecer este tormento», relata con extraordinaria entereza. Lo que resulta más llamativo es que -como subraya la neuróloga y denuncian organizaciones de derechos humanos- Aafia nunca fue condenada por su colaboración con la red de Osama Bin Laden.
«Incluso el tribunal lo ha reconocido. No se han hallado conexiones ni con Al Qaeda ni con los talibanes. No ha sido condenada por terrorismo. Por mucho que los medios de comunicación occidentales la llamen Lady Al Qaeda, la verdad prevalecerá algún día», confía Fouzia, quien no ha perdido aún el optimismo y alterna la batalla por recuperar a Aafia con el cuidado de dos de sus hijos hallados en extrañas circunstancias. «Mi hermana es una víctima más de la guerra contra el terrorismo. Sí, es cierto que probablemente estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero le pido a la gente que abra los ojos y considere los hechos», señala. Y agrega: «Aafia debería ser puesta en libertad. No por un intercambio de prisioneros o como parte de un rescate. Debería ser liberada porque sencillamente no es culpable».
[Fuente: Por Francisco Carrión, El Cairo, El Mundo, Madrid, 28sep14]
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