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25jul09


La guerra y la paz frente a la toma del poder de la barbarie


Para Mel

Nadie me ha tocado, pero siento la huella del garrote en la espalda y el sabor de sangre en la boca. A horas de distancia del golpe, podría meditar sobre una infinidad de muestras de barbarie de la gente que ha usurpado el Poder Ejecutivo. Desde el asalto a la residencia del Presidente hasta la represión de los manifestantes que cada día son más, las detenciones arbitrarias y la persecución de periodistas independientes. Son bárbaros los oficiales que han ordenado disparar sobre gente desarmada. Bárbaras las escuadras de Billy Joya que allanan moradas y golpean a los asociados inocentes, buscando o implantando evidencia para construir el argumento. Ante los asesinatos en público que esconden, las violentas intimidaciones en persecución odiosa, la supresión de libertades elementales de información y expresión, locomoción y reunión. Son brutos el brevemente Canciller Ortez y la Ministra de Cultura que personifica la falta de idoneidad. Quién puede tener dudas aún de que estamos frente a la toma de poder de la barbarie, de una legión de improvisados que están al frente del Gobierno porque nadie decente aceptó desempeñarse como Secretario de un régimen usurpador. Y todo hombre o mujer civilizada está obligado, a defender los valores elementales de la convivencia. Podría suceder un milagro, pero no entiendo qué se podría negociar, cómo se pudiera cogobernar con el golpista, ni tolerar su mando y compañía. Nunca ha funcionado apaciguar a la bestia.

Agotado el recurso de la mediación, no queda más que la confrontación. Es decir, según ellos, el enfrentamiento entre sus armas y nuestros cuerpos y alma desnuda. Pero también cuerpos que tienen un derecho natural a la defensa. Quienes derrocaron al gobierno con instrumentos -que sólo ellos tenían entonces- de guerra, andan por ahí proclamando "la paz" con camisetas blancas (no sé quién sea autor de esa canción "camisita blanca", pero quiero conocerlo). Se llenan la boca además hablando de democracia quienes violentaron el mandato del Presidente que han elegido los ciudadanos, y unos cuantos mozalbetes se autodenominan "Generación por el Cambio" luego de haberse opuesto a una reforma constitucional para volver útil nuestra Carta Magna. Llaman a la prudencia quienes pidieron el golpe. Y se rasga las vestiduras sin vergüenza quien le pide al Presidente que no regrese para "evitar la sangre", escondiendo al muerto en el patio trasero y bendiciendo las armas humeantes. Pero la paz como la gobernabilidad dependen de la justicia.

Parafraseo al colega Fabricio Estrada, basado en la verdadera doctrina católica: "La paz es una construcción social que… necesita de una estructura ciudadana consciente de los valores que la forman, valores que la clase política hondureña ha sabido… pervertir … (así) estos valores aparecen desvinculados de la realidad personal del ciudadano, (quien) por eso, no se apropia de ellos como medios para frenar la corrupción, la injusticia, la irresponsabilidad y el irrespeto interpersonal, verdaderos causales de la violencia y de la inestabilidad social". Subiría que no es algo que se proclama, si no que se construye con el respeto al otro.

El mandamiento dice que está prohibido asesinar al indefenso, al desprevenido. Pero la antigua sagrada escritura acierta al decir que "hay un tiempo para la paz y un tiempo para la guerra". Las libertades públicas e individuales nacieron de las revoluciones liberales que fueron insurrecciones armadas, entre ellas la revolución estadounidense desde 1776, guerra sangrienta que empezó como rebelión fiscal. Nuestro himno nacional recuerda que hay que estar dispuestos a morir por la patria. Nadie merece lo que no defiende. Y vamos a tener que defender un mejor país para todos, justo y decente, sin miseria. O abjurar de él.

No voy a llamar a la guerra; odio la idea de la guerra y sus horrores. No tengo autoridad para ello ni ya las condiciones para ser un buen guerrero material. Pero tengo que decir aquí que tampoco creo en poner la otra mejilla confrontado con este tipo de amenaza. Y entiendo que la guerra no la hacen los pueblos por mera pasión ideológica si no porque no les dejan otra salida para conservar un mínimo de libertad, de dignidad, de convivencia.

Permítaseme ahora dirigirme en público a mi Presidente. Ha hecho bien en mantenerse Usted activo en el exterior, apuntalando las acciones de quienes dicen querer ayudarnos. Hubiera sido ideal que lo acompañaran a Ud con garantías en su retorno; pero no pueden pedirle más demora. Casi un mes de gestiones diplomáticas han resultado en nada aunque han legitimado nuestra razón y puesto en evidencia la sinrazón del usurpador. Ahora es obligado regresar. Está claro que sólo el pueblo puede obligar a la salida del dictador. Lo escucho decir que Usted no sabe si va a morir. Tampoco sé yo. Temo lo peor. Usted no se va a dejar humillar y sus enemigos tienen una ventaja insuperable de poder de fuego. Yo lo hubiera preferido de amigo que de mártir. Pero Usted no tiene alternativa, Primo.

Purgue Usted sus pecados, si hace falta, pero denos ejemplo de virilidad, carajo. No tiene obligación de esperarlos desarmado, que no fue nunca la costumbre de nuestros ancestros, aunque yo la aconsejaría por ser la opción más valiente, la resistencia pacífica, la desobediencia civil, la insurrección desarmada. Espérelos con un bordón de palo en la mano. Convoque a esa gente con que Usted tiene compromisos y los que lo han ayudado a mantener la resistencia, ese pueblo indignado y heroico. Ármenos de convicción y de fe en nosotros mismos. Entonces, mi comandante supremo, dé un paso al frente y dé la orden. Usted ya no es Usted. Ha abdicado el derecho a un proyecto personal, ya es un símbolo y tiene compromiso superior, personifica y se debe a su pueblo, al que le ha despertado ilusión y sed de justicia y, si llama a su pueblo a la insurrección tiene que ponerse en la línea de fuego y a la altura de este reto.

En cuanto a ti soldado. La patria que estás llamado a defender, a cuyo servicio se te reclutó y juramentó no es una abstracción que pueden invocar los leguleyos para darte órdenes criminales, la patria son tus padres ancianos, tus hermanos y tus hijos, niños, que están en la calle con el pueblo, sobre el cual se te ordena disparar. Juzga quién te engaña y quién te enseña la verdad. Dispárale si es preciso al que te amenaza y te quiere ensangrentar las manos, y no a quienes has jurado proteger. Sé que hay soldados esperando al Presidente para ponerse a sus órdenes y puedo anticipar, estoy calificado para ello, que sus nombres pasarán a la historia y al arte que inmortaliza. Los del usurpador al basurero.

[Fuente: Por Rodolfo Pastor Fasquelle, Tiempo, Tegucigalpa, 25jul09]

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