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02sep03


Un nazi en la corte de Franco


ARamón Serrano Suñer la muerte le sorprendió --a su edad es un decir-- a pocas semanas de la presentación de una querella criminal, por delitos de genocidio, en un tribunal de París, impulsada por un grupo de exdeportados en campos de concentración nazi y sus familiares. Una querella, asimismo, ampliada a sus estrechos colaboradores todavía vivos, como Luis Alvarez de Estrada, barón de Torres.

A nadie le gusta enjuiciar a un anciano centenario, pero la falta de arrepentimiento, personal, colectivo e institucional, ante las responsabilidades políticas y morales de la represión franquista, motivaban esta acción judicial. Representaba, por otra parte, un toque de atención a nuestros jueces, y concretamente al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, empeñados, con razón, en la persecución de los criminales chilenos y argentinos, mientras ignoraban a los responsables del genocidio franquista.

No se trata tanto de pedir responsabilidades penales, exoneradas por la ley de amnistía de octubre de 1977, sino simplemente de que el Gobierno ponga los medios para reparar el dolor y la dignidad de las víctimas --la más acuciante la identidad de los sepultados en las fosas comunes--, tal como perseguía la resolución aprobada por unanimidad en el Congreso de los Diputados en noviembre del año pasado.

Pero, en pocas palabras, mientras el Gobierno multa a los antifranquistas, continúa subvencionando generosamente a la Fundación Nacional Francisco Franco.

Serrano Suñer hoy es noticia por su muerte y no por su incriminación en un tribunal de París. Quizá se hubiese ahorrado el mal trago judicial por motivos de salud, como le sucedió al general chileno Augusto Pinochet en Londres. No obstante, seguro que le afectó la decisión del Ayuntamiento de Gandesa, el pueblo de donde era originaria su madre, de rebautizar con el nombre tradicional de Miravet la calle que hasta el 1 de abril de este mismo año ostentaba su nombre. Curiosamente, la decisión de poner su nombre a una calle de la población no procedía del franquismo sino del primer consistorio elegido democráticamente en abril de 1979, presidido por un convergente y aprobado por unanimidad.

Curiosamente, también, la decisión de cancelar su nombre, impulsada por el alcalde Miquel Aub , independiente y que no optaba a la reelección, se tomó no sin tensiones, con el voto contrario del Partido Popular y la abstención de los nacionalistas de CiU.

Ramón Serrano Suñer nació en Cartagena en 1901, se licenció en Derecho y ejerció de abogado del Estado. A pesar de su ascendencia catalana se impregnaría hasta la médula de la cultura castellana y fue un devoto de la España imperial del siglo XVI. En su fervor castellanizante, no tuvo reparos en cambiar el acento agudo por el llano en su apellido materno.

En febrero de 1931 se casó en Oviedo con Zita Polo, la hermosa hermana de Carmen Polo, esposa del general Franco. Este fue el padrino de la novia y José Antonio Primo de Rivera, el padrino del novio. De esta manera, a la amistad con el futuro fundador de Falange Española e hijo del dictador Miguel Primo de Rivera, los lazos familiares le aproximaron a la figura del general. Serrano Suñer jugó el papel de puente y de intermediario entre estas dos figuras antitéticas durante la Segunda República.

Franco no le perdonó a José Antonio Primo de Rivera su oposición a optar a un escaño parlamentario. Días antes de las elecciones de febrero de 1936, Serrano Suñer consiguió que el general Franco y el fundador de Falange se entrevistaran en el domicio paterno de Madrid. Ante la petición del político de que Franco se sumara a un golpe militar en el caso de un triunfo del Frente Popular, éste respondió con frialdad y evasivas. Franco nunca perdonó la altivez, el carácter aristocrático y carismático de Primo de Rivera y, por ello, no movió un dedo para salvarlo. Franco prefirió convertirlo en un mártir, el ausente , que compartió con él el liderazgo político.

Serrano Suñer consiguió un acta de diputado por la coalición derechista CEDA, dirigida por Gil Robles, en 1933, y la mantuvo hasta 1936. Al inicio de la sublevación militar fue detenido en Madrid. Más tarde aprovechó su estancia en un hospital para fugarse y pasarse a la zona rebelde. Desde el año 1937 ejerció como secretario político de Franco y se convirtió en su principal consejero. De aquí los apodos valido o, simplemente, cuñadísimo.

Su principal contribución fue la de crear el entramado jurídico del nuevo Estado y la redacción del decreto de unificación de falangistas y carlistas; es decir, el partido único, al servicio de Franco.

Ocupó los ministerios de Interior (1938) y de la Gobernación (1939) en los momentos más duros de la represión franquista. En 1940, con la hegemonía del Tercer Reich en Europa asumió la cartera de Asuntos Exteriores, debido a su perfil filonazi. Fue uno de los protagonistas y testigo presencial de la entrevista entre Hitler y Franco en Hendaya y, posteriormente, entre Mussolini y Franco en Bordighera.

Serrano Suñer fue el principal impulsor de la División Azul y de someter la economía española a las necesidades de guerra de la Alemania nazi. A finales de 1942, con el giro favorable a los Aliados en la segunda guerra mundial, Franco lo apartó del Gobierno.

En 1947 publicó el libro Entre Hendaya y Gibraltar, reeditado en numerosas ocasiones, en el cual intenta justificar el logro franquista de no inmiscuirse directamente en la segunda guerra mundial. Cuestión hoy en día rebatida por la historiografía a través de los documentos de procedencia alemana.

Retirado de la política, y ejerciendo como abogado brillante, aprovechando sus relaciones familiares con el dictador, todavía a finales de los años 50 apoyó públicamente a los militares franceses que intentaron un golpe de Estado en Argelia contra el general De Gaulle.

Serrano Suñer será recordado por su intervención decisiva en el traslado y la muerte de miles de republicanos españoles en los campos de concentración nazis. Ante la pregunta del ministro de Asuntos Exteriores alemán, Von Ribbentropp, sobre qué debían hacer con los republicanos españoles, el ministro español le contestó que los republicanos no eran españoles, que no tenían patria. Por consiguiente, fueron tratados como apátridas y enemigos del Estado alemán. Seis mil hombres y mujeres, ancianos y niños, no vivieron para contarlo. Todavía en el año 1977, ante la periodista Montserrat Roig, Serrano Suñer expresaba su admiración por el Tercer Reich y su repugnancia por la democracia liberal.

Serrano Suñer fue asimismo responsable de la captura y traslado a España del presidente de la Generalitat catalana Lluís Companys, el sindicalista Joan Peiró y el director de El Socialista, Julián Zugazagoitia, posteriormente fusilados.

[Fuente: Por Andreu Mayayo, El Periódico, Extremadura, 02sep2003]

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