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01ago19


Delirante e ignominioso proyecto de investidura


Si algo quedó claro de la sesión de investidura de la semana pasada, es que el gobierno de coalición no entraba en los planes de Pedro Sánchez. Del mismo modo que logró hacerse con todo el poder dentro del PSOE y transformarlo en un instrumento a su mayor gloria, con sus 123 diputados ha pretendido y pretende gobernar como si tuviera mayoría absoluta. Al igual que persigue (aun cuando se hizo famoso por su "no es no") la abstención sin contrapartidas de Ciudadanos o del Partido Popular, ha ambicionado desde el primer momento que, de forma graciosa y sin nada a cambio, Podemos votase afirmativamente su investidura. No reiteraré lo ya señalado en mi artículo de la pasada semana acerca de la cantidad de pretextos que los sanchistas fueron desgranando para evitar negociar un gobierno de coalición.

La ultima excusa, cosa totalmente insólita, el veto al líder de la formación con la que se tenía que pactar y que estaba sin duda orientada a abortar radicalmente cualquier posibilidad de coalición. La renuncia de Pablo Iglesias debió de cogerles por sorpresa y los dejó momentáneamente desorientados. Los sanchistas no tuvieron más remedio que sentarse a negociar, pero para comenzar una transacción enloquecida y delirante, cuya finalidad era más bien justificar la ruptura que conseguir el acuerdo. Solo así se explica que se pretendiese abordar en cinco días una negociación que, por ejemplo, en Alemania duró más de tres meses, y con múltiples momentos de desencuentro que daban la impresión de que iba a romperse la baraja.

A quien conozca un poco la Administración no le puede caber la menor duda de que Pedro Sánchez y sus secuaces han pretendido burlarse de los podemitas, al tiempo que construían un relato falsario e hipócrita tendente a echar sobre la otra parte la responsabilidad de la ruptura que se vislumbraba y se perseguía desde el principio. Solo la ignorancia de los periodistas y la adhesión de muchos de ellos al poder representado en este momento por el PSOE han podido hacer que se comprase el relato de los sanchistas y que no se haya visto desde el primer momento el retorcimiento y mala fe con los que estos han actuado.

Las ofertas presentadas por el PSOE eran para lanzar una carcajada. Solo humo, promesas sin contenido, flatus vocis. Nadie puede tomarse en serio a poco que se reflexione la propuesta del PSOE: una vicepresidencia sin saber muy bien lo que incluía, excepto un comisionado inventado en su momento por Sánchez para hacer creer al personal su extrema preocupación por la pobreza infantil y para colocar a unos cuantos fieles, entre ellos a la actual ministra de sanidad. Las competencias del comisionado: hacer estudios y recomendaciones a los ministros.

Tras más de cuarenta años de democracia y la existencia de múltiples gobiernos, cada uno con su estructura, conocemos ya bastante bien que la importancia de una vicepresidencia depende de varios factores. Primero, de las competencias y cometidos que el decreto de organización del ejecutivo le asigne directamente. Segundo, de los ministerios que dependan de ella, aun cuando el poder es menor que si asumiese directamente esas competencias. Hecho que conocen muy bien los vicepresidentes económicos, que siempre han preferido que Hacienda estuviese unida a Economía y a la Vicepresidencia, formando un único ministerio. Tercero, del número de vicepresidencias que haya en el ejecutivo; y cuarto y principal, del papel y las tareas que quiera encomendarle en cada momento el presidente. A la vista de todo ello, parece bastante claro que no había nada que garantizase que Irene Montero no quedase convertida en un elemento ornamental, un jarrón chino como diría González.

La burla se confirma con los tres ministerios ofrecidos por los sanchistas a Podemos, poco más que direcciones generales. Dos de ellos pertenecen a la hornada de ministerios ficción creados por Zapatero en su etapa de esnobismo y ocurrencias, diseñados como puros instrumentos de publicidad y propaganda y para dar cabida a las ministras de la cuota. El primero es Vivienda, que en 2004 surgió por la transformación de una dirección general, retrotrayéndose a la época franquista, única etapa en la que había existido como tal, y que en 1977 se había transformado ya en dirección general. Había, además, un factor que hacía más inexplicable y cómico el retorno: en 2004 las competencias estaban ya transferidas casi en su totalidad a las Comunidades Autónomas. Todo ello lo deben conocer bien tanto Cristina Narbona como Borrell. La primera ocupó esa dirección general a mediados de los noventa en el Ministerio de Fomento, en el que era precisamente titular el segundo. El ministerio duró lo que duró Zapatero. En los momentos actuales, la dirección general ha retornado a Fomento, eso sí, convertida en una secretaría general. Cosas de la inflación administrativa.

El otro ministerio de origen zapateril es el de igualdad, ministerio fugaz que no duró ni siquiera una legislatura. Creado por Zapatero para Bibiana Aído, que aportaba amplios conocimientos de gestión adquiridos como directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco. Se formó con retales extraídos del Ministerio de Trabajo, tales como el Instituto de la Juventud y el de la Mujer. No tenía como finalidad combatir, por supuesto, la desigualdad con mayúscula, sino únicamente la de género, y habrá que convenir, sectarismos aparte, que no es la más grave, ni representa según las encuestas el problema número uno de los españoles. Sin embargo, sí es cierto que esgrimir la bandera de su persecución les suele resultar muy rentable desde el punto de vista electoral a los partidos políticos y puede constituir al mismo tiempo el medio para que la izquierda disimule y justifique el desistimiento en la batalla de las otras desigualdades más radicales, pero más difíciles de corregir. El éxito del nuevo ministerio debió de ser tan arrollador que fue el mismo Zapatero el que, dos años después de su creación, decidió integrarlo en el departamento de Sanidad, eso sí, convertido ya en secretaría de Estado.

Y con el rango de secretaría de Estado permanece actualmente en el gabinete de Pedro Sánchez, incardinado en la vicepresidencia de Calvo (bonitas). Resalto lo del rango porque otra cosa no tiene; tan solo una dirección general, e incluso le sobra, ya que las competencias sobre la materia se encuentran, como no puede ser de otro modo si se pretende de verdad la igualdad de hombres y mujeres, en los otros ministerios: Trabajo y Seguridad Social, Interior, Justicia, Sanidad, Hacienda, Educación, etc., etc. Recordaré para terminar que la ocurrencia de Zapatero acerca de la creación de estos dos ministerios llenó, en primer lugar, de estupor a los funcionarios de Hacienda que tuvieron que implementar las correspondientes modificaciones presupuestarias, contables y de control y, más tarde, de cierta indignación acerca del desconocimiento y ligereza con que los políticos jugaban con la organización administrativa. Me imagino ahora su cara de asombro y sorpresa al escuchar a Calvo y a Lastra afirmar que han ofrecido las joyas de la corona a Podemos.

El tercer ministerio propuesto, el de Sanidad, aparentemente es el que tiene más consistencia, pero tampoco debe olvidarse que, desde que Aznar se bajó los pantalones frente a Pujol en el Majestic, la materia está transferida a las Comunidades Autónomas. En fin, resulta evidente que -tal como proclamó Andrea Lastra desde la tribuna del Congreso en un intento perverso de anatematizar a Podemos- a estos se les habían ofrecido las dos terceras partes del Gobierno. ¿Sabrá acaso la portavoz del grupo parlamentario socialista cuáles son las funciones del Gobierno y cuál es la organización administrativa?

Con todo, lo más indignante radica en el tratamiento despectivo que los sanchistas infligieron a Podemos, a los que se calificó de novatos, incompetentes e inexpertos. Lo más indignante por el grado de humillación que implicaba para la formación morada, a la que además deben el gobierno, y por el nivel de osadía y presunción que denotaba en los mariachis de Pedro Sánchez, que no destacan precisamente por su cualificación ni intelectual ni profesional, empezando por el propio presidente del Gobierno, cuyo único mérito es haber presentado una tesis doctoral plagiada y terminando por Andrea Lastra que no fue capaz de acabar la carrera. Resulta sarcástico escuchar a la portavoz del partido socialista reprochar a Pablo Iglesias que quiera conducir un coche sin saber siquiera dónde está el volante. Desconozco si los podemitas saben o no saben dónde está el volante, pero de lo que no me cabe duda es que no es precisamente este Gobierno el que puede dar clases de conducción.

En cuanto a la gestión, vale más no tener experiencia que contar con una mala experiencia. Me viene siempre a la memoria esa simpática novela de Pérez Lugín, "La Casa de la Troya", y la perorata del primer día de clase del catedrático, protagonizado en la película por Pepe Isbert, en la que afirmaba que entre un alumno que no supiese nada de la asignatura y otro que se aprendiese el libro de memoria aprobaría al primero y suspendería al segundo. Y daba la siguiente razón: porque el primero algún día podría aprender la materia, pero el segundo, nunca. Permítanme que haga una digresión y afirme que esto deberían tenerlo también en cuenta ciertos tribunales de opositores (abogados del Estado, interventores, inspectores, etc.) que se empeñan en que los opositores canten los temas en lugar de exponerlos. Pero retornando a la gestión administrativa, hay experiencias acuñadas entre tantos vicios, errores y descalabros que impiden cualquier intento de aprender a gestionar adecuadamente en el futuro. Mejor el no tener experiencia de gestión.

En estos días ha sido enormemente ilustrativo el haber descubierto quiénes eran los verdaderamente interesados en que Pedro Sánchez fuese nombrado presidente del gobierno. En las novelas de suspense hay siempre que interrogarse acerca de a quién beneficia el crimen. Aquí la pregunta sería "a quiénes favorecía la investidura". La respuesta parece inmediata. Lo dejaron medianamente claro ellos mismos, tanto desde de la tribuna como desde fuera: Bildu, Esquerra, Compromis y el PNV se posicionaron como los más entusiastas fans de Pedro Sánchez. Sería también enormemente aclaratorio que nos preguntemos acerca de sus motivos. Dejemos la contestación para un próximo artículo. Desde luego, nada tiene que ver en ellos el sentido de Estado que pretende Aitor el del tractor, que va de nube en nube, es decir, de bolsillo en bolsillo, ni por supuesto la política de izquierdas. Nunca he creído que el nacionalismo, y mucho menos el secesionismo, fuese de izquierdas. En este momento me contentaré tan solo con repetir ese refrán popular de "dime con quién andas y te diré quién eres". Dime quiénes son los que te quieren y es posible que se pueda pintar tu retrato.

[Fuente: Por Juan Francisco Martín Seco, República de las ideas, Madrid, 01ago19]

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