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25oct14
Un PP en estado de shock: los jueces y los escándalos sacuden los cimientos del partido del Gobierno
Con esto no se contaba. La parsimonia del juez Ruz parecía condenada a eternizarse. El caso Gürtel de deslizaba suavemente por el calendario. Pasaban los meses y no avanzaba. Transcurrían los años y apenas se movía. Era el caso inmóvil. Bárcenas cumple ya más de un año en prisión preventiva a la espera de juicio. Olvidado de todos, salvo de algún cronista amigo que, de cuando en cuando, lo paseaba por su columna. Nadie esperaba, de repente, tal cambio en los ritmos. Ruz se ha puesto las pilas, consciente de que su tiempo en el juzgado número 5 de la Audiencia Nacional toca a su fin y ha sacado toda su artillería.
En el PP parecía amortizado el caso de la Gürtel. Después de aquel consejo extraordinario presidido por Mariano Rajoy en los albores del verano del pasado año, se daba por hecho que aquel severo traspiés había fenecido. Oficialmente, estaba amortizado. No era así. Simplemente, estaba dormido. Y ha despertado con tal estruendo que ha sacudido los cimientos de Génova y Moncloa.
La peor de las maneras posibles
No se había asumido aún la renuncia de Rodrigo Rato por el tarjetazo del juez Andreu contra el ex vicepresidente del partido cuando el juez Ruz tomaba el relevo con la imputación de Ángel Acebes. Un directo a la mandíbula del partido. Un secretario general señalado por un juez y, además, por el turbio asunto de la contabilidad en B y la posible financiación irregular. Los cadáveres mal enterrados suelen reaparecer en forma de espantajo.
Génova reaccionó como un boxeador grogui. Sin aliento, sin tiempo de recuperarse de lo de Rato, llegaba lo de Acebes, un secretario general, dos veces ministro, un histórico, un referente. Nadie se lo esperaba. El escrito de Ruz apenas añadía nuevos elementos a lo ya sobradamente conocido. El auto se basaba en las declaraciones del ex tesorero Bárcenas en las que refería unas conversaciones con su predecesor Álvaro Lapuerta, también imputado.
La decisión del juez dejó al partido estupefacto. Acebes tan sólo aparecía en su condición de "responsable en la conducta de los empleados", según refieren los estatutos del Partido. Se reeditó una nota de prensa casi idéntica a la que vio la luz cuando estalló el escándalo de las fotocopias de Bárcenas y la contabilidad en B. Más que un comunicado, fue un balbuceo aterido por la desorientación y la sorpresa.
Algunos representantes del ala más joven de los populares deslizaban que tanto Rato como Acebes fueron importantes pero eran el pasado. Y añadían: "Pero no nos olvidemos de que son gente de Aznar. Ya ninguna estaba en la actividad desde hace mucho tiempo". Disparen sobre el aznarismo, que ya está vacunado.
La sombra alcanza a Cospedal
Mariano Rajoy telefoneó a Acebes. Fue su secretario general durante cuatro años y le guarda afecto. También el presidente estaba sorprendido con la actuación de Ruz. Era sabido que Bárcenas y la Gürtel todavía seguían judicialmente vivos. Pero nadie esperaba esta imputación. Otra vez el PP en todos los titulares de la corrupción. Un desastre. Que se vio reforzado, unas horas después, con la imputación del ex alcalde de Toledo, José Manuel Molina. Dinero negro que pudo usarse para financiar una campaña de Dolores Cospedal, mencionaba el auto. Lo que faltaba. Las ramificaciones de la agenda de Bárcenas se extendían al territorio de la actual secretaria general. Otro susto, otro sobresalto. Ni un día de respiro. El juez Ruz y su ametralladora bien engrasada.
Y para concluir la semana, un fundido en negro. Ruz, infatigable y celérico, emitía el viernes un auto en el que tocaba de lleno el corazón, físico, de Génova. Las labores de refacción del despacho del presidente y de la sala de prensa, donde se acomodan las famosas pantallas de plasma que tantas chanzas han provocado entre el periodismo nacional, se habían financiado en B. Datos de Hacienda, dice el instructor. Todo ocurrió en 2006, cuando Rajoy ya era presidente del partido. Obras por valor de 750.000 euros que, evidentemente, Bárcenas y el interiorista Gonzalo Urquijo tendrán que explicar. Otro asunto antiguo que reaparecía como en un Guadiana perfectamente diseñado para demoler los nervios del partido, para acabar con la paciencia del PP. No es de extrañar que muchos populares imaginaran historias de venganzas, de cuentas pendientes. "Ruz no parecía ser así. No es un Garzón", comentan en el PP algunos con el espíritu desolado.
"Cuerpo a tierra"
"Ruz dispara, cuerpo a tierra", resumía con jocosa resignación un veterano de la formación conservadora. El mazazo de las tarjetas de Rodrigo Rato había sido muy difícil de digerir. El PP tuvo que suspender sus encuestas para designar candidatos en Madrid por el tremendo efecto en su electorado de esta escandalera. "Aunque en el merdé de Caja Madrid aparecen todos los partidos, sindicatos y patronal, nos lo adjudican a nosotros. Es el PP el que más sale retratado. Es el que más pierde". Las tarjetas negras han incidido como un obús en la opinión pública. Rechazo generalizado por ser una entidad intervenida con el dinero de todos y, además, porque estafó a miles de impositores con las preferentes.
El PP intentaba que la rentrée estuviera protagonizada por dos elementos muy positivos para su causa. La recuperación económica, ahora pendiente de varios hilos algo débiles y, por supuesto, la campaña de la regeneración que impulsa Dolores Cospedal. Se da la circunstancia de que en unos días el PP va a entregar un borrador en el que quedan plasmadas las medidas de su proyecto en pro de la limpieza democrática. Una fatalidad. Casi en puertas de entrar en un año electoral, definitivo, toda la mugre vuelve a aparecer. Los sondeos ya eran inquietantes. Ahora, entre tarjetas y Bárcenas, seguramente todo irá mucho peor. El CIS de principios de noviembre tiene ya a todo el mundo de los nervios.
La generación de Soraya
Daban por finiquitado el caso Gürtel. Daban por amortizado el caso Bárcenas. El Partido Popular ha despertado de su placidez en medio de una pesadilla. Un retorno a lo más inquietante de su reciente pasado. Ruz, antes de finalizar su etapa de comisión de servicios en la Audiencia, pretende echar el cierre a este penoso episodio. Los sobresueldos y la financiación en B del Partido Popular. Nada menos. Asuntos de un pasado, en efecto. Pero Mariano Rajoy ya estaba ahí.
La generación de Soraya que nada pintaba ni casi existía cuando se perpetraban esos enjuagues ahora en fase de instrucción, contemplan la tormenta con inquietud pero con frialdad. Piensan, desde sus cómodos despachos en Moncloa o en algún ministerio, que son usos y costumbres ya superados. Son historias de 'la vieja guardia'. El problema es el rastro que ha dejado. Que tanto salpica y que tanto daño causa. Pero no va con ellos. Eso sí. Muchos se preguntan: ¿Y a todo esto, cómo es que Javier Arenas todavía está con nosotros?
[Fuente: Por José Alejandro Vara, Vozpópuli, Madrid, 25oct14]
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