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30may16
La última carta de Ángel Ron
El anuncio se concretó el pasado jueves. Pero el balance del Popular lo venía pidiendo a gritos desde diciembre de 2012. Aquella ya lejana ampliación de capital se fraguó en la nocturnidad de un consejo reunido durante todo un fin de semana de noviembre. Aquella inyección de 2.500 millones evitó a la entidad presidida por Ángel Ron el sonrojo de tener que solicitar ayudas públicas en el tsunami que vivía la banca española. Y, tras el sonrojo, hubiera llegado indefectiblemente la defunción del Popular como entidad en solitario. Ahora se necesitan otros 2.500 millones. ¡Maldita la cifra!, dicen ya algunos por el Popu. El remedio a la metástasis del ladrillo y a sus pobres coberturas -las más bajas de todo el sector- desde que Oliver Wyman entró en sus entrañas y alarmó de ello en lo más duro de la crisis.
El problema, ahora reconocido, se ha ido negando trimestre a trimestre en los ejercicios recientes. En las repetitivas palabras de Ron y el discurso apocado de Francisco Gómez, su CEO. "No necesitamos ampliación de capital…"; "estamos satisfechos con nuestras coberturas…"; "no vamos a vender a pérdidas…"; "ganaremos dinero con la recuperación de los precios del ladrillo…" Pero, también, y especialmente, con sus acciones. El Popular se ha comportado como una rara avis en su estrategia de desinversión inmobiliaria. En el extremo contrario del diapasón que movía a sus competidores. Cuando Sabadell rompió las hostilidades, y puso a precio de saldo su ladrillo a través de Solvia, después de los dos decretos Guindos de provisiones, el resto de entidades emularon la estrategia. Y la costa española se llenó de apartamentos low cost. 30.000, 40.000 ó 50.000 euros cuando en plena burbuja no bajaban de precios por encima de 120.000 ó 150.000 euros. ¡Ladrillo fuera! Había que soltar toda la morralla posible antes de que la Sareb cogiera velocidad de venta. Pero el Popular aguantó con precios altos. Lógico. Sus coberturas no lo permitían y, haber entrado en ese pulso, le hubiera generado millonarias pérdidas. "Recuperaremos provisiones cuando se recupere el mercado", decían entonces en el banco para protegerse de su política a contracorriente.
En paralelo, la mora oculta carcomía el balance. Un año después de la vital ampliación de 2012, la morosidad inmobiliaria del Popular se disparó en un 74%. El dato fue silenciado por Francisco Gómez en una complicada rueda de prensa de resultados del tercer trimestre de 2013 en el que no hicieron más que saltar alarmas ante la delicada situación de la entidad, sin antídoto frente al ladrillo. La tasa de mora inmobiliaria del grupo se situó en el 43% al cierre del tercer trimestre de 2013, frente al 24,71% de un año antes.
La herida no sólo no se cerraba, sino que no paraba de supurar. Entre julio y septiembre de ese ejercicio, las nuevas entradas de morosos en el mundo promotor ascendieron a 991 millones, lo que incrementó en casi 500 puntos básicos la mora inmobiliaria. Buena parte de este crecimiento se encuadró dentro del ejercicio de reclasificación de créditos refinanciados impuesto por el Banco de España. El Popular tuvo que traspasar un total de 874 millones en préstamos a dudosos y subestándar durante el tercer trimestre, de los 2.400 millones a los que se vio obligado a reclasificar desde el inicio de 2013. Ese septiembre, la cartera refinanciada del banco presidido por Ron ascendía a 14.746 millones: 5.906 millones de crédito normal, 1.426 millones en subestándar y 7.414 millones en situación dudosa. Pero el ajuste no estaba en fase terminal. Ni mucho menos.
Su exposición al sector inmobiliario cerró en 2015 en el primer puesto del ránking de todo el sector: 32.204 millones. El riesgo del ladrillo sobre el total de créditos seguía disparado en el 26%. Y frente al exceso, rácanas coberturas. Apenas el 39%, cuando el resto de entidades de la gran banca rozan o superan el 50%. Y frente a las rácanas coberturas, las dudas. Más cuando su ROE (rentabilidad sobre recursos propios) deambula a años luz del doble dígito y el margen de intereses sigue a la baja en este primer trimestre, por el castigo de las cláusulas suelo.
La radiografía hacía necesaria la ampliación anunciada la pasada semana. El movimiento despeja dudas pero también genera interrogantes. Por lo pronto, esa millonaria entrada de capital rearma al Popular en una posible negociación de fusión. Eso es cierto. El balance está más adecentado. Y cuando eso sucede, la fortaleza a la hora de negociar es mayor. Pero no le protege radicalmente frente al apetito de Caixabank, postulado para ser su comprador desde hace años, o al posible interés de Santander, Sabadell o BBVA.
Un devenir que será la consecuencia de cómo se resuelvan, en las próximas semanas, las ecuaciones de poder en el interior del consejo del Popular. La familia Amorim abandonó el barco en 2012, como consecuencia de aquella dramática ampliación de capital. De nuevo no hay que descartar bajas. Primero, por el alto coste que supone evitar la dilución en una entidad que ha anulado el dividendo y que vive en el mundo de las bajas rentabilidades. Segundo, porque hay que ver cómo evolucionan los movimientos realizados por la familia mexicana Del Valle, uno de los principales accionistas de la entidad, adelantados por este medio. Sus encuentros con Sabadell, Santander y Caixabank, en busca de un acuerdo que evitara la ampliación de capital, evidencian, cuanto menos, la falta de unanimidad en el consejo de la entidad. Sólo Allianz ha confirmado que acudirá a la nueva petición de Ron.
Los mexicanos tendrán que invertir otros 100 millones de euros para no diluir su 4,16% tras las ampliación. Parecida cifra debería desembolsar Credit Mutuel para proteger su 3,9%. Demasiado esfuerzo para un banco que cotiza a día de hoy a 0,6 veces valor en libros post ampliación y al que la falta precisamente de un grupo fuerte de accionistas de control le convierte en un claro candidato a ser adquirido.
Ángel Ron niega la mayor, sin embargo. Lo ha repetido en las seleccionadas entrevistas que ha concedido tras el anuncio de la ampliación. "No tenemos proyectos de fusión", reitera. "Popular no necesitará ampliaciones de capital en el futuro", enfatiza también. La frase ha resonado cíclicamente en estos tres años y medio. En este tiempo, ha reclamado a sus inversores 5.495 millones de euros solo por tres ampliaciones de capital, cifra superior a su capitalización. El jueves sumaba 3.797 millones, tras el desplome generado por el anuncio.
La última carta de Ron divide al mercado. No así a la banca española que cierra filas en torno al Popular. De cómo sepa administrarla dependerá su futuro al frente de una entidad, deseada por su rentable (y líder) negocio en el segmento de empresas, que ha sabido sobrevivir a la crisis financiera en España sin necesitar ayudas públicas. Tampoco para la adquisición del Pastor. Otro movimiento que también generó muchas tensiones al balance. En el camino de Ron quedan todavía algunos sobresaltos y un sonrojo. La posibilidad de apuntarse este año pérdidas contables en el entorno de los 2.000 millones.
[Fuente: Por Miguel Alba, Vozpópuli, Madrid, 30may16]
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