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12ene16
El Rey afronta el proceso a su hermana recluido en Zarzuela
Afrontó ayer el arranque del juicio a su hermana y a su cuñado recluido en su despacho de La Zarzuela. «El Rey trabaja por España», aseguraban en la Casa para responder de una agenda completamente vacía de actos públicos en una de las semanas más complicadas para la institución. Fiel a su estrategia, el Monarca eludió recibir en audiencia a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Por indicaciones de la Casa, ésta le comunicó «por escrito» la investidura de Carles Puigdemont.
La fotografía enmarcada de Felipe VI presidía ayer la sala del juicio en cuyo banquillo de los acusados se sentaba su propia hermana, la Infanta Cristina. Pero esa imagen estática e institucional del Rey -tan elocuente, por otra parte, sobre los límites de la Monarquía en la España constitucional- podría ser la única que los españoles recaben del jefe del Estado en este momento tan comprometido para la Corona.
Porque, a modo de una tormenta perfecta, el juicio sobre el caso Nóos y sus implicaciones sobre el pasado reciente de la propia Casa del Rey ha venido a coincidir con la constitución in extremis de un nuevo Gobierno independentista en Cataluña. Y a los dos desafíos, el Rey prudente decidió responder ayer con el silencio administrativo y una agenda vaciada por completo de actos públicos.
«El Rey trabaja por España», declaraban en La Zarzuela a modo de respuesta sobre la aparente desaparición del Monarca. Las fuentes consultadas aseguraban que, pese a la ausencia de actos, el Monarca atendía a tareas de despacho. «Está en todas las cuestiones que afectan a España», insistían, tanto a propósito de la mencionada e histórica vista de Palma de Mallorca, como de los primeros pasos del Ejecutivo catalán; pero lo decían, también, en relación con la constitución de las Cortes, este mismo miércoles o, más aún, con la trastienda de las difíciles negociaciones en torno a la formación de un nuevo Gobierno nacional tras el 20-D.
La peculiar petición de audiencia divulgada ayer mismo por la presidenta del Parlament, Carmen Forcadell, puso a prueba esta estrategia, concebida días atrás. De hecho, la Casa tardó toda la mañana en resolver y denegar dicha solicitud -no faltaron quienes la interpretaron como un intento de la política independentista de comprometer al Monarca-.
Lo hizo, en todo caso, de una manera inédita, al divulgar una nota del secretario general de la Casa del Rey dirigida al Parlament. En la nota, Domingo Martínez Palomo invocaba la Constitución y el Estatut para descartar, por innecesaria, dicha audiencia y para «agradecer» a la Asamblea que cumpla «por escrito», y no en persona, con el trámite de comunicar al jefe del Estado el nombramiento del nuevo presidente de la Generalitat.
Había precedentes suficientes para celebrar la audiencia o para no hacerlo. Pero lo cierto es que la salud del Rey Juan Carlos le evitó a éste recibir a Artur Mas en 2012, cuando el político convergente inició su andadura independentista. Y aquella excepción le sirvió ayer al actual Monarca para descartar lo que, habiendo sido costumbre, nunca llegó a ser una obligación institucional.
Claro que la decisión de ayer -en medio de una semana clave y particularmente confusa para la institución- no excluye futuras audiencias a los nuevos políticos soberanistas. Curiosamente, si para alguien no es ajena la personalidad de Carles Puigdemont es para el Rey Felipe.
La última vez que ambos se sentaron juntos en el salón de actos del Palacio de Congresos de Gerona -durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Gerona, el pasado mes de junio-, hacía 12 días que el alcalde reelecto había tomado posesión del cargo con la promesa de «ejercer la autodeterminación de nuestro pueblo y proclamar, junto con todas nuestras instituciones, el Estado catalán y soberano».
El sustituto de Artur Mas -también presente en aquella ceremonia- había declarado «el compromiso de Gerona con el futuro político de una Cataluña libre, independiente y socialmente justa» pocos días antes de que el Monarca invocara en su presencia la «unidad» de España. Así que Puigdemont -que no obstante, y al igual que Mas, siempre ha exhibido un trato exquisito con Don Felipe-, es un viejo conocido de la Casa.
Pero la incomodidad del Rey con el desafío catalán no es en modo alguno comparable con la que le representa el arranque del juicio a su hermana y a su cuñado.
Eso sí, a La Zarzuela le resultó ayer relativamente fácil acudir, una vez más, al proverbial respeto de la Casa a las decisiones judiciales. Para las fuentes oficiales ya citadas, la vista sólo suponía un nuevo «momento procesal» de un asunto sobre el que la Corona se declaraba completamente ajena. No obstante, se retrotraían al anterior «momento procesal», el de la apertura de juicio oral, para justificar, y aún más, reivindicar la decisión más llamativa del Rey en este asunto, como fue la revocación del Ducado de Palma a su hermana.
Ésta fue la vacuna con la que, el pasado verano, el Monarca se blindó frente a la jornada de ayer, toda vez que ni él ni su padre lograron que la infanta renunciara a sus derechos sucesorios. En el entorno oficioso de la Casa no se ocultaba ayer la confianza en que la doctrina Botín acabe por levantar a la Infanta del banquillo. Pero se descartaba por completo que, en su caso, el Rey le restituyera el ducado. «No importa sólo la relevancia penal de sus actos, sino la falta de ejemplaridad», reconocían estas fuentes solventes, particularmente enfadadas con el empecinamiento de Doña Cristina.
A la espera de la decisión del tribunal -«el Rey está perfectamente informado»-, sólo la Reina y el Rey Juan Carlos estarán estos días expuestos a las cámaras y darán cuenta de una aparente normalidad institucional. Doña Letizia tiene previsto asistir hoy -sin palabras- a una reunión de trabajo con la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción. Por su parte, el padre del Rey representará mañana a España en la toma de posesión del presidente de Guatemala. Por cierto que, lejos de esconderse, Don Juan Carlos dará el jueves una recepción a la colonia española residente en el país.
[Fuente: Por Carmen Remírez de Ganuza, El Mundo, Madrid, 12ene16]
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