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24nov18
¡Qué nivelazo!
La larguísima campaña electoral a la que nos somete el presidente Sánchez ha subido de grados. No habrá Andalucía que las frene, todo lo contrario, se incrementará la agresividad. Es lógico. Usted no puede tener a la clase política día sí y día también, combate tras combate, esperando que este imaginativo urdidor de embelecos considere llegado “su” momento idóneo para llamar a las urnas. De momento se llama a las palabras, a la manipulación, a las noticias falsas y a las bufonadas que imprime el BOE y que tienen muy corto recorrido.
Lo que ayer era una propuesta de gobierno se convierte hoy en todo lo contrario. Incluso filosofan sin darse cuenta. Así ocurre que las verdades de un líder de la oposición se transforman en otra cosa cuando pasa a ser presidente. La ministra Carmen Calvo alcanzó lo excelso en la identificación del “yo” al sublimar lo que dijo el secretario general Pedro Sánchez hace unos meses diferenciándolo de lo que pretende el presidente del gobierno Pedro Sánchez; dos personas distintas y un solo dios verdadero. Ya estamos preparados, pues, para que sean tres y alcance los vericuetos teológicos de la Santísima Trinidad, “una y trina”.
Es de chiste, y sugiero que para estos tiempos sombríos no perdamos el sentido del humor. Todas las ocurrencias del presidente, tan alabadas por el serrallo de los medios adictos, consienten titular a toda pastilla las genialidades progresivas del inefable Sánchez y luego poner en sordina que con probabilidad no se van a ejecutar. Ni Franco saldrá del Valle de nuestras vergüenzas, ni los bancos pagarán a la hora de la verdad el sobrecosto hipotecario, ni subirán las pensiones en el grado que prometió, ni nada de nada que vaya más allá del castillo de naipes. La última genialidad del jugador de baloncesto, que eso fue el tal Sánchez, es el Mundial de Fútbol organizado entre España, Portugal y Marruecos, sólo que se olvidó hacérselo saber a Portugal, porque él es así cuando hay que encestar; se lanza la pelota y entra o no por el aro. ¿Hay cosa más cómica que escuchar al presidente pidiendo “moderación” al PP?
Unos socialistas pidiendo moderación a las bancadas peperas es como un chiste de Gila. “¿Es la guerra?”, pregunta al enemigo. ¡Qué más quisiera un PP achicado por el peso de sus corrupciones que tener un líder con un poco más de envergadura, y no al estilo Sánchez, que ni sabe, ni oye, ni entiende, y que le basta con su prepotencia de marrullero sin principios! Lo que tiene hoy el PP es un recluta de culo duro -de hierro, dirían en Italia- que aspira a llegar a general chusquero, con un estado mayor que parece sacado de una feria de tratantes de ganado. Baste decir que le quiere imponer galones a Suárez Illana, el hijo de Adolfo, el mismo al que tras su derrota en Castilla-La Mancha se quitó de encima Aznar reenviándole a los latifundios de su suegro. No digamos ya el rey del lanzamiento de huesos de aceituna, Teodoro García Egea, su mano derecha. Casado no sale de ganador ni de colocado y no lo tiene fácil para un electorado harto de las filigranas galaicas de Rajoy. Un partido que en el colmo de la impunidad dedicó fondos del Estado para espiar a los suyos.
Homenaje a Villarejo
Ya bastaría con lo que supone espiar a un dirigente del propio partido, pero además hacerlo con el aparato del Estado tiene su aquel, y ayuda a entender el porqué de las reverencias hacia “el partido” de Cospedal y de los suyos. Curiosa paradoja la de estos neoliberales de cartón piedra y procesión con mantilla que evocan la reverencia del gozo estalinista hacia el Partido, ellos, que se santiguan cada vez que alguien pronuncia la palabra “comunista”.
¿En qué se diferencia María Dolores de Cospedal de Dolores Delgado, ministra de Justicia y de chanchullos varios? En las formas y el atrezo; por lo demás la misma cara de cemento armado. Ya sé que suena raro, pero habría que hacerle un homenaje al comisario Villarejo, sin cargo al contribuyente. A él se deben las mejores radiografías del tumor canceroso en el que estos golfos de estado han convertido una democracia poco asentada como es la nuestra.
Entre el “colegueo” con Villarejo, digno de delincuentes, y las trampas para elefantes en la que han metido a los jueces del Supremo habría la suficiente pólvora para que saltara por los aires. Pero hay algo en lo que coinciden Rajoy y Sánchez, líderes frágiles e inseguros en su soberbia: no muevas un peón porque puede complicarte la partida. El mejor silencio es el de aquel a quien pagas bien y le tienes colocado. Y sobre todo no dimitas, porque es pecado.
En un tiempo récord el presidente Sánchez se ha enajenado la pastueña tranquilidad de los jueces del Supremo. De todos, piensen lo que piensen, a derecha e izquierda. Por naturaleza es un cuerpo muy sensible al poder, como ha ocurrido siempre, dispuesto a ser debidamente orientado. Históricamente han pasado por todo, pero que los manejen “por detrás”, y además que lo jaleen, es algo que afecta a la dignidad de la persona, lo que en algunos casos está por encima de la solemnidad del cargo. “Por detrás” es una expresión castellana polisémica, que va desde lo banal hasta la pornografía dura.
A los diputados y senadores actuales les pierde la boca; por eso algunos hablan, otros insultan e incluso hay quien escupe. Entra dentro de la lógica del discurso: si usted alimenta a la fiera no puede luego llamarse a andanas. En el fondo seguimos gobernados, es un decir, por el bipartidismo. Fíjense cómo se entienden en la manipulación del Tribunal Supremo, hasta que un descerebrado de la tribu convirtió un whatsapp en viral. Cuando los partidos grandes se enquistan aparecen las tribus, aunque a ellos les gusta más que las llamen “familias”, como en las mafias. Ocurre con Villarejo, que se convierte en el culpable de todos los enjuagues de los gobiernos de turno -ya empezó con Zapatero, si no antes- para aliviarles del peso de la culpa y del delito. El que filtró el mensaje de Cosidó no es un extorsionador, como Villarejo, sino alguien que fuera la que fuera su intención, expuso ante todos “el nivelazo” de una clase política en la que no se salva nadie.
Estamos abocados a la abstención, ese monstruo mal parido del que nacen luego los líderes salvadores salidos de las cavernas.
[Fuente: Por Gregorio Morán, Vozpópuli, Madrid, 24nov18]
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