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16mar20
Ni patriotismo, ni amor a España ni vocación de servicio
No hace falta ser pesimista para llegar a la conclusión de que estamos ya dentro de un periodo incierto y que se adivina muy, muy, muy negro para casi todos.
Con miles de muertos en todo el mundo y cientos en España, con millones de personas confinadas en casa sin saber qué ocurrirá con sus trabajos, sus estudios o sus relaciones personales y con todos pendientes de una crisis económica y social que caerá a plomo sobre nuestras cabezas.
Y en estos momentos tan duros, el jefe del Estado no ha hecho ninguna aparición pública para alentar a los ciudadanos, para mostrar sensibilidad hacia esa angustia y sufrimiento.
En el capítulo 3 de la tercera temporada de 'The Crown', se cuenta cómo la reina de Inglaterra se resiste a acudir a un pueblo donde ha ocurrido una terrible catástrofe y cómo eso afecta a su imagen por la impresión de insensibilidad que ella misma termina por admitir.
En términos lo más objetivos posible, los ciudadanos hemos sabido de los Reyes estos días porque se hicieron la prueba de coronavirus y salió negativa. Y, sobre todo, por un comunicado en el que el Rey nos dice que renuncia a la herencia de su padre y le retira la asignación pública. Lo que en la práctica supone dar veracidad a que su padre (para los demás ciudadanos, el anterior jefe del Estado) tiene una fortuna fuera de España, con un origen desconocido y que en sí misma es un dinero corrupto porque en sus años de reinado y posteriormente no podía tener más ingreso que el de los Presupuestos Generales del Estado, tal y como regula el artículo 65.1 de la Constitución.
Cualquier euro que haya ingresado al margen de esa asignación pública es un dinero irregular y corrupto, proceda o no de comisiones, del Gobierno de Arabia Saudí o de cualquier otro. Y, por supuesto, no hay constancia de que haya sido declarado a Hacienda nunca, lo que también lo convierte en dinero irregular, venga de donde venga.
Aunque debe investigarse, no hace falta determinar el origen del dinero para considerar que su sola existencia es una enorme irregularidad. Y, por cierto, una falta de patriotismo, uno de los valores que siempre se le han supuesto y de los que más ha alardeado. El amor a España y la vocación de servicio eran expresiones de la retórica oficial.
Queda la consideración jurídica de los hechos, si es que no se investigan porque considere el Tribunal Supremo que la inviolabilidad que tuvo el anterior jefe de Estado durante su mandato es extensible a estos hechos. Pero la sentencia pública y política la ha dictado ya su propio hijo con ese comunicado.
Es de suponer que si sigue habiendo eso que se llamó 'juancarlismo', su argumento será repetir lo de que todo se le perdona por lo que hizo hace mucho por España cuando trajo la democracia. Aceptando como hipótesis esas aportaciones de la monarquía en la Transición, no deberían olvidar sus partidarios que cada vez hay más españoles que no valoran que alguien haya supuestamente traído la democracia, simplemente porque han nacido en ella y, por tanto, no otorgan ese valor a la institución. El actual Rey ya no tiene ese supuesto activo con el que intentan exculpar a su padre.
En el análisis, no habría que eludir la responsabilidad de muchos, 'in vigilando' y por el silencio, empezando por los medios de comunicación y los sucesivos gobiernos, y admitiendo que las generalizaciones son siempre injustas.
El sistema ha funcionado así, tapándose los ojos y los oídos y también la boca. Y transmitiendo una imagen del jefe del Estado que, como mínimo, no era exactamente la real.
Algunas cosas apuntaba, por ejemplo, el exministro y expresidente del Congreso José Bono en su libro de memorias sobre la relación con Corinna y las advertencias del CNI. Pero no pasó de ahí.
¿Era posible un nivel de vida como el que mantenía solo con su asignación pública?
¿Quién sabía que la amante del jefe de Estado vivía en dependencias del patrimonio del Estado?
¿El hijo no era consciente de ese elevado nivel de vida de su padre? ¿No lo supo hasta hace un año?
En el comunicado de Zarzuela, se nos dice que entre marzo y abril de 2019, el actual Rey tuvo conocimiento de los hechos que hemos conocido ahora el resto de españoles. Siguiendo con el simple desarrollo cronológico de los hechos, expuestos de forma objetiva, ahora los admite públicamente solo porque medios de comunicación (suizos y británicos) los han desvelado. Lo que permite suponer que si esos periódicos no lo hubieran contado, el actual jefe de Estado nos habría hurtado esos detalles. Y tampoco habríamos sabido esto.
Como queda dicho, se nos cuenta en este momento de zozobra social, política e institucional por la pandemia. El criterio de inoportunidad es también importante en este asunto. No se puede elegir peor momento, en plena catástrofe.
Siempre se dijo que el actual Rey necesitaba un 23-F para legitimarse, como le ocurrió a su padre, es decir, ser percibido como alguien que hace frente a una crisis con autoridad y eficacia. Por el momento ha asumido, con el resultado que cada uno estime, la gestión del caso de corrupción de su cuñado, el discurso del 3 de octubre de 2017 sobre el proceso independentista de Cataluña y ahora observa esta catástrofe.
[Fuente: Por Fernando Garea, El Confidencial, Madrid, 16mar20]
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