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21jul04
Cacería de Periodistas
Por José Luis Gutiérrez.
"El Comité Mundial de la Libertad de Prensa, en carta del 12 de julio, firmada por su Presidente, James H. Ottaway, Jr., y dirigida al presidente y varios magistrados del Tribunal Supremo de mí país, ha condenado con gran severidad una reciente sentencia del citado Tribunal, en la que rechazaba un recurso de revisión de condena de dos tribunales de menor rango, cuya condena confirmaba, por la cual, que he sido sentenciado, junto con la periodista Rosa María López, por inmiscuirme “ilegítimamente en el honor del Rey Hassan II de Marruecos”, fallecido en 1999.
“Las leyes utilizadas por los jueces para procesar a los periodistas acusados atentan contra los principios básicos de libertad de prensa emblemáticos de las sociedades libres y democráticas del mundo”, dice la citada misiva en uno de sus párrafos, con normativas legales que “están inspiradas en normas y principios de la dictadura franquista”.
“En una muestra de arbitrariedad propia de sistemas judiciales autocráticos, los jueces asumieron el papel de editores de periódico con potestad para determinar qué puede o no puede ser publicado”, agrega la carta.
Realmente, párrafos como los citados producen en periodistas como yo una gran emoción, por lo que suponen de bocanada de aire fresco en un país como España, donde no estamos acostumbrados a leer pronunciamientos tan firmes, beneméritos y profilácticos como los de la Carta del WPFC.
Los perfiles de esta historia rebasan sin duda los contornos del surrealismo más acendrado para adentrarse directamente en la pura psicodelia, como si los protagonistas de tal condena estuvieran ciertamente drogados, bajo los efectos de muy altas dosis de los psicotrópicos marroquíes protagonistas involuntarios de este relato de terror.
Efectivamente, los datos escuetos son los que siguen. En diciembre de 1995, Diario 16 —un periódico símbolo de la democracia española, del que yo entonces era director— publicó una información firmada por Rosa María López, según la cual, en el puerto andaluz de Algeciras, había sido capturado por la Guardia Civil un alijo de hachís de cinco toneladas, oculto en un camión de naranjas perteneciente a la sociedad Dominios Reales, propiedad de la familia de Hassan II. La información se tituló en la primera página de Diario 16 de esta forma: “Una empresa familiar de Hassan II implicada en el narcotráfico”.
A finales de abril de 1996, fue presentada la demanda por Hassan II en un Juzgado de Madrid. En enero de ese año, fui fulminado sin contemplaciones de mi puesto de director de Diario 16 por un empresario títere del gobierno de Felipe González, ex presidente del Gobierno socialista (1982-1996), que no se recató en declarar públicamente que su misión principal en la empresa era cesar al director del periódico. En Noviembre del siguiente año, la periodista, López, el entonces director que firma este artículo, y la empresa editora, fueron condenados en sentencia de la jueza magistrada del Juzgado de Primera Instancia número 61 de Madrid, por “intromisión ilegítima en el honor” de Hassan II.
Se recurrió a la instancia superior, la Audiencia Provincial, que, en enero de 1999, emitió la misma sentencia condenatoria.
En marzo de aquel año, se presentó recurso de casación ante el Tribunal Supremo para anular tales sentencias. Meses más tarde, falleció Hassan II y su hijo, Mohmed VI, prosiguió con la demanda.
Así las cosas, todo transcurrió con la prevista y exasperante lentitud que es normal desde tiempos inmemoriales en la justicia española. De tal forma que en junio de este año, la Sala I del Tribunal Supremo nombró ponente —encargado de redactar la propuesta de sentencia para que la votaran cinco magistrados de la Sala, incluido él mismo— a Clemente Auger, persona estrecha, política y afectivamente (son amigos íntimos), a Felipe González.
Se fijó la votación para el 18 de junio y a primeros de julio se conoció el resultado: la sentencia confirmó las condenas de Primera Instancia y de la Audiencia, pero el texto fue del siguiente tenor, tal como recoge muy cabal y oportunamente la carta citada del WPFC firmada por su presidente, Ottaway.
Reconoce tal sentencia del Supremo, como resulta inevitable, porque la información era rigurosamente cierta, que la noticia era “veraz”, pero lo que era inveraz y por lo tanto atentatorio contra el “honor” de Hassan II era el titular de la misma: “Una empresa familiar de Hassan II implicada en el narcotráfico”. ¿Dónde está la no veracidad del titular? ¿Acaso introducir ocultas y de forma ilegal cinco toneladas de hachís en un país extranjero, no es narcotráfico? ¿Acaso la empresa que realiza tal acción, no está implicada en tal operación?
Por fortuna, pocas semanas antes de hacerse pública esta sentencia, publiqué en España un libro a medio camino entre el memorialismo y la peripecia autobiográfica, Días de papel, escrito en torno a más de 30 años de ejercicio del periodismo en España y en varios países, en el que se recoge con datos copiosos e incontestables, cómo el gobierno de Felipe González destruyó, cerró y redujo a cenizas uno de los periódicos símbolo de la transición democrática española, precisamente Diario 16.
Las razones para tal operación son de muy distinta naturaleza pero una destaca sobre las demás: Diario 16, bajo la dirección entonces de Pedro J. Ramírez, hoy director y fundador del diario madrileño El Mundo, descubrió e investigó, durante más de diez años, la trama de terrorismo de estado montada por el gobierno de González, los escuadrones de la muerte contra el grupo terrorista vasco ETA, llamados los GAL.
Después, investigó toda una orgía de corrupciones económicas, incluidas las del entonces Director General de la Guardia Civil, Luis Roldán, todavía en prisión, al igual que un general del mismo cuerpo, implicado en los GAL, por acusaciones del asesinato de dos jóvenes vascos, Lasa y Zabala, a los que se torturó —se les arrancó las uñas con unos alicates, se les obligó a cavar su propia tumba, se les asesinó mediante disparos en la nuca y, finalmente, fueron enterrados y cubiertos con cal viva para hacer desaparecer sus cuerpos.
En este compendio de horrores, este abajofirmante sólo es una víctima más de aquella infame demolición de un periódico que hoy se añora con nostalgia por los demócratas españoles. Un solo dato: desde la publicación de la noticia, en diciembre de 1995 y la presentación de la demanda de Hassan II en los tribunales españoles, a finales de abril, transcurre casi medio año. Sin comentarios.
Quiero aprovechar, desde aquí, para agradecer las muestras de apoyo y solidaridad internacional que estoy recibiendo, y en primer lugar, la magnífica, modélica carta ya citada de denuncia del WPFC, su apoyo y repulsa por una sentencia tan disparatada, ni siquiera surrealista, dadaísta, que protege el honor de uno de los sátrapas, uno de los tiranos y genocidas más sanguinarios (como un día sí y el otro también es definido por intelectuales marroquíes, franceses, españoles, etcétera, entre ellos el filósofo Gabriel Albiac, que suya es la descripción aquí reseñada) de todo el siglo XX.
A todos cuantos me han apoyado en esta causa enloquecida, que revela la existencia de una auténtica cacería política contra mi persona – “un nuevo episodio en la larga secuencia de acoso judicial contra estos dos periodistas [Gutiérrez y López] el cual comenzó en 1996”, tal como con justeza y exactitud recoge la carta de WPFC. A todos, de nuevo, muchas gracias.
José Luis Gutiérrez, periodista y escritor, fue director del desaparecido Diario 16. En la actualidad es columnista de El Mundo y editor de la revista decana de libros y cultura española Leer. Es autor de varios libros, algunos de ellos bestsellers. Su última obra es Días de papel, “una aproximación sentimental a algunos avatares de la prensa en los 25 años de la constitución española”.
[Fuente: Centro Internacional para periodistas, 21jul04]
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