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13oct16
China 'compra' Galicia: tras los astilleros, las conservas y el metal... ahora a por el Celta
Como cuando un equipo pierde una final en el minuto 93, el Celta que vivía una de sus etapas más felices desde su fundación en 1923 se va a meter un gol en propia puerta en el descuento. Un gol de oro, en todos los sentidos: de los que no dan opción a remontar, pero también del color del dinero. Como el que pondrá encima de la mesa un grupo inversor chino para comprar el club y cortar súbitamente la alegría que embargaba a una afición orgullosa de un equipo de fútbol brillante, saneado y perfectamente identificado con Vigo y con Galicia.
Todo eso saltó por los aires cuando se conoció que el dueño y presidente, Carlos Mouriño, está a punto de cerrar la venta del Celta al grupo asiático. La noticia fue un ciclón futbolístico, pero apenas una tormenta empresarial, ya que las inversiones de capital chino en España ya son habituales y tienen especial incidencia en Galicia, por lo general para hacerse con empresas emblemáticas para la economía local. Según datos del Ministerio de Economía y Competitividad, Galicia es la comunidad autónoma que ha recibido más inversiones del país asiático en los últimos cinco años, con operaciones tan sonadas como la compra de Rodman Polyships, Albo y Gándara Censa.
Se da la circunstancia de que la venta de Gándara Censa, la mayor calderera de España, la realizó el mismo Carlos Mouriño que ahora cierra los últimos flecos de la del Celta. Si la del club de Balaídos se completa, serán dos operaciones con abundantes similitudes: el empresario compra, reflota y vende. En el caso de Censa, la plusvalía tras vender en 2011 a Citic Heavy Industries ascendió a 29 millones de euros en siete años, mientras que en la del Celta puede duplicar esa cantidad en una década. No son similitudes que tranquilicen a la afición del club vigués. Cinco años después de la llegada del capital chino, Citic-Censa atraviesa serios problemas, que han obligado a los nuevos dueños a activar un ERE para despedir a 138 empleados.
Cuando Mouriño compró Censa en 2004, el otrora emblema de la economía local atravesaba horas bajas y pertenecía a una sociedad anónima laboral formada por sus trabajadores. El entonces semidesconocido consejero del Celta, club que aún tardaría dos años en presidir, realizó la operación a través de Inverhismex y a coste cero, aunque se hacía cargo de sus deudas. Lo que siguió se asemeja a la historia reciente del equipo vigués: renegociación de la deuda, elaboración de un plan estratégico y la conversión de aquella empresa en quiebra técnica en una rentable compañía que repartía dividendos y con un negocio superior a los 21 millones de euros. Era la hora de vender. Como ahora el Celta.
El capital chino también llegó a Galicia para quedarse con los astilleros Rodman, uno de los grupos de construcción naval más consolidados de España. Lo hizo en alianza con Angola a través de China Sonangol, y con el polémico Sam Pa, ahora encarcelado por el régimen de la República Popular, como mediador. Pero antes de ese ingreso en prisión, hace ya un año, la alianza del capital chino con la paraestatal angoleña ya se había hecho con el 60% de los tres astilleros del grupo vigués a cambio de 72 millones de euros.
Tampoco esta operación llena de optimismo a los aficionados al Celta. Los problemas de Pa con el régimen chino -transcurrido un año desde su ingreso en prisión por supuesta corrupción, no se ha tenido ninguna noticia sobre su situación judicial- han enfriado no solo la parte pendiente de la operación, sino también encargos como el de una treintena de lanchas y patrulleras para países de África que aún están pendientes de pago y sin entregar. El control de Rodman se ha trasladado de China a Angola, uno de los regímenes más corruptos del continente, al ser nombrada presidenta de Sonangol Isabel dos Santos, hija del presidente del país y poseedora de la segunda mayor fortuna del continente.
La última de las grandes operaciones de capital chino que preceden a la del Celta se produjo esta primavera con la venta de Albo, una de las conserveras más importantes de España, fundada en Vigo en 1869, que el pasado 10 de junio fue traspasada en su totalidad a la pesquera Shanghái Kaichuang por 60,9 millones de euros. La primera junta general de accionistas de la nueva empresa aceptó la dimisión en pleno del consejo de administración de Hijos de Carlos Albo y la delegación de la gestión en un equipo de los nuevos dueños, que se quedaron con las 74 marcas de Albo y todos los terrenos y edificios de la conservera en Vivo, Viveiro y Tapia de Casariego (Asturias). Tres generaciones de gestión por miembros de una misma familia dieron paso a un grupo con sede en Hong Kong cuya capitalización de mercado ronda los 161.000 millones de euros.
El hermetismo rodea la última aventura del capital chino en Galicia, una vez más en Vigo. Semanas atrás, Mouriño sorprendió al dejar abierta la posibilidad de abandonar el Celta. Casi a continuación se disparó el rumor de la operación, que la afición comenzó a tomarse en serio cuando unos enviados asiáticos de los inversores se pasearon por el campo de entrenamiento del primer equipo, plagado de periodistas. Para entonces, Mouriño ya se había trasladado temporalmente a México, donde permanece aislado del ruido generado por la operación y la incertidumbre que ha generado: además de la pérdida de la identificación del club con Galicia, el discreto éxito económico del capital chino en sus antecedentes gallegos y los casos de otros clubes de la Liga en situaciones similares no invitan al optimismo.
Se sabe que la venta está prácticamente cerrada en alrededor de 150 millones de euros y que se hará efectiva en cuestión de semanas, pero ni siquiera hay confirmación de que, como se ha publicado, el grupo comprador sea CITS (China International Travel Service), una compañía dedicada al ocio, el turismo y el sector inmobiliario. "No sabemos nada de nada", certifica una fuente del club. El único informado es su presidente y dueño, que ya venía deslizando su desencanto con el Ayuntamiento de Vigo por los problemas surgidos con la reforma del estadio de Balaídos o con su proyecto de ciudad deportiva, pero del que nadie esperaba que deslocalizara el capital del club.
En los términos que se manejan, la operación va a engrosar considerablemente la nada desdeñable fortuna amasada a lo largo de su trayectoria empresarial por Carlos Mouriño, que accedió al cargo al adquirir a su antecesor, Horacio Gómez, el 40% de las acciones por cinco millones de euros. Dos años después, el Celta entraba en concurso de acreedores con una deuda de 85 millones de euros. Fueron momentos duros, en los que el club aplicó una economía de guerra en la que estuvo al borde del descenso a Segunda B.
Pero se cumplieron los objetivos económicos y también los deportivos, de la mano de una gran generación de futbolistas de la casa y de una acertada gestión de la parcela deportiva, hasta conseguir la brillante clasificación para la Europa League para la presente temporada. Sin deudas y en Europa, el momento era inmejorable para vender, y como suele ocurrir en los últimos años, allí donde hay una oportunidad aparece el capital del gigante asiático.
La inversión de Mouriño en el Celta a lo largo de esta década asciende a 20 millones de euros, incluido un préstamo de una de sus empresas que prevé cambiar por acciones, lo que le permitirá superar el 52% del capital del club. Pero los compradores quieren más para ejercer un control mayor, y otros consejeros del club persiguen a grupos de accionistas con ofertas para poner en bandeja a los futuros dueños hasta el 80% del Celta. Si finalmente la venta se cierra en 150 millones, la plusvalía para el presidente se aproximaría a los 60 millones de euros, un beneficio nada desdeñable para un presidente que, a sus 74 años, ha pasado en dos semanas de héroe a villano de la afición.
[Fuente: Por Pablo López, El Confidencial, Madrid, 13oct16]
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