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14abr06
Asiste a los demócratas el derecho de reivindicar la memoria y el legado cultural del régimen republicano.
Al cumplirse 75 años de la proclamación de la Segunda República no caben ni el miedo ni las reservas mentales para reivindicar la memoria de quienes la promovieron y el sacrificio de quienes la defendieron con su vida, pagaron con la cárcel por sus ideas o hubieron de tomar el camino del exilio. Frente a la proliferación de historiadores revisionistas, es preciso recordar, como hizo el presidente Rodríguez Zapatero hace unos días en el Senado, que aquél fue un régimen democrático, combatido con saña por la España oscurantista y retardataria que apoyó el golpe militar. No hay gestos más inmorales que equiparar a víctimas y verdugos, condenar a las primeras al olvido y justificar a sus perseguidores, e insinuar que algunas razones asistían a quienes desencadenaron la matanza. Así lo entendió el Consejo de Europa a mediados de marzo cuando condenó la dictadura y sus crímenes. Por eso el Gobierno debe cumplir su promesa de tramitar la ley de la memoria histórica: para recordar que los valores y la herencia de la República, lejos de ser peligrosos como ha dicho el obispo Blázquez, forman parte de la cultura democrática que inspiró la transición. La reconciliación no debe fundamentarse en la amnesia.
[Fuente: El Periódico, Editoria, Barcelona, 14abr06]
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