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25ene22
El desahucio de una pareja de ancianos por 800 euros: "¿Dónde voy con mi mujer minusválida?"
Las paredes lucen desnudas. Los cuadros que fueron atesorando a lo largo de toda una vida se han esfumado. Tan sólo un reloj de cuco interrumpe con estruendo la entrevista: Cu-cú, cu-cú...
Los libros de la historia de España y la colección de muñecas han desaparecido de la estantería. Y la lavadora también ha dejado huérfana la cocina.
La vivienda se ha ido despojando de todos esos objetos acumulados a lo largo de 54 años, que ahora aguardan empaquetados en un guardamuebles.
Porque José Manuel Moreno, de 78 años, y María Gómez, de 82, han tenido que desmantelar su casa, bajo la que pesa una orden de desahucio.
La espada de Damocles pende sobre la vida de estos dos ancianos, que ya han recibido el frío mandato de los juzgados: «Por la presente se comunica a los interesados que la continuación del lanzamiento del inmueble sito en la vía Carpetana número 109, acordado por el Juzgado Primera Instancia 59 y suspendido en la mañana de hoy [12 de enero], tendrá lugar el próximo 18 de febrero».
La nota añade a bolígrafo: «Debiendo retirar todos sus bienes y pertenencias. Los bienes dejados en el domicilio serán considerados abandonados a todos los efectos».
-¿Me van a quitar las cosas?- pregunta angustiada María con lágrimas en los ojos.
-No te van a quitar nada. No te preocupes- la tranquiliza Alejandro Martin-Viveros, miembro del Sindicato de Vivienda de Carabanchel.
José Manuel y María nunca imaginaron que en el ocaso de sus existencias el destino les quisiese poner de patitas en la calle.
«Llevamos aquí toda la vida. ¿Dónde me voy ahora con mi mujer inválida? No entiendo que a un okupa que se mete en un piso no le pueden expulsar y a nosotros que llevamos pagando toda la vida nos vayan echar a la calle», se lamenta José Manuel, jubilado que se ha dedicado a trabajar en la hostelería y el alumbrado público.
Este matrimonio reside en una vivienda de renta antigua, situada en el madrileño barrio de Carabanchel, gracias a un contrato que firmaron en 1968. José Manuel y María siempre habían tenido una buena relación con su casera, que les cobraba 150 euros al mes de alquiler.
Impago a la comunidad
Pero al fallecer Casimira, la vivienda pasó a manos de los 12 sobrinos de la casera, que no había tenido hijos. Con el cambio de dueños, las cosas comenzaron a empeorar. El matrimonio siempre había abonado religiosamente su alquiler, pero tuvo un descuido con el recibo de la comunidad de vecinos.
A José Manuel se le olvidó desembolsar la factura que pagaba a plazos. Recibió un par de misivas del juzgado, pero no las entendió bien y tampoco las dio importancia.
El mayor de los herederos, Pedro Lorente del Carmen, les había demandado por un impago de 800 euros de comunidad. En el juzgado, José Manuel saldó la deuda, pero le dijeron que ya era tarde y la jueza dictó la orden de desahucio.
«¿Nos van a sacar de aquí? El poco tiempo que me queda quiero vivir tranquila y que me traigan mis muebles y mis ositos», exclama entre suspiros María, que tiene una invalidez del 65%.
El desahucio estaba fijado para el 12 de enero, pero los vecinos del barrio y el Sindicato de Vivienda de Carabanchel lograron detenerlo. De hecho, ni tan siquiera el resto de herederos está de acuerdo con desalojar al matrimonio.
Tanto José Manuel como el sindicato se han intentado poner en contacto con el nuevo casero para buscar una solución, pero éste se niega a coger el teléfono. Es más, ha solicitado al juzgado que se recurra a las Fuerzas de Seguridad «por si su actuación fuese necesaria para la ejecución del desahucio».
José Manuel y María aguardan angustiados a que llegue la fecha de su desalojo. La anciana ha perdido el apetito y el sueño y sólo se entretiene tejiendo mantas que luego regala a sus vecinas.
José Manuel se hace el fuerte y tira del carro: «Si yo me hundo, se hunde todo. Tengo que estar bien para atender a mi mujer, que se encuentra delicada de salud. Si fuéramos jóvenes nos buscaríamos la vida, pero ya somos mayores», declara este sevillano que cuando era joven corrió 18 veces el maratón de Madrid.
El matrimonio, que tiene un hijo y un nieto de 16 años, es muy conocido en Carabanchel. Él canta en el coro de la parroquia desde hace 30 años y ella siempre ha hecho vida en el barrio.
«Me conoce todo el mundo. Si sale una rata de la alcantarilla sabe mi nombre», bromea María. Y el barrio no está dispuesto a dejarles marchar: «No vamos a permitir que unos vecinos que llevan aquí todo la vida acaben en la calle. Si el casero no quiere negociar, el Ayuntamiento tiene que buscar una solución», asegura Alejandro Martin-Viveros, portavoz del Sindicato de Vivienda.
Este sindicato critica «la inutilidad, el vacío y la ausencia de las administraciones públicas» para solucionar los problemas en materia de vivienda. En este caso, el sindicato considera que es el Ayuntamiento de Madrid, a través de la Empresa Municipal de la Vivienda (EMVS), el que debe buscar una alternativa habitacional para que esta pareja no acabe en la calle.
«José Manuel y María llevan más de dos años en la lista de espera de la EMVS de cara a recibir una vivienda pública. Instamos al Ayuntamiento a que realoje a José Manuel y a María, que cumplen con todos los criterios», concluye Martin-Viveros.
[Fuente: Por Ana del Barrio, El Mundo, Madrid, 25ene22]
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