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10abr20


Cómo se contagió Nueva York: el virus se propagó durante semanas sin que se tomaran medidas


La consulta en la que trabaja Victoria Moreno en Nueva York era a comienzos de marzo una reproducción en miniatura de lo que ocurrió en Wuhan. A finales de enero, la ciudad china en la que surgió la pandemia de coronavirus empezó a detectar un aumento disparado de pacientes con problemas respiratorios.

«A mi consulta venía gente con síntomas de gripe, a pesar de que la temporada de gripe ya estaba en descenso», relata a ABC esta doctora argentina, que trabaja en una red de clínicas de urgencias. «Les hacíamos la prueba de la gripe y salía negativo. Los mandábamos a casa».

Moreno explica que entonces solo había un puñado de casos confirmados en Nueva York, no había test para coronavirus y ni siquiera se habían impuesto directivas por parte de las autoridades médicas sobre el tratamiento y el distanciamiento con pacientes de coronavirus. «Hasta el 10 de marzo trabajé sin protección, sin mascarillas ni guantes. Ese día vi 50 pacientes y 35 tenían los mismos síntomas», recuerda.

Al día siguiente, cayó enferma. Tenía coronavirus, como confirmaron las pruebas varios días después. Regresó dos semanas al trabajo y era un mundo diferente. La epidemia había tomado EE.UU., los casos confirmados y las muertes se multiplicaban. El 90% de los pacientes que trata ahora son por coronavirus. El 70% de los test que realiza -ahora sí están disponibles sin problema- dan positivo.

La experiencia de esta doctora es una pequeña ventana abierta a la realidad de cómo empezó la epidemia en Nueva York: circuló durante semanas en la ciudad sin una respuesta efectiva y rápida de las autoridades.

El primer caso en EE.UU. data del 20 de enero, en el estado de Washington, en la otra punta del país. El primer contagio en Nueva York se confirmó el 1 de marzo, de una mujer que viajó desde Irán. El mismo día que Moreno tuvo que quedarse en casa, enferma por coronavirus, el 11 de marzo, Donald Trump prohibió los viajes desde Europa (el 31 de enero lo había hecho con China).

Esa y otras decisiones llegaron muy tarde. El virus había campado por la principal ciudad de EE.UU. desde al menos mediados de febrero, según los análisis preliminares de las facultades de medicina de Mount Siani y NYU, dos instituciones prestigiosas de la ciudad. Tras analizar el genoma de virus de pacientes neoyorquinos, determinan que vino del Viejo Continente. «La mayoría es claramente europea», aseguró a «The New York Times» Harm von Bakel, investigador de Mount Sinai.

«Fue un desastre que no hiciéramos test», añadió al diario neoyorquino Adriana Heguy, del equipo de NYU. Con la detección de los primeros brotes, hubo países, como Corea del Sur, que emprendieron programas masivos de test de coronavirus para acorralar los casos.

En EE.UU. en general y en Nueva York en particular se tardó muchísimo. Los test eran escasos y se tardaba mucho en recibir resultados. Las directivas de los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades (CDC, en sus siglas en inglés), la autoridad médica de EE.UU., impuso que los test eran al principio solo para gente que venía de China y que mostrara síntomas.

Después, para quienes tenían síntomas y habían tenido contactos con casos confirmados. Por eso, en la consulta de la doctora Moreno, y en muchas otras de Nueva York y de EE.UU., los pacientes que no eran graves, aunque probablemente contagiados, se iban a casa en metro, con los vagones hasta arriba de gente.

Un polvorín

El gran problema es que el coronavirus se puede transmitir sin síntomas y eso convirtió a Nueva York -con gran densidad urbana, mucha población y muy articulada por el transporte público- en un polvorín.

«En esas dos semanas que no hubo protección, ni concienciación sobre la epidemia, ni se decretó el aislamiento social, la epidemia explotó»; explica Moreno, que critica que no se protegiera mejor al personal sanitario y a la policía. Tras regresar a su trabajo a finales de marzo, se encontró con veinte agentes de policía en su consulta. Ayer se supo que el 20% del cuerpo está de baja médica.

Las autoridades no contribuyeron a frenar la epidemia a tiempo. Cuando el 2 de marzo se detectó un caso de un abogado de New Rochelle, un suburbio de Nueva York, sin haber viajado a ningún país de riesgo, debían haber sonado todas las alarmas. Pero no lo hicieron. «Tenemos el mejor sistema hospitalario del mundo», alardeó ese mismo día el gobernador del estado, Andrew Cuomo. «No creo que aquí la situación vaya a ser tan mala como en otros países». «Os avisaremos en el momento en el que creamos que haya que cambiar de comportamiento», trató de calmar el alcalde, Bill de Blasio, el 5 de marzo.

California decretó el confinamiento de la población el 19 de marzo, con 675 casos. Nueva York lo hizo tres días después, cuando la cifra había pasado de 15.000. Según Thomas Frieden, exdirector del CDC, si Nueva York hubiera tomado medidas de distanciamiento una o dos semanas antes, la cifra de víctimas se podría haber reducido entre un 50% y un 80%.

Tampoco ayudó la reacción desde Washington, donde Trump menospreció durante meses la epidemia y no lideró una reacción coordinada nacional frente a una epidemia que no entiende de fronteras estatales.

Al menos, Cuomo ha reconocido que subestimó la epidemia. «Hemos ido por detrás del virus», ha dicho en más de una ocasión. «Y así no se le puede derrotar».

[Fuente: Por Javier Ansorena, ABC, Madrid, 10abr20]

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