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01nov20
El retrato robot imposible de los alborotadores: de neonazis a antisistema de barrios obreros
Logroño, Barcelona, Oviedo, Santander, Bilbao, Vitoria, Sevilla, Málaga, Granada, Murcia, Zaragoza, San Sebastián, Burgos, Ibiza. Y más. De norte a sur, de izquierda a derecha. De las grandes avenidas a la periferia. Gritos de libertad pero también barricadas y adoquines. En algunos casos, saqueos. Las restricciones por la segunda ola han desatado una avalancha de insurrección de alcance nacional. Un fenómeno al que los expertos en seguridad no se aventuran a poner un apellido único. ¿Quién está detrás? Desde mediados de la pasada semana, doce autonomías han registrado disturbios a partir de la hora del toque de queda.
Comenzaron en Oviedo y Barcelona, adonde regresaron el viernes. Esa noche las fuerzas de seguridad quedaron sorprendidas por la brutalidad y violencia de los sublevados, que llegaron a saquear una tienda deportiva. En Burgos, a la misma hora, la Policía se vio obligada a retroceder ante la agresividad de los manifestantes. Lo mismo ocurrió en Málaga durante la noche del sábado, cuando los protestantes lanzaron bengalas contra los coches patrulla. A la misma hora, en Logroño, decenas de jóvenes destrozaban el escaparate de una popular tienda de ropa y desnudaban a los maniquíes. Los medios locales ya hablan de «la noche de los cristales rotos» para referirse a los acontecimientos de una dureza que hacía años que no se veía en la capital riojana.
Resulta difícil perfilar al participante medio de estas protestas. Vox acusa a la «extrema izquierda» de sabotear las manifestaciones de autónomos y trabajadores, y Podemos señala a «nazis y fascistas» como los responsables de los altercados. Primero se les relacionó con las manifestaciones oficiales de diversos sectores laborales, y posteriormente se achacó los enfrentamientos a grupos radicales y minoritarios, según las fuerzas de seguridad. En el País Vasco los asistentes fueron tildados de negacionistas, mientras que en Madrid o Santander la Policía ha considerado que son grupos ultras de fútbol los que han alentado el desorden.
La mezcolanza absoluta se da en Barcelona: los antisistema de la CUP y Arran participaron el lunes en una marcha contra las medidas tomadas por el Gobierno en la que se produjeron disturbios. El viernes, era Vox quien patrocinaba la concentración en la plaza de Sant Jaume, buscando empatía con parados y/o comerciantes y hosteleros empujados al cierre. La convocatoria, como había ocurrido el lunes con animadores antagónicos derivó de la misma manera: quema de contenedores y carreras con bicicletas y patinetes robados de un establecimiento de productos deportivos. Se atribuyó el destrozo y las acciones delictivas a grupos de extrema derecha, pero también se identificó a otros grupos radicales, incluso a menas (menores inmigrantes no acompañados). El sábado, una protesta contra los desahucios tomó el relevo en las calles de la Ciudad Condal. También degeneró en altercados. Los Mossos detectaron a «grupos del mismo perfil» que los dos días anteriores.
Aunque Vox ha sido el partido más insistente en animar una respuesta en la calle al gobierno, la ideología de los insurrectos es mucho más variada, y es una de las grandes incógnitas que impiden extraer conclusiones sobre si alguna organización mueve los hilos. En Madrid, una treintena de participantes acabaron detenidos por los graves altercados del sábado. Fueron considerados miembros de un pequeño grupúsculo «neonazi» por la Policía, aunque también hay seis magrebíes entre los arrestados, informa Luis F. Durán, lo cual explicaría la pluralidad de perfiles en las acciones violentas. En Santander, la mitad de los detenidos era de origen extranjero, pero en Logroño todos eran españoles.
Los puntos calientes de estas protestas también dicen mucho de la complejidad del fenómeno. Se han registrado altercados en barrios de tradición obrera, como Huelin, en Málaga, donde uno de cada tres vecinos votó al PSOE en las últimas elecciones. Lo mismo ocurre en el barrio de Alza, en San Sebastián, uno de los pocos distritos donde socialistas y Unidas Podemos superaron al PNV, y que el sábado sufrió quemas de contenedores. También es singular el caso de Gamonal (Burgos), epicentro en 2014 de las protestas vecinales contra la construcción de un aparcamiento en el barrio, y ahora núcleo de la negación burgalesa a las restricciones del Gobierno.
De este modo, resulta casi imposible relacionar pautas ideológicas con las protestas como sí ocurrió meses atrás en dos ejemplos claros en Madrid: Núñez de Balboa y Vallecas. Se trata, pues, de movimientos en barriadas periféricas, pero también de colapsos en grandes arterias. Los disturbios en Madrid partieron de Gran Vía y plaza de España, pero viraron hacia Chamberí, mientras que en Barcelona se registraron la mayoría en las cercanías de la Vía Layetana. En la localidad de Igualada, a una hora en coche de la céntrica avenida, cuatro individuos quemaron 17 contenedores y un vehículo, sin conexión aparente entre los actos. En otras capitales de provincia como Santander, Logroño o Vitoria los grupos también actuaron en el centro de las ciudades.
Apenas coinciden patrones entre manifestantes para tratar de trazar una coordinación. Destaca la juventud de los agitadores en todos los altercados: solo uno de los 33 detenidos en Madrid supera los 30 años de edad. En Logroño, los siete arrestados oscilan entre los 15 y los 24 años. Los vídeos de los saqueos en Barcelona y la capital riojana confirman la característica. En Santander, uno de los seis detenidos no sobrepasa los 15 años, y uno de los dos arrestados en Burgos también es menor de edad, como la mitad de los reducidos en Igualada.
[Fuente: Por Vicente Coll, El Mundo, Madrid, 01nov20]
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