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30oct04


"Yo soy hijo de vencedores y mi mujer es hija de vencidos"


"Yo soy hijo de vencedores y mi mujer es hija de vencidos", dice Juan Luis Cebrián, el célebre fundador y director del diario "El País" de España, quien presidió esta semana en Bogotá la entrega del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.

Se refiere, claro, a los vencedores y vencidos tras la Guerra Civil Española, aquella que se prolongó desde 1936 hasta 1939, cuando se inició no sólo el régimen franquista sino la Segunda Guerra Mundial. "Soy hijo de vencedores", repite.

Lo es, en verdad. Su padre era fiel seguidor de Franco; como tal, dirigía el periódico de La Falange, "Arriba", al que por cierto estaban vinculados escritores de la talla de Camilo José Cela (posterior Premio Nobel de Literatura) y Ramón Gómez de la Serna, colaborador desde el exilio en Buenos Aires.

Cebrián, pues, lleva el periodismo en la sangre. "Me crié entre rotativas", confiesa. Y en su hogar, en las tertulias familiares, se acostumbró a estar entre escritores y periodistas, gentes de la cultura y políticos, personalidades del gobierno, militares e intelectuales de toda clase.

Leía mucho entonces, como era previsible en tales circunstancias. Desde niño, además. Al fin y al cabo fue la única diversión que tenía, cuando no algo de cine ó la radio, pues sólo a los 13 años de edad conoció la televisión, la cual absorbió por completo a sus hermanos menores.

"Las nuevas generaciones leen muy poco", admite. No por ello las critica, sin embargo. Ni a los periodistas actuales, a quienes considera mejor formados que los de antes.

"Creo en el progreso de la historia, no en el fin de la historia", sentencia. "Los hijos son mejores que sus padres", agrega.

"Hay que tener ganas"

Tenía profundas diferencias ideológicas con su padre. Porque mientras éste defendía el régimen del general Francisco Franco, Juan Luis comulgaba con ideas de avanzada, progresistas, liberales. Era un demócrata en sentido estricto, cuando serlo representaba enormes peligros.

No obstante, el amor filial superaba las barreras políticas. En realidad, la autoridad paterna se confundía con un espíritu abierto, de diálogo, que estimulaba la sana confrontación, lejos de la imposición que cabría imaginar.

Y aunque en la era franquista no había libertad de expresión, en su caso la ejercía a sus anchas. Fue así como desde muy joven, casi niño, empezó a escribir en los periódicos escolares, que incluso llegó a fundar y dirigir como anticipando el futuro que le esperaba.

¿Prueba de su vocación, clave para ser un gran periodista?, le pregunto. "Más que vocación, hay que tener ganas", responde. Él siempre las ha tenido, dice con orgullo.

En la universidad, donde entró a estudiar filosofía y periodismo, lanzó dos revistas y promovió otra más, "Cuadernos para el diálogo", especializada en temas políticos, que hoy se precia de calificar como "el fermento intelectual" de lo que luego sería la transición del franquismo a la democracia.

Ahí escribían -aclara- aperturistas del régimen, que deseaban democratizar al franquismo, y representantes de la oposición, desde socialistas y comunistas hasta demócrata cristianos, o sea, gentes de todos los partidos.

Hasta cuando inició su carrera periodística, a los 17 años. Primero, en un periódico de los sindicatos franquistas, "Pueblo", que se caracterizaba por su énfasis en asuntos sociales, y luego en "Informaciones", un diario de la empresa privada, de los bancos, donde poco tiempo tardó para convertirse en jefe de redacción.

Fue redactor internacional, cultural, de la sección social, judicial ("iba a las comisarías para averiguar sobre los accidentes de tránsito", recuerda) y en deportes -"que no me han gustado mucho", aclara-, para terminar en el área editorial, opinando sobre todo lo divino y lo humano.

De la TV a "El País"

La transición de la dictadura a la democracia fue lenta, gradual. En 1966, por ejemplo, se promulgó la ley de prensa que eliminó la censura previa (no había que enviar información a los censores "para que la tacharan"), si bien tampoco se podía criticar a Franco, ni a la iglesia, ni al ejército, ni poner en peligro -se decía- la unidad de España.

"Fue una pequeña liberación de la dictadura", anota Cebrián, quien ya contaba con 22 años.

En 1974 fue el asesinato de Carrera Blanco; el ambiente político estaba bastante agitado, luego de las revueltas universitarias a fines de los 60, y Franco "estaba medio muerto", lo cual aceleró el proceso de transformación del régimen, aunque con dos líneas claras que se enfrentaban: la de quienes pensaban en un franquismo sin Franco y los amigos del régimen democrático.

Fue cuando lo llamaron a dirigir los servicios informativos de la Televisión Española. "¿Yo por qué?", fue la primera pregunta que se le ocurrió al recibir la oferta. En realidad, lo veían cercano al régimen, por su padre, y sostenía buenas relaciones con la oposición, sin generar rechazo en ambos lados. Querían algo de apertura en la TV, además.

"Era una etapa muy azarosa. Todos teníamos miedo", aclara.

Y las cosas se complicaron aún más cuando ahí cerca, en Portugal, se dio una revolución en manos de los militares, quienes para sorpresa de todos, y mayor angustia de Franco y sus seguidores, se declararon miembros del Partido Comunista, cuya revolución proletaria parecía extenderse como un fantasma a lo largo y ancho de Europa.

"La Policía me acusó de ser uno de los que prepararon esa revolución", sentencia Cebrián, sorprendido aún por lo absurdo del cargo. Renunció. No llevaba sino siete meses de estar al frente de los servicios informativos del Estado. Y prefirió volver a "Informaciones", en calidad de subdirector.

En 1976, poco después de la muerte de Franco, nació "El País". Por iniciativa de Jesús Polanco, reconocido empresario; José Ortega (hijo de Ortega y Gasset), y él, quien hizo méritos suficientes para ser director por su valerosa dimisión de la Televisión Española, fuera del bien ganado prestigio periodístico que traía de tiempo atrás.

Sólo tenía 31 años cuando asumió la dirección del diario, del que era uno de sus pequeños accionistas.

El Grupo Prisa

En su opinión, la prensa española en su totalidad fue decisiva en el proceso de transición democrática, exitoso a pesar del traumatismo inicial que llegó a manifestarse en un fugaz golpe de Estado. Pero, "El País" -observa- contribuyó mucho en tal sentido, acaso por no tener pasado.

Como director, le dio al periódico una orientación liberal, democrática, al margen de la filiación partidista, sectaria. "Fue el primer periódico que dio voz a la izquierda en España", dice.

Nadie sabía, en fin, cuál era la posición política del nuevo medio. Para muchos, en sus páginas internacionales se veía tercermundista, mirando con buenos ojos a la Unión Soviética; en la sección de política nacional, de centro-izquierda o socialdemócrata; en las páginas de sociedad, por la defensa de las minorías, casi anarquista o anticlerical, y en el área económica, procapitalista hasta los tuétanos.

"En realidad, era un periódico que trataba de modernizar la vida española", asegura para resolver las dudas al respecto.

Lo cierto es que dirigió a "El País", lo dirigió durante trece largos años, y después, en los últimos quince años, se hizo cargo de la empresa, en calidad de "Publisher", por solicitud expresa de Polanco, el accionista mayoritario.

La única condición que puso para aceptar el puesto fue seguir escribiendo sus artículos y libros, "algunos muy controvertidos políticamente", y diciendo lo que pensaba. "Así lo he hecho", se precia de haberlo logrado.

Se volvió empresario, mejor dicho. Y con mayor razón se le salió su espíritu empresarial cuando él y Polanco formaron el poderoso Grupo Prisa que se extendió de la prensa a la radio y la televisión, de España a América Latina y Miami, de la impresión de diarios a la edición de libros en la también prestigiosa Editorial Santillana.

Desde hace cinco años, el Grupo Prisa está en Bolsa, donde se mueve el 35% de sus acciones; más del 50% es de Jesús Polanco, y el resto, de pequeños accionistas como él, Juan Luis Cebrián, propietario del 1% del grupo.

"Fue el reconocimiento por mi tarea periodística", afirma.

Epílogo

Durante 28 años continuos, primero como director y ahora como Publisher, ha estado al frente de "El País", el periódico más grande e influyente de España.

Allí, en la oficina que aún conserva a pesar de su responsabilidad mayor en el Grupo Prisa, no deja de estar presente, activo, con la pasión del reportero que acaba de encontrar la primicia informativa, en los principales acontecimientos que conmueven al mundo.

Ahí estaba, dirigiendo su equipo, cuando cayó el Muro de Berlín, cuando la invasión de Panamá, cuando el 11 de septiembre se desplomaron las torres gemelas en Nueva York, y cuando la terrible matanza del 11 de marzo en Madrid, en una estación de trenes.

El periodismo lo lleva en la sangre, es cierto. Tanto que la Academia de la Lengua Española lo distinguió al designarlo entre sus miembros, otro honor que le enorgullece fuera del compromiso que representa.

El compromiso de expresarse bien, del adecuado uso del lenguaje, y en último término de tener una mente ordenada, condición básica -dice- del buen periodista. Como la de tener muchas ganas para desempeñar el oficio más bello del mundo…

Edición contra un golpe de Estado

El 23 de febrero de 1981 hubo un golpe de Estado en España, obra de militares rebeldes que se tomaron el Congreso y parecían haber triunfado en su afán de cerrarle el paso a la democracia. Cebrián ordenó entonces lanzar una edición especial de “El País”, para defender la Constitución y animar al pueblo a levantarse contra los golpistas, contra el secuestro del gobierno y de la prensa (ya se habían tomado los canales de televisión). El golpe, por fortuna, fracasó. Y el joven director de “El País” fue exaltado de inmediato como héroe nacional, demócrata consumado y, en definitiva, protagonista de aquella etapa de transición entre la dictadura y la democracia, al lado del rey Juan Carlos y de Felipe González, líder del Partido Socialista, quien inició los programas de privatización y creó la televisión privada, prueba cabal de la modernización impulsada por esta generación de la postguerra. Aquello, sin duda, ha sido el hecho más significativo en su larga y agitada vida periodística. Tanto que hoy, más de dos décadas después, habla con igual entusiasmo de lo ocurrido, como si la histórica edición especial contra el golpe estuviera a punto de salir a la calle…

Grupo informativo en expansión

El Grupo Prisa es el mayor grupo de comunicación en España y uno de los tres más grandes, junto a Televisa y Univisión, en Iberoamérica. Es propietario de “El País” y la cadena SER de radio, también la más grande en su país, que está formando una cadena de radio panamericana, con Caracol en Colombia, Televisión radio (con Televisa) en México, otra cadena radial en Chile, otra que van a adquirir en Argentina, y otra en Panamá; posee además un periódico económico en España -Cinco Días- y otro diario deportivo en Miami; como si lo anterior fuera poco, el grupo tiene la Editorial Santillana presente en 22 países, una red de negocios en Andalucía y un sistema de televisión paga, en alianza con franceses, que hoy cuenta con dos millones de clientes. Factura 1.800 millones de dólares anuales, dejando utilidades en este año cercanas a 150 millones de dólares. Se encuentra, pues, en franca expansión, con América Latina como objetivo por ser su mercado natural y porque, en palabras de Cebrián, “el único poder que tenemos los latinos o hispanos es el cultural, con un idioma común, para defendernos en la dura competencia mundial”. En Colombia, dice, les va muy bien con Caracol y Santillana. “Y nos consideran colombianos”, concluye.

La vida política

“Yo no he hecho sino política toda la vida”, afirma Juan Luis Cebrián, quien admite que no se ha dejado tentar por meterse a la actividad electoral. “Allá ellos”, dice de los periodistas que terminan de políticos profesionales, en busca de votos. Y defiende, sí, las posiciones políticas de los periodistas, de los mismos periódicos, aunque rechaza en forma enérgica que tales posiciones sirvan para manipular los hechos por intereses personales. No cree, sin embargo, en la objetividad periodística; si mucho, en la neutralidad, la transparencia y la honestidad.

Una forma de poder

“El periodismo es una forma de poder. Ni tan grande como la gente que ocupa el poder lo sugiere, ni tan pequeño como los periodistas tendemos a decir”, es una de las tantas expresiones memorables, de antología, que Cebrián empleó en su entrevista exclusiva a LA REPUBLICA. Niega, en cambio, que el periodismo sea el cuarto poder, “porque no expide leyes, ni mete los delincuentes a la cárcel”, a diferencia de los poderes legislativo y judicial, los cuales actúan muchas veces, igual que el gobierno, con la mirada puesta en los medios de información. “Es que todo: la política, la economía, la religión, la cultura…, se ha mediatizado porque todo sucede para ser comunicado. Si no es comunicado, es como si no hubiera ocurrido”, sentencia.

El mundo de los negocios

El poder económico –según Cebrián- es como el poder político, judicial, etc., lejos de tener la primacía social absoluta que se le atribuye en el marxismo y en el capitalismo. Más aún: lo que hay en la democracia es una distribución o dispersión de poderes, sometidos a reglas que se imponen aún a los capitalistas, conscientes de que el mercado debe ser regulado para garantizar la competencia. Y claro, la prensa no es ajena al poder económico, entre otras cosas porque también es un negocio, en ocasiones grandes negocios ó conglomerados, como el Grupo Prisa. El dilema para el periodista -señala- es hacer compatibles los intereses de los lectores y de los accionistas, tarea bastante compleja. “Hay que aprender a vivir con las contradicciones, sin superarlas”, expresa.

Futuro de la prensa

Para Cebrián, la conformación de grupos periodísticos es indispensable para enfrentar la creciente y cada vez más dura competencia internacional. "No hay otra salida", comenta. El futuro del periodismo, entonces, estaría en manos de los conglomerados, de grandes empresas -como el Grupo Prisa-, y de diarios pequeños, artesanales, a los cuales el desarrollo de internet les podría ayudar. Los periódicos medianos, en cambio, no tendrían futuro, como si estuvieran condenados a desaparecer. Y al periodismo económico le augura grandes transformaciones, si bien ve ahí una amenaza a través de internet, donde ya abunda la información de negocios.

[Fuente: Por Jorge Emilio Sierra Montoya, La República, Bogotá, Col, 30oct04]

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