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29oct18
Nadie vigilaba al ex 'president'
El 30 de octubre se supo dónde estaban Puigdemont y cinco de sus consejeros, cuando todo el mundo les esperaba en Barcelona. Ese mismo día, en España todo el mundo se preguntaba cómo podía haberse fugado sin que nadie se diera cuenta. La respuesta es que nadie le vigilaba. Ni Policía Nacional, ni Guardia Civil, ni CNI.
Según su versión, la Policía y la Guardia Civil no lo hacían porque no había ninguna medida judicial o investigación que lo exigiera. El caso del CNI es diferente. Se achaca a una falta de previsión e incluso a la desidia, sobre todo tras ser señalados tras no encontrar las urnas del 1-O. Las fuentes consultadas por este diario en los cuerpos de seguridad y en el anterior Gobierno creen de manera unánime que también fue un error que la Fiscalía anunciara la fecha en la que iba a querellarse contra Puigdemont. Eso le dio un margen de dos días para fugarse.
Aquel anuncio se produjo el viernes, 27 de octubre. Ese día, el Parlament había declarado la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) y en la plaza de Sant Jaume se reunían cinco mil personas para celebrar su ficticia emancipación. La Fiscalía General del Estado anunció entonces que el lunes presentaría una querella por rebelión. Aquella noche, Rajoy aplicaba el artículo 155 y destituía a Puigdemont.
Sábado, 28 de octubre. Puigdemont pasea con su mujer, Marcela Topor, por Girona, la ciudad que regentó y epicentro del independentismo. Se da un baño de masas. Se hace fotos. Le aplauden y el Ayuntamiento quita la bandera de España sin que aparentemente nadie se entere.
Puigdemont lleva siendo ex president apenas unas horas. Su fuga realmente empezó después de un menú de anchoas, tortilla, embutidos, arroz y postres. El lugar de esa comida fue la Plaza del Vi. Marcela y él entran a comer al bar de la plaza en el que, decían los camareros, jamás le vieron entrar antes. Todo parece una calculada puesta en escena para restar importancia al 155 y de que pasea por una Cataluña en el día 1 de la independencia. En absoluto. Era una despedida, aunque no se supo hasta 48 horas más tarde. El domingo se marchó a Francia en coche tras parar en una masía. Es un trayecto relativamente corto por el que se llega pronto a Perpignan. Después se iría a Marsella.
Algunas de las personas que vivieron esos momentos con él lo recuerdan así. «Algunos de los que se fugaron con Puigdemont regresaron convencidos de que lo peor que iba a pasar serían dos semanas en prisión. Saldrían como héroes y volverían a la Generalitat. Eso le ocurrió a Junqueras, que pensaba que salir de prisión en 15 días y después sería el nuevo president. Puigdemont se quedó, sabiendo que su única opción era internacionalizar el conflicto».
Ya desde Marsella, a través de un amigo, Puigdemont contactó con varias personas para que le asesoraran. De aquella llamada, le llegó una propuesta de cinco países: Alemania, Inglaterra, Irlanda, Holanda y Bélgica. En ellos había más probabilidades de obtener una denegación de entrega tras la euroorden que sabían que se iba a emitir. Además, en esos cinco países había varios equipos jurídicos disponibles para hacerse cargo de la defensa del ex president.
Finalmente, sin decir nada a los que le aconsejaron, Puigdemont cogió un avión hasta Bélgica. Su único equipaje era un trolley de mano y en Bélgica se instaló en el apartahotel Ambassador Suites de Lovaina. Ese apartamento, de 60 euros la noche, lo compartió durante cerca de un mes con Clara Ponsatí, Meritxell Serret, Toni Comín y Lluís Puig, hasta que se conoció su ubicación y acabó trasladándose a Waterloo, donde todavía reside.
[Fuente: Por Pablo Herraiz, El Mundo, Madrid, 29oct18]
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