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12may12
Bankia y la voladura del Banco de España
El pasado 10 de abril, el todavía gobernador del Banco de España pronunció un bochornoso discurso ante un auditorio profesional en el Encuentro del Sector Financiero correspondiente a 2012 que se consideró un "testamentario" de Miguel Ángel Fernández Ordoñez. El texto de la intervención se refería a la "nueva realidad del sector bancario español" y consistía en un descargo de la gestión del gobernador que, por un lado, excusaba las insuficiencias -siempre ajenas a él y al Banco de España- en el ejercicio de la supervisión y, por otro, subrayaba logros que ahora se han revelado como desastrosas carencias en el cumplimiento de sus responsabilidades ("El supervisor de la bancarrota cajista escurre el bulto" de 11 de abril de 2012).
Por esas fechas, Mafo, acrónimo del nombre y apellidos del responsable del Banco de España, nombrado por el Gobierno de Zapatero en 2009, estaba ya a punto de otorgar el nihil obstat al plan presentado por la Bankia presidida por Rodrigo Rato para que la entidad navegase en solitario, a espaldas y contra el criterio del Gobierno. Fernández Ordoñez hizo converger su propio interés de salvar el prestigio desgastado de su gestión con la huida hacia delante emprendida por Rato, después de que el asturiano hubiese consumado tres graves errores: 1) fusionar Cajamadrid con la caja más tóxica de cuantas había en España, la valenciana Bancaja, 2) impulsar una salida a Bolsa de Bankia de carácter patriótico en la que apoquinaron cantidades importante, tras presiones de Elena Salgado y del propio Zapatero, los grandes bancos y corporaciones españolas y 3) desestimar la extraordinaria ocasión de fusionar Bankia con La Caixa en los términos muy razonables que Isidro Faine propuso a Rato en las conversaciones que ambos mantuvieron entre octubre y diciembre del pasado año.
La fuerte significación política y la proyección internacional de Rodrigo Rato frenaron la determinación del Gobierno de Rajoy de impedir a tiempo la consumación de los propósitos autárquicos del exvicepresidente del Gobierno. Sólo cuando Mario Draghi, presidente del BCE, comunicó a Rajoy la percepción muy negativa hacia Bankia con ocasión de la celebración del consejo de la entidad en Barcelona los días 3 y 4 de mayo pasados, y tras una dura advertencia del FMI sobre nuestro sistema financiero por sus deficiencias de solvencia y los enormes riesgos contraídos por los activos tóxicos inmobiliarios de las cajas, Rajoy, Guindos y Montoro pasaron a la acción. A Rato le costó entender los mensajes indirectos de unos y de otros y el Ejecutivo decidió el pasado lunes: a) filtrar a dos periódicos sus planes de saneamiento de Bankia que su presidente desconocía y que, seguramente, no compartía porque su proyecto ya estaba avalado por el Banco de España, y 2) cerrar una entrevista del presidente del Gobierno en Onda Cero a primera hora de la mañana del mismo lunes en la que anunció el decreto ley que ayer se aprobó en el Consejo de Ministros. Rodrigo Rato adquirió entonces la lucidez que pareció faltarle antes, reparó en que el Banco de España y su gobernador estaban fuera de juego y no tuvo más remedio que resignar a favor de José Ignacio Goirigolzarri, el gestor que Economía deseaba, no como consejero delegado de Bankia, sino como presidente ejecutivo, es decir, con todos los poderes.
Mediante un procedimiento chapucero e improvisado -que ha propiciado fuertes pérdidas de capitalización bursátil para Bankia y las demás entidades financieras españolas- el Gobierno resolvió entre el lunes y el miércoles la nacionalización de la entidad, precipitando el nombramiento de Goirigolzarri ante la necesidad de taponar la hemorragia bursátil del sistema. Sin explicaciones, con un sesgo despótico y opaco, el Ejecutivo relevaba a Rato de una responsabilidad que nunca se le debió haber encomendado -dada su trayectoria y su perfil- y, de paso, eludía el protagonismo del Banco de España, en cuyo gobernador el Gobierno había perdido toda confianza, si es que alguna vez la depositó.
De inmediato, y en asistencia del Gobierno de Rajoy, intervino la Comisión Europea, que en muestra de una absoluta desconfianza en el supervisor español, solicitó al Ejecutivo una tasación de activos crediticios del sistema financiero español a realizar por entidades independientes. Ayer, en Consejo de Ministros, el Gabinete seguía, encantado, la instrucción de la UE y adoptaba el acuerdo de contratar a entidades tasadoras, mutilando las facultades de supervisión del Banco de España, cuya voladura (des)controlada se consuma a consecuencia de la mala gestión de su gobernador, a quien en diciembre el ministro de Economía debió pedir su renuncia.
La Ley 13/1994 de Autonomía del Banco de España comprende las facultades de supervisión que se materializan en la revisión contable, incluida la valoración de activos y pasivos de las entidades financieras, el análisis económico-financiero, el cumplimiento de la normativa y la revisión y evaluación de riesgos y solvencias. La tasación de los activos forma parte del núcleo duro de la supervisión y se realiza a través del procedimiento SABER (Supervisión de la Actividad Bancaria bajo el Enfoque Riesgo). De un plumazo, el Gobierno, a instancia de la UE, desarboló de esa facultad esencial al Banco de España para visualizar, dentro y fuera de nuestro país, que Miguel Ángel Fernández Ordoñez es el responsable en buena medida de la afirmación de José Luis Rodriguez Zapatero según la cual, nuestro sistema financiero era de los más solventes del mundo. Hace sólo un año (abril de 2011) el expresidente socialista declaraba en Singapur: "España es un poderoso trasatlántico. Estad tranquilos. Nuestro sistema financiero es fuerte, solvente y resistente". Él, por supuesto, y con él demasiados otros, se cuidaba mucho de distinguir a las cajas de los bancos, realidades claramente diferentes en todos los órdenes.
Mientras el entorno de Rodrigo Rato se dolía en las últimas horas de la "maniobra" del Gobierno para descabalgarle de la presidencia de Bankia, renuente él y su equipo a reconocer el naufragio de la entidad camuflado por el ilusionismo de Fernández Ordoñez, el Gobierno volaba el Banco de España en su actual configuración como si se tratase del último y envenenado legado de Zapatero. Los rumores de una inmediata renuncia de Mafo a instancias de la Unión Europea, acompañaban ayer los gestos de enorme contrariedad de los gestores de las entidades financieras sanas tratadas como las cancerosas por la toxina inmobiliaria, en tanto, desde otros minaretes se entonaban cánticos de despedida al capitalismo bancario-popular del dividendo en España por un largo tiempo dados los condicionamientos que implican las duras exigencias de provisiones impuestas por el Ejecutivo.
El asunto Bankia, no ha hecho más que comenzar porque, habiendo contraído el Gobernador del Banco de España enormes responsabilidades, otros también lo han hecho, desde las comunidades autónomas de Valencia y Madrid a las que correspondía la tutela de Cajamadrid y Bancaja, hasta los partidos políticos, sindicatos y entidades representados en los respectivos consejos de administración de las entidades, el Gobierno socialista por sus decisiones erróneas (en particular, una extravagante salida a Bolsa de Bankia), los gestores actuales y hasta los sucesivos auditores de la entidad. Y por supuesto, el actual Gobierno, primero por su pasividad y, después, por su atolondrada precipitación.
El caso merecería una investigación parlamentaria y judicial a fondo. No sucederá porque, como la experiencia enseña, cuando las responsabilidades son de tantos terminan por no ser de nadie. Un escándalo más que se saldará con la callada por respuesta, la carrera de Rodrigo Rato amortizada y el Banco de España volado tanto por el Gobierno como por la UE. Este es "El panorama desde el puente" que requeriría a unArthur Miller redivivo para elaborar un guión dramatúrgico sobre nuestra anoréxica democracia.
[Fuente: Por José Antonio Zarzalejos, El Confidencial, Madrid, 12may12]
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