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19jun18
Sobre el enésimo vaivén de 'El País' y el regreso de la vieja guardia
Corría el verano de 2016 cuando El País desató una furibunda campaña contra Pedro Sánchez que alcanzó su cenit en las últimas horas de septiembre, cuando el diario le dedicó un editorial en el que le definió como “un insensato sin escrúpulos” por negarse a dimitir como secretario general del PSOE, algo que anunció poco después. El político madrileño se marchó a su casa con los primeros vientos del otoño y el periódico más vendido de España se situó del lado de las vacas sagradas socialistas en su intento de colocar a Susana Díaz al frente del partido. Casualidades del destino, el muchacho desahuciado tenía la virtud de la perseverancia y la suerte de su lado; y veinte meses después ha llegado a presidente del Gobierno. Su ascensión ha sido tan meteórica como la de la 'vieja guardia' de Prisa, que, en pocos días, ha pasado de la reserva al alto mando como por arte de magia.
En el cuartel general de la compañía de los Polanco se ha cocinado desde principios de 2018 el enésimo vaivén ideológico de El País. El giro en esta ocasión ha sido especialmente pronunciado, pues ha llevado al rotativo de defender el reformismo propuesto por Ciudadanos a posicionarse del lado del socialismo de campaña electoral de Sánchez. Dos posiciones tan bamboleantes como peligrosas para cualquier diario que aspire a ser coherente.
Esta operación ha estado dirigida por los nuevos responsables del grupo y ha sido consentida por sus accionistas institucionales, entre ellos, el Santander de Ana Patricia Botín, quien cuenta como hombre fuerte en el grupo con Javier Monzón, vicepresidente y consejero independiente, pero de innegable relación con la entidad bancaria.
En Ferraz, se sabía desde hace varias semanas que la intención de Prisa era desmarcarse de los postulados ideológicos defendidos en la última parte de la 'era Cebrián' para volverse a situar cerca del PSOE. El razonamiento lo detalló a finales de marzo un consejero de la compañía: "ni la SER tiene que defender a Podemos, ni El País al PP y a Ciudadanos".
Su convicción es que, en los años de gobierno de Mariano Rajoy, los socialistas perdieron su influencia en Prisa, lo que desequilibró el panorama mediático, contribuyó al hundimiento del PSOE y benefició a la izquierda radical, a la que las televisiones concedieron un generoso espacio en un momento en el que se encontraban en guerra con el Ejecutivo. Para que las aguas vuelvan a su cauce, El País debe regresar a la centro-izquierda, que es donde se encuentra su lector tradicional, el votante del PSOE que, en muchos casos, descontento, apoyó a Podemos en las urnas.
Una muerte anunciada
La suerte del anterior director del rotativo, Antonio Caño, estaba echada desde hace varias semanas, al igual que la de Juan Luis Cebrián, quien pretendía ejercer de presidente de El País y de jefe de la Fundación Prisa, pero que ha sido amablemente re-ubicado en su propio domicilio. Eso sí, la caída de Caño se aceleró tras la llegada de Sánchez a Moncloa, como se demuestra al comprobar que su sustitución se hizo oficial tan sólo una semana después del triunfo de la moción de censura. En uno de sus últimos editoriales, incidió en que el Gobierno de los socialistas era “inviable” en un parlamento en el que sólo cuentan con 84 diputados. Diez días después, el mismo lector que digirió esos argumentos se encontró con un artículo titulado 'Punto y aparte' en el que el periódico aseguraba que “la tarea principal de Sánchez es reparar los daños provocados por el PP”.
La semana pasada, mientras los principales medios se hacían eco de que el nuevo ministro de Agricultura, Luis Planas, se encuentra imputado por el caso del supuesto robo de agua de Doñana, El País hablaba de que su "desimputación" es cuestión de días. Poco después, en otro artículo se aseguraba que Pedro Sánchez tuvo claro que Màxim Huerta tenía que abandonar el Ejecutivo desde que conoció la noticia de su fraude fiscal, es decir, el día anterior de su dimisión. No soy quién para criticar ni una palabra de estas informaciones, pero llama la atención el cambio radical que ha experimentado el diario para con Sánchez en los últimos días. Desde luego, si el enfoque condiciona la realidad que percibe el lector, hoy imaginará un cielo despejado cuando ayer veía nubarrones.
Al frente de la cabecera se encuentra desde hace diez días Soledad Gallego-Díaz, veterana periodista que se encuentra en la izquierda política y que fue respaldada por el 97% de la redacción. A su derecha ha situado nombres como Joaquín Estefanía o Montserrat Domínguez, cuyas opiniones políticas no son lejanas. Como jefa de Opinión, ha designado a Máriam M. Bascuñán, quien, a tenor de lo escrito en los últimos meses, parece que no dudará en elevar el peso del feminismo en la línea editorial del diario.
A quienes llevaban hasta el momento las riendas del rotativo -los Antonio Caño, David Alandete o Javier Ayuso- los han enviado 15 días a su casa con la promesa de negociar su despido o su nuevo puesto en el periódico. Uno de los varios 'afectados' lamentaba hace unos días el trato injusto que les había dispensado el grupo, que con su destitución y su previsible despido parece querer mandar una señal al PSOE y a los lectores de que el periódico ha iniciado un tiempo nuevo y el miedo ha cambiado de bando.
Los vientos de cambio han sido también percibidos en el cuartel general de Ciudadanos, donde hace unos días confesaban su malestar por la decisión de los nuevos responsables de El País de no publicar la encuesta mensual de Metroscopia sobre la situación política. En el partido naranja, saben que los sondeos de intención de voto siempre les benefician, en detrimento del PSOE, de ahí que este movimiento les haya rechinado. Máxime si se tiene en cuenta que los gráficos ya estaban preparados y se cayeron, por sorpresa, de la edición del pasado domingo 10 de junio.
Dicho esto, no deja de resultar sorprendente que un diario se defina como “independiente” mientras asume premeditadamente los postulados de un partido o, peor aún, los dogmas de las nuevas dictaduras del pensamiento, esas peligrosas religiones post-modernas. Desde luego, sobran ejemplos en España, donde la prensa tradicional es especialista en situarse bajo el sol que más calienta y en mendigar o presionar por campañas institucionales. En Madrid y en Barcelona; en el norte y en el sur. Cuando interesó, Juan Luis Cebrián protegió a Soraya Sáenz de Santamaría y puso a El País en contra de Sánchez. Ahora, la cosa ha cambiado, de un día para otro. He aquí el cuarto poder.
Gobierno de campaña
Desde luego, a los ciudadanos les aguardan varias tardes de gloria en los próximos meses, hasta que Sánchez se vea lo suficientemente respaldado en las encuestas como para poner fin a la campaña más larga de la historia y convocar elecciones. Por lo visto estos días, cabe esperar una buena ración de políticas sociales que sirvan para movilizar al electorado de izquierdas y recuperar, a poder ser, al que emigró hacia Podemos. Mientras se habla de desigualdad entre hombres y mujeres, de copago sanitario o de desenterrar a Franco, con o sin fantasma, el país seguirá carcomiéndose, fruto de sus problemas estructurales. Los que han generado su problema territorial, de deuda, de pensiones o de competitividad; y los que el Gobierno anterior se negó a abordar. Quizá temeroso de Dios o de sí mismo.
Mientras esto ocurre, los medios progresistas que hasta ahora negaban el apoyo a Sánchez -que eran todos- le respaldarán, como se ha apreciado en el caso de El País, la SER o La Sexta. Los críticos, por su parte, recurrirán a la hipérbole para describir la nueva realidad de esta España que siempre pega arrancadas de caballo andaluz y paradas de burro manchego. Desde luego, los grandes medios mantienen intacta su capacidad de cambiar de piel cuando conviene para cuadrar las cuentas, aunque eso implique pasar del pesimismo al optimismo en horas; y destacar virtudes o señalar defectos a gusto del pagador. A este respecto, conviene recordar que estas empresas han sido las que han orquestado las campañas contra los bulos en internet -crecientes en un entorno que cada vez tiene mayor y mejor información-, en comunión con las principales autoridades de las democracias occidentales, a quienes les conviene culpar a las fake news de fenómenos que hoy padecen estas sociedades por su culpa, como el auge de los partidos populistas.
Recurría la pasada semana el director de La Vanguardia a Mark Twain para ejemplificar la facilidad de manipular a la opinión pública en la era de la sobre-información. Afirmaba que "es más sencillo engañar a una persona que convencerla de que ha sido engañada". Los editores españoles son incapaces de asumir que una buena parte de los ciudadanos son conscientes desde hace tiempo de que sus cabeceras han perdido una buena parte de la credibilidad como consecuencia de su falta de independencia y de sus vaivenes editoriales. No ayudan a desterrar esa imagen giros ideológicos interesados como el que ha protagonizado El País.
[Fuente: Por Rubén Arranz, Vozpópuli, Madrid, 19jun18]
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