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01sep14
El 30% del Ibex se sienta a la mesa con Cebrián y los Polanco en la nueva Prisa
La esperada revolución en el capital de Prisa se ha sustanciado en el mes de agosto. Y ha provocado todo un cambio de guardia en el accionariado de una compañía otrora controlada con mano firme por Jesús Polanco y su familia, poseedores en tiempos mejores del 70% de la firma. Ahora y tras las diferentes conversiones de bonos y los canjes de deuda por capital, los herederos del fundador apenas disponen de un 12,42% de la compañía. Las nuevas caras que asoman como accionistas significativos no son del todo desconocidas. Los Botín, Alierta o Fainé, el establishment nacional, toman los mandos del principal grupo de medios del país.
Sobre el tronío de los nuevos socios, los números cantan. Santander, Telefónica y CaixaBank suman una capitalización bursátil en el entorno de los 172.000 millones de euros, un 30% de los más de 560.000 que acumula todo el Ibex. Las tres entidades -y sus capos- son pilares del Consejo Económico para la Competitividad, think tank que agrupa a la élite empresarial del país y que tiene hilo directo con Moncloa. Con ese poso, los tres nuevos accionistas de Prisa acaparan casi un 15,6% de la compañía, sin contar con que la teleco está en trámites para adquirir el 100% de Canal+, la plataforma de pago del grupo. Toda una opa en términos de influencia a la editora de El País.
De hecho, la siguiente pregunta es esencial. ¿Puede la línea editorial del Grupo Prisa abstraerse de esa estructura empresarial? Y más aún: ¿puede retener a su público tradicional y mantenerse como referente de la izquierda mediática cuando a nadie se le ocultan los nuevos inquilinos que pueblan su capital? Sobre lo primero, Pedro J. Ramírez, director del diario El Mundo desde su fundación hace 25 años, ponía recientemente negro sobre blanco lo que cualquier periodista descubre al poco de entrar en el negocio. "La censura y la autocensura van ganando cada vez más terreno en el sistema de los medios de comunicación", apuntaba en un acto público, en alusión a la presión que las grandes corporaciones ejercen sobre las cabeceras a través de los acuerdos publicitarios.
La cosa se agrava cuando el primer banco del país "va a controlar desde el Consejo de Administración a dos de los tres principales diarios" nacionales, insistía en referencia a la presidencia de Rodrigo Echenique -exconsejero delegado del Santander- en Vocento. "¿Quién va a controlar ahora a ese banco?", añadía el periodista. Para el presidente ejecutivo de Prisa, Juan Luis Cebrián, sin embargo, la cosa está clara. "La presencia de HSBC, Santander y La Caixa pone de relieve el permanente apoyo de las instituciones financieras a nuestro grupo", exponía en una de las últimas juntas de accionistas. Y remachaba: "La incorporación de Telefónica (...) tiene un significado estratégico particular".
¿Una debacle digital?
Respecto a la posición del prosélito de Prisa ante el escenario que se abre, al menos cabe el debate. Según los últimos datos de comScore, la versión digital de El País apenas alcanzaba en julio los 827.000 visitantes diarios, una cifra que casi duplicaba El Mundo y lejos de los 1,14 millones que registraba en junio. El verano ha hecho perder al diario de Prisa 317.000 usuarios únicos, por los 246.000 de Unidad Editorial. Pese a su creciente apuesta digital, El País se aleja paso a paso de su principal competidor. En lo que respecta al papel, el drama es general en pleno cambio de modelo de negocio, lo que refuerza la necesidad de posicionarse en el ámbito digital. El rotativo ha perdido un 9% de sus ventas en lo que va de año, hasta quedarse en 157.000 ejemplares.
En este sentido, la cuestión de fondo es si una eventual deriva ideológica del grupo hacia las posiciones y los intereses del establishment que habita en su capital casaría bien con el sentir de una población -en especial de su target potencial- que ha mostrado su desencanto con el statu quo político y ha abrazado iniciativas como Podemos, considerablemente más antisistema. El director de El País, Antonio Caño, explicaba recientemente la posición del diario en una entrevista con la revista Jot Down. Y rechazaba de origen la dicotomía izquierdas-derechas. "'El País no es un periódico de izquierdas. Ni lo es ni lo ha pretendido. Es un periódico liberal, progresista, que conecta con las tendencias de modernizar y conseguir que la sociedad a la que se dirige progrese. Somos socialmente responsables y avanzados. Y nos gustan los cambios. Y nos gusta la justicia. Es un periódico mayoritario que se dirige al conjunto (...). Todo eso no significa que seamos de derechas", aseguraba.
Aguas arriba, la posibilidad de una fusión entre Unidad Editorial y Vocento, El Mundo y ABC, terminaría por polarizar el ecosistema de medios sin remisión. Dos opciones a ambos lados del espectro pero dentro del sistema. Y siempre con la tutela de un establishment especialmente atento ante las oportunidades que ha arrojado la crisis económica. Un plan perfecto -con outsiders incluidos estrictamente controlados, véase el propio Ramírez- que sólo puede encontrar un obstáculo: la realidad y el nivel de deriva social. El progresivo deslizamiento de lectores -y votantes- a la izquierda de El País -y del PSOE- puede ser fatal para la jugada maestra en ciernes de esa fenomenal trabazón de lo público y lo privado que entre bambalinas maneja el guiñol. El otoño será caliente.
[Fuente: Por Daniel Toledo, El Confidencial, Madrid, 01sep14]
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