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17mar22
Lagarde cuenta con una inflación del 7% en Europa
El BCE no quiere por ahora seguir los pasos de la Reserva Federal estadounidense con subidas de tipos de interés, pero ve un serio peligro en el nuevo y significativo aumento de la inflación debido a la guerra de Ucrania. Al menos a corto plazo, no se debe subestimar el impacto de la guerra y las sanciones sobre los precios de la energía. Eso es lo que han dejado claro sus analistas en la conferencia titulada 'El BCE y sus observadores', una reunión de banqueros centrales y sus expertos organizada por el profesor de Economía de Frankfurt Volker Wieland. Entre las intervenciones más destacadas ha estado la de la presidenta del BCE, Christine Lagarde, que ha precisado el grosor de la inflación a la que nos enfrentamos y ha asentido a las previsiones de sus expertos, que cuentan con ver en breve una inflación del 7% en Europa.
En coincidencia con esta jornada, la oficina europea de estadística Eurostat ha publicado que la tasa de inflación en la zona del euro en febrero fue ligeramente superior a la supuesta en una estimación realizada el 3 de marzo. Ahora espera que la tasa de inflación sea del 5,9% en lugar del 5,8%, en la zona euro. Y del 6,2% en Europa, una décima por encima de las estimaciones de hace solo dos semanas, porque si algo tienen en estos momentos las previsiones macroeconómicas es su corta esperanza de vida. La invasión de Ucrania ha dado al traste con las expectativas y estas pueden volver a variar en las próximas semanas. De momento, los precios de la energía han subido un 32% en febrero, que se suma al 28,8% de enero. Y la inflación se extiende ya al resto de componentes del índice: 2,5% los servicios; 4,2% comida, tabaco y alcohol; 3,1% los bienes industriales no energéticos.
Muchos destacados banqueros centrales y académicos, como el ex economista jefe del banco central, Otmar Issing, han coincidido en Frankfurt en la necesidad de que el BCE a endurezca la política monetaria, dado este contexto. Lagarde ha respondido a estas sugerencias que por ahora, en promedio para este año, el BCE sigue esperando oficialmente que la inflación de la eurozona alcance el 5,15, aunque ha reconocido la caducidad cierta de estas previsiones y que, en un escenario más pesimista, los economistas del banco central también consideraron posible una inflación de 7,1% en promedio en 2022. Lagarde ha admitido que la guerra en Ucrania «al menos agravará aún más los factores a corto plazo que impulsan la inflación». Desde principios de año, los precios del gas han aumentado un 73% y los precios del petróleo un 44 %, según sus cálculos. «También es probable que aumenten las presiones inflacionarias sobre los alimentos», ha augurado.
El economista jefe del BCE, Philip Lane, ha dicho por su parte que todavía espera que la inflación golpee con más fuerza, aunque todavía confía con que a mediano plazo regrese más cerca del objetivo de inflación del BCE, en torno al 2%. Dada la incertidumbre, el BCE debe confiar en la «flexibilidad» para poder reaccionar ante acontecimientos imprevistos, ha insistido Lagarde: «Esperamos lo mejor, estamos preparados para lo peor y no nos sorprende nada en el medio».
A pesar de la alta inflación, el BCE sigue siendo más lento que la Reserva Federal de EE. UU. para volver a normalizar la política monetaria. Si no ocurre nada imprevisto, quiere acabar con sus compras de bonos en verano y subir los tipos de interés «algún tiempo después», en palabras de Lagarde. El miembro del consejo del BCE, Klaas Knot, no ha descartado dos subidas de tipos en el año en curso, mientras que Lagarde ha insinuado que el BCE también podría desarrollar y desplegar nuevas herramientas de política monetaria.
La presidenta del BCE ha comparado la situación inflacionaria actual con el desarrollo después de las guerras y con las crisis anteriores de los precios de la energía. «En muchos sentidos, la mejor analogía de lo que hemos visto es el aumento de la inflación que suele acompañar al final de las guerras, cuando la demanda de bienes de consumo supera a la escasa oferta debido a que las empresas tardan en adaptarse a las condiciones normales», ha explicado. Se ha referido como a ejemplo a que, entre 1945 y 1947, el precio del petróleo crudo en Estados Unidos aumentó un 80%, cuando la propiedad de automóviles se generalizó, pero el suministro de petróleo no pudo mantenerse. Por otro lado, la experiencia después de la invasión de Kuwait por Irak en 1990 ha demostrado que los precios más altos de la energía ejercen presión sobre los presupuestos familiares, lo que a su vez puede tener un efecto moderador sobre el crecimiento y la inflación. Este «efecto ingreso negativo» causado por el aumento de los precios de la energía ya representó el 1,4% del PIB en el último trimestre de 2021; la experiencia histórica sugiere que este efecto será aún más fuerte en los próximos meses.
[Fuente: Por Rosalía Sánchez, ABC, Seguir, Madrid, 17mar22]
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