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06ene06
Rusia ganó la "guerra del gas".
En la polémica con Ucrania por el suministro de gas, Rusia logró objetivos estrategicos más allá del campo energético que constituyen una advertencia para otros protagonistas de la pugna geopolítica por el espacio postsoviético.
El contrato rubricado con RosUcrEnergo, como empresa intermediaria, permite al monopolio ruso Gazprom vender mil metros cúbicos del hidrocarburo a 230 dólares, aparente manzana de la discordia.
Pero sobre todo le asegura durante cinco años participar como accionista del consorcio que entrega el combustible a Kiev y lo transporta hacia Europa a través del sistema de gasoductos domésticos.
Moscú satisfará la exigencia de pagar 1,6 en vez de 1,09 dólares por cada 100 kilómetros que recorra el gas en el territorio de Ucrania.
Pero a tres meses de las elecciones parlamentarias, la operación debilita de manera estratégica al gobierno de Víctor Yuschenko, al que ahora la prensa rusa le endilga nuevas acusaciones de corrupción asociadas a sus nexos con RosUcrEnergo.
El primer ministro ucraniano, Yuri Yejanurov, explicó que será necesario reducir el consumo actual de 76 mil 500 millones de metros cúbicos anuales a 47 mil, aparte de invertir 100 millones de dólares en el desarrollo de una red de depósitos subterráneos.
Deberemos incrementar entre 16 mil y 18 mil millones de metros cúbicos las reservas procedentes de la producción interna, enfatizó, citado por la agencia de noticias RIA Novosti.
Yejanurov reconoció que el incremento de los precios -de 50 dólares a 95 por mil metros cúbicos de gas - obligará a la industria nacional a ser más eficiente y hasta quizás lograr el paso definitivo a la modernización de las fábricas.
Analistas consideran que sólo esta variación de 45 dólares por la importación del hidrocarburo suministrado a Ucrania por RosUcrEnergo en los próximos cinco años influirá en un aumento de los costos de producción de las plantas químicas y metalúrgicas.
Algunos afirman que estas ramas vitales en las exportaciones ucranianas podrían llegar a la bancarrota, con el consiguiente perjuicio al nivel de vida de la población, ya afectado después del proceso conocido como la denominada revolución naranja.
La Unión Europea (UE) también quedó advertida de su dependencia en relación con los energéticos de Moscú en los inicios de este invierno, cuando Rusia apenas redujo en 120 millones de metros cúbicos el despacho del hidrocarburo.
Ucrania desvió en sólo 24 horas más de 100 millones del preciado combustible y el estrés energético se hizo sentir en casi toda la UE.
Esta señal alerta a Europa de que la inestabilidad en el espacio postsoviético puede crearle peligrosas situaciones de crisis y debe abstenerse de intervenir para provocar cambios políticos favorables a Occidente.
Además, el mensaje adquiere especial relevancia en víspera de las elecciones presidenciales de marzo en Belarus, principal aliado de Moscú en la Comunidad de Estados Independientes.
Con el abierto patrocinio de la UE y Estados Unidos la oposición fragua planes contra el gobierno de Alexander Lukashenko, similares a los que desembocaron en "revoluciones de terciopelo" en Georgia (2003) y Ucrania (2004).
Desde otro punto de vista, el conflicto por el gas debe incorporar más aliados europeos a la construcción de nuevos canales de distribución que evadan al tránsito por países intermediarios.
Al respecto, se espera la incorporación de nuevos inversionistas en el gasoducto Flujo Azul, que construyen Rusia y Turquía por el fondo del Mar Negro, y en el Noreuropeo bajo el Báltico, ejecutado por Moscú y Berlín.
[Fuente: Prensa Latina, Moscú, 06ene06]
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