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11may11
Los alemanes ya estudian la posibilidad de retirarse del euro
La crisis de la deuda europea está lejos de remitir. La renovada encrucijada financiera de Grecia para hacer frente a sus pagos de deuda, pese al cheque de 110.000 millones de euros liberado hace ahora un año por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha vuelto a situar a la economía helena en el ojo del huracán y a la zona del euro en el punto de mira de los inversores.
Las conjeturas del mercado sobre una posible expulsión de Grecia de la Unión Económica y Monetaria (UEM) corrieron como la pólvora, al unísono con el descenso de cotización de la divisa europea, la camuflada reunión del pasado viernes en Luxemburgo de los grandes socios del euro y el precio de la nueva y presumible factura griega -otros 60.000 millones de euros-, dirigidos a sortear su suspensión de pagos.
Ante estos oscuros y amenazadores nubarrones, la canciller alemana, Angela Merkel, se ha visto obligada a acudir precipitadamente a Bruselas para ponerse una vez más al mando de las operaciones y evitar réplicas del nuevo tsunami griego.
Pero, ¿y si Merkel se planteara la salida del mayor contribuyente de los rescates griego, irlandés y portugués, del espacio monetario europeo? Al fin y al cabo, es una alternativa que está calando con fuerza en el subconsciente colectivo de los alemanes, que ven con buenos ojos el retorno a sus bolsillos del viejo marco y empiezan a aceptar de buena gana ser los primeros socios del euro en abandonar la moneda común. La propia Merkel ha alimentado en alguna ocasión esta cábala de manera velada.
En plena negociación sobre el rescate luso, la canciller germana admitió que “tenemos un tratado bajo el cual no hay posibilidad de sufragar a socios monetarios en dificultades”. Un informe de la gestora de fondos Schroders que circula estos días entre inversores y asesores financieros, repasa las ventajas y los inconvenientes de una hipotética claudicación del buque insignia del euro.
Beneficios y costes de la UEM
¿Por qué Alemania debería permanecer en el área monetaria?, se preguntan Philippe Lespinard, responsable de inversiones de renta fija en Schroders, y Alan Brown, director de inversiones de la firma, en estudio que lleva el elocuente título de Dos caras de una misma moneda.
Lespinard y Brown observan varios beneficios económicos. El principal, que mientras la mayoría de socios siguen coqueteando peligrosamente con la recesión, el PIB germano no sólo logró crecer un 3,6% en 2010, sino que permitió dejar la tasa de desempleo en el 7,3%, una cota desconocida desde la reunificación del país.
A esta envidiable recuperación ha contribuido la debilidad manifestada por el euro desde que, hace un año, estallara la crisis de la deuda de los países periféricos, lo que ha impulsado la competitividad germana, su industria, la confianza de su consumo interno y su poderoso sector exterior. “Si Alemania dejara el euro, el nuevo marco se apreciaría irremediablemente dañando sus ventajas competitivas […] así como el comercio con sus socios europeos al quedar sin efecto la reducción del tipo de cambio nominal”, explican.
En su opinión, además, la fortaleza de su mercado de bienes se debilitaría, al igual que su flujo crediticio, que ha alcanzado un notable grado de “retorno por la contracción de las naciones en dificultades financieras en un contexto de ausencia de riesgos monetarios”, aducen.
Los analistas de Schroeders también inciden en las ventajas políticas para Alemania de seguir con la divisa europea. En esencia, por los pasos hacia el sueño europeo de una integración política que, si bien está lejos de consumarse y presenta carencias en su proyecto estelar, el euro, por la falta de armonización fiscal, ha logrado gestionar una política coordinada de bonos entre sus socios monetarios.
En este sentido, Lespinard y Brown destacan la creciente influencia de Berlín por inculcar más disciplina presupuestaria, con la finalidad de elevar la productividad del área, ligando los salarios a este parámetro en vez de al IPC, por un lado; devolviendo sin reparos al Banco Central Europeo (BCE) a la estrategia del Bundesbank de férrea contención de precios, por otro, y poniendo sobre la mesa negociadora del Consejo Europeo una exigente homogeneización tributaria.
También vislumbran elevados costes en caso de dejar la zona del euro. Entre los económicos, enfatizan que la vuelta del marco y su descontada revalorización desencadenaría pérdidas financieras y patrimoniales a bancos, ahorradores y aseguradoras por la sustancial deuda que ostentan denominada en euros. Además de la pérdida de la hegemonía germana en Europa, sus instituciones y un BCE con sede en Francfort.
¿Por qué podría dejar Alemania el euro?
Para los expertos de Schroders, gran parte de los argumentos favorables a la justificación de su estancia lo son, al mismo tiempo, para forjar decisión de abandono. “La situación de la eurozona es increíblemente complicada”, tal y como lo define el propio Herman Van Rumpy, presidente del Consejo Europeo, que habla de “tensiones claramente confrontadas dentro del sistema” a propósito del dilema que subyace tras la existencia de “una unión monetaria que no es plenamente una unidad económica ni política”, recuerda Brown.
La ausencia de cohesión fiscal, a su juicio, genera una “inherente incertidumbre” sobre el club del euro, como lo demuestra el hecho de que los socios periféricos del área hayan perdido entre un 20% y un 35% de su competitividad desde el nacimiento de la divisa europea. Algunas de estas dudas son de índole política, como el hipotético rechazo a la propuesta impositiva de Berlín, que podría abocar a Merkel a “salir del euro en los próximos años”, una ruptura que la sociedad germana considera que, incluso, “debería hacerse de inmediato, antes de que haya una mayor implicación de Alemania en los rescates financieros”, aseguran.
No en vano, el 60% de los alemanes, según recientes sondeos, se decantan por enterrar el euro por el alto coste para sus contribuyentes de las aportaciones de Berlín a los países inmersos en crisis de deuda. Sólo a Grecia, el cheque germano ascendió a 22.400 millones de euros, la quinta parte de la ayuda comunitaria. Pero otras, tienen un marcado cariz económico. Quizás la principal sea la necesaria prolongación de los fondos estructurales hacia los socios periféricos que, o han acudido al rescate, o han encarecido sus deudas con sus acuciantes emisiones de bonos.
De ahí que Brown asegure que una posible salida de Alemania del euro “ni es imposible ni impredecible” ya que, de hecho, “ha habido al menos 70 uniones monetarias que se han desintegrado desde el final de la Segunda Guerra Mundial” en el planeta. Eso sí, “a menos que las economías centrales y periféricas del área monetaria acepten mayores cotas de integración tributaria” y que “se impongan controles presupuestarios a los países deudores” que mitiguen las críticas de los contribuyentes alemanes.
Lespinard deja otro aviso para navegantes. En su opinión, la salida de Alemania “es altamente improbable” porque lo lógico es que la zona del euro “avance a una mayor integración”. Pero, aun así, “la estabilidad financiera alemana y su poder político podría no ser suficiente” si la crisis “alcanza a España o, peor todavía, a Italia y se ven obligados a solicitar asistencia” Lespinard dice confiar en que, antes de que pueda surgir el colapso, los líderes europeos “lleguen a crear un Tesoro Europeo”, proyecto que fue rechazado en Maastricht por presiones británicas, pese a su ausencia del euro.
Otras salidas a la crisis
El recrudecimiento de las tensiones en los mercados ha puesto en alerta a think-tanks e institutos de investigación europeos, algunos de los cuales aportan otras soluciones de calado. Jacques Delpla y Jakob von Weizsäcker, del centro Bruegel, reclaman la creación de un bono europeo, pero con una salvedad importante, que la deuda soberana de la zona del euro se desligue en dos partes.
Por un lado, el Bono Azul para países con un nivel de endeudamiento inferior al 60% del PIB, que englobaría un pool de deuda de los socios que lo integraran con garantías severas y compartidas de manera conjunta. Y otro, el Bono Rojo, para socios que excedieran de esta cota, marcada en el Tratado de Maastricht, y que tendría responsabilidades genuinamente nacionales. Este documento fue entregado al comité de Asuntos Monetarios del Parlamento Europeo hace dos semanas.
Simon Tilford, economista jefe del Center for European Reform (CER) cree que la crisis de deuda de los periféricos “resulta insostenible”; en especial, en los casos de Grecia, con un ratio de deuda que se disparará por encima del 160% del PIB antes incluso de que los líderes de la Unión se planteen siquiera un proceso de reestructuración de sus pagos, y de Portugal, cuya tasa duplicará el criterio de Maastricht en 2013.
La combinación de ambas, un 300% del PIB conjunto de ambos países, les pone en la plataforma de expulsión del área monetaria” -incluso si se teje un nuevo apoyo de emergencia-, y deja al euro ante el desafío de consensuar un urgente acuerdo de armonización fiscal.
A estos interrogantes se suman otros, de índole jurídica, y que tiene que ver con la esperada, aunque sin fecha, decisión del Tribunal Constitucional germano, que tiene una pila de recursos pendientes sobre la participación de Alemania a los rescates europeos, tal y como recalca Nicolaus Heinen, de Deutsche Bank.
Puede que el comisario español de Competencia, Joaquín Almunia, tenga razón al decir que “hay una larga lista de espera de países que desean incorporarse al euro” para diluir las presiones sobre la crisis de la deuda europea. Pero tampoco es menos cierto que algunos socios se encuentran atrapados en la puerta misma de salida.
[Fuente: Por Ignacio Domingo, Cotizalia, Madrid, 11may11]
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