Información | ||
Derechos | Equipo Nizkor
|
21abr15
Las grietas del pasado en Sudáfrica
Veronica Barolsky creció en 1980 en Sudáfrica, bajo uno de los peores períodos del sistema de apartheid, con un alto nivel de represión y violencia. Recuerda que había conflicto en áreas urbanas no desarrolladas (los townships sudafricanos) y que el ejército ocupó algunas de estas. "Era extraño ser un sudafricano blanco, porque la mayoría de blancos apoyaban el apartheid. La gente se ponía brava, rechazaba, le parecía extraño que uno no apoyara ese régimen. La vida en general era muy cómoda para los blancos, se podía vivir como rico, todo estaba dado y era seguro", recuerda.
Barolsky fue a la universidad, se involucró en el estudio de la política y desarrolló su consciencia sobre el conflicto. "Podía haber alguna agresión. En el campus, los estudiantes de ingeniería eran reconocidos por ser muy conservadores. Si teníamos panfletos contra el apartheid, ellos nos insultaban. Yo me junté con los que compartían mi forma de pensar". Antes de la transición en el 94 murieron entre 15 y 20 mil personas en la pelea entre el partido de la ANC (African National Congress) y el IFP (Inkatha Freedom Party). Para entonces, Barolsky trabajaba monitoreando información sobre la violencia. Después de la transición, llegaría a ser investigadora de la reconocida Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica, que ha servido como modelo para múltiples procesos de paz en el mundo.
Es usual que la transición en Sudáfrica se muestre como un gran ejemplo de éxito. ¿Lo es?
En muchas maneras el proceso fue extraordinario, pero se exagera su dimensión. La gente habla en términos de un milagro, lo cual es problemático. Fue el resultado de un gran esfuerzo. Las sanciones económicas jugaron un papel grande, así como la presión de la comunidad internacional. De diferentes maneras, el gobierno de apartheid se dio cuenta de que iba a colapsar, no podía continuar. En buena parte fue forzado. Es un problema cuando se ve como un modelo y el mundo intenta seguirlo. La situación, por ejemplo en Colombia, es muy específica. Lo que funcionó para nosotros, no necesariamente va a funcionar para ustedes.
La Comisión de Verdad y Reconciliación de Sudáfrica ha sido un modelo para otros procesos de paz. ¿Fue exitosa en el caso sudafricano?
Fue extremadamente importante tenerla para lograr un acercamiento crítico a lo que ocurrió en el pasado y dejar un registro sobre eso. Como en el holocausto u otros casos, algunos podían negar que estas cosas ocurrieron. Las audiencias fueron televisadas y la gente vio los testimonios de las víctimas, eso tuvo un efecto poderoso en la conciencia de las personas, vieron que en verdad la gente había sufrido. Esos aspectos fueron importantes, pero creo que había un exceso en las expectativas sobre lo que podría salir de la Comisión. Una Comisión de la Verdad sólo va a jugar un papel pequeño en un proceso de reconciliación y sanación. Sudáfrica es hoy aún una sociedad muy dividida y en muchos sentidos se ha dividido más con el tiempo. La desigualdad económica también se ha profundizado.
Han aparecido comisiones semejantes en todo el mundo. A veces son introducidas muy temprano, cuando todavía hay mucha tensión en el conflicto. A veces el modelo está muy apegado al sudafricano, sin mirar el contexto propio. A veces funciona bien en otros contextos, pero no siempre. El reporte de nuestra Comisión fue muy criticado internamente porque la gente, especialmente los académicos, no pensaron que era un análisis preciso de la historia, sino solo una historia de los buenos y los malos y no tenía en cuenta las complejidades de lo que pasó. Pero era un reporte de la Comisión, no una tesis.
La Comisión estaba empoderada para otorgar amnistías. ¿Qué efectos dejó ese intercambio de la verdad por la amnistía?
Fue uno de los aspectos más controversiales de la Comisión. Fue problemático porque algunos obtuvieron la amnistía y no debieron haberla obtenido, mientras que otros fueron a la cárcel. Muchas veces dependía de la representación legal que tenían las personas. Yo hice mi tesis sobre un grupo de autodefensas unidades que cometieron una ejecución, un crimen horrible. La Comisión no lo vio como un evento político, así que fueron a la cárcel de por vida. Pero muchos otros que apoyaron el apartheid y perpetraron crímenes igualmente horribles continuaron viviendo libres. Muchos ni siquiera fueron a la Comisión a pedir la amnistía. Pensaron que eran intocables, enviaron a operarios de menor nivel y no asumieron su responsabilidad, eso generó resentimiento interno sobre la clase de liderazgo político. Muchos de ellos siguieron viviendo en Sudáfrica.
Se suponía que iba a haber alguna clase de acusación de figuras claves y máximos responsables, pero no ha habido voluntad política para eso. De hecho, hay gente a la que se le ha dado perdón y otros beneficios. Además, el proceso de amnistía era parte del compromiso político. El ANC quería garantías de amnistía para sus soldados del MK (la Lanza de la Nación, el brazo armado del Consejo Nacional Africano) antes de que la transición ocurriera. No quería que sus soldados fueran procesados y demás. Hubo una negociación: si ustedes tienen amnistía, los perpetradores del apartheid también. Eso fue un problema porque creó una equivalencia entre ambos, los que pelearon contra el apartheid y quienes lo defendieron estaban envueltos en el mismo tipo de crímenes.
Visto desde el trabajo de la Comisión, ¿valió la pena tener la posibilidad de la amnistía para que los individuos hablaran con más tranquilidad sobre los crímenes perpetrados?
Sirvió para obtener información que de otra manera no habríamos obtenido, pero es difícil decir si valió o no la pena. Seguro que aprendimos más como resultado de ese tipo de incentivo, pero mucha gente mantuvo información en secreto, no todo fue compartido. Todavía hay muchas cosas que no se saben. Antes de la Comisión había miles y miles de documentos que fueron destruidos y no pudieron ser examinados. Ante la Comisión se mantuvieron muchos esfuerzos por encubrir lo sucedido.
¿Las víctimas han sido reparadas?
Las víctimas que vinieron a la Comisión se suponía que eran elegibles para reparaciones y un cierto tipo de indemnizaciones. Hasta hoy, sin embargo, siguen luchando por obtener ese dinero. Es un gran problema porque el gobierno no cumplió sus promesas al respecto.
¿Bajo qué perspectiva se pensó en la justicia transicional en Sudáfrica?
Estuvimos muy influenciados por estándares internacionales y creo que eso es un problema. Obviamente hay cosas que aprender, pero la tendencia a simplemente importar modelos no es tan buena. Aunque se introdujo la noción de satisfacción de la comunidad (community pleasing), que es más un concepto británico y estadounidense, nunca funcionó realmente, porque no tuvo en cuenta el contexto sudafricano y cuán dividido y fragmentado estaba. Es importante desarrollar soluciones individuales y no ser presionados por la comunidad internacional. Es un error frecuente caer en lo contrario.
En Colombia se ha construido una imagen muy pacífica del posconflicto. ¿Cómo fue el postapartheid sudafricano?
Es increíble ver cómo en todos estos procesos alrededor del mundo se cometen casi los mismos errores. Hay una tendencia a caer en esa ilusión de que después de las elecciones democráticas, o de la firma de un acuerdo, estamos libres, somos un país pacífico y podemos simplemente marchar hacia el futuro. En realidad, el pasado continúa teniendo un enorme impacto en el presente, lo configura en buena medida. Eso es inevitable y perdura por lo menos durante una generación. Así que el posconflicto se vuelve una especie de mitología nacional, algo en lo que la gente necesita creer, pero la gente no está viendo de manera realista cuáles son los retos y cómo han sido configurados por el pasado. Si uno cree que el pasado se acabó y comienza un nuevo capítulo, está muy equivocado.
Casi 20 años después de la transición, Sudáfrica enfrenta grandes problemas de desigualdad…
Ese es el problema con la negociación. Hubo personas en el ANC que querían una transformación económica fundamental y un programa económico más radical, pero como parte de la negociación aceptaron no exigir esos compromisos. Ahora vivimos con ese legado. Tras la transición tuvimos índices relativos de alto crecimiento, pero luego se incrementó la desigualdad económica. Ahora el crecimiento es casi 1,2%, pero sigue la desigualdad. Tratan de introducir diferentes cosas porque la situación se está poniendo difícil, pero no es suficiente. De acuerdo con sondeos, una gran porción de los sudafricanos se acuesta a dormir con hambre.
¿Es decir, que durante el proceso no acordaron políticas de desarrollo social para acabar con raíces profundas de conflictividad, como la desigualdad o la pobreza?
No se pensó en esa política. Se trató más de apaciguar a la comunidad internacional. Para tratar de llevar al Partido Nacional al proceso se aseguraron sus derechos de propiedad, de estabilidad. No hubo acuerdos en cambios económicos significativos, esas son las grietas del pasado que están por recomponerse. La Comisión de la Verdad no podía tocar ese asunto económico. Después de algunas críticas, hubo algunas audiencias al respecto, pero fue inadecuado y realmente no se tomó el problema en serio.
¿Cuál es el panorama de la violencia ahora?
Casi todos los días el reporte del tráfico dice qué caminos uno no debería tomar, porque hay protestas, están lanzando piedras, quemando llantas. Se ha vuelto cotidiano. Son protestas espontáneas. Hay un gran problema con la falta de reacción del gobierno; la gente que por ejemplo no tiene agua en un área, trata de que el gobierno responda, pero no lo hace, así que salen a las calles y esa necesidad se convierte en violencia. A esto se han sumado los episodios de violencia xenófoba, que han tenido un gran impacto en los últimos días.
Con los hechos en la mina de Marikana estábamos todos en shock al ver que el estado actual podría llevar a cabo una masacre de este tipo. Una comisión de investigación sacó un reporte, pero el presidente se ha negado a hacerlo público. De nuevo, vemos que hay mucho encubrimiento. No sabemos si se sabrán los resultados de la comisión, porque van a implicar a altos oficiales del gobierno y las fuerzas armadas. Hay más y más represión de la información.
Teniendo en cuenta lo anterior, ¿cuál es la verdadera lección de Sudáfrica para Colombia?
Buscar soluciones propias para sus problemas propios. No estar presionados por la comunidad internacional. No importar modelos internacionales de manera acrítica, Y quizás, hacer ahora negociaciones más duras, para no quedar con asuntos inacabados en el futuro, como nos sucedió a nosotros.
[Fuente: Por Daniel Salgar Antolínez, El Espectador, Bogotá, 21abr15]
This document has been published on 23Apr15 by the Equipo Nizkor and Derechos Human Rights. In accordance with Title 17 U.S.C. Section 107, this material is distributed without profit to those who have expressed a prior interest in receiving the included information for research and educational purposes. |