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13oct07
El presidente Uribe dispara a diestra y siniestra. ¿Qué está pasando?
Como buen gallo de pelea, el presidente Álvaro Uribe volvió al ruedo. Y, en dos días, desató la polvareda más impresionante. Se fue contra la Corte Suprema de Justicia, fustigó al magistrado encargado de la para-política, tuvo un enérgico careo radial con el columnista Daniel Coronell, le lanzó un gancho de izquierda a su vicepresidente y, de salida, le dio un codazo al periódico El Tiempo. Todo, según él, para limpiar su honra y defenderse de críticas que considera injustas.
¿Qué le pasó al Presidente? ¿Por qué salió 'cargado de tigre' por todos los medios? ¿Es acaso una reacción espontánea de indignación para defender su nombre, o hay una calculada estrategia ligada al escándalo de la para-política?
El florero de Llorente fue una carta fechada el 11 de septiembre. En ella, un paramilitar conocido como 'Tasmania', preso en la cárcel de Itagüí, dice que el magistrado auxiliar Iván Velásquez le ofreció beneficios si vinculaba al presidente Uribe en el atentado contra alias 'René', un ex jefe paramilitar del oriente antioqueño. Este ofrecimiento, según 'Tasmania', se habría hecho en presencia de dos funcionarios de la Fiscalía en Medellín.
El mismo día de la redacción de la carta, el Presidente la recibió en el Palacio de Nariño. Todavía nadie se explica cómo viajó tan rápido de Medellín a Bogotá ni quién fue el mensajero. Lo cierto es que esa noche, a las 7 de la noche, el Presidente decidió llamar al magistrado Velásquez. "Me saludó y dijo que tenía preocupación por un rumor sobre las declaraciones de un desmovilizado que lo involucraba en un asesinato", dijo Velásquez. "Le dije -agregó- que no existía tal declaración y que si la hubiese, se le daría el trámite correspondiente". La conversación duró 15 minutos.
Un mes después, el lunes 8 de octubre, el Presidente recibió del DAS confirmación de la autenticidad de la huella y el número de cédula de la carta de 'Tasmania'. El Palacio de Nariño decidió entonces sacar un enérgico comunicado a las 7:45 de la noche. En él se decía que funcionarios de la Fiscalía y un magistrado auxiliar estaban ofreciendo beneficios para que un paramilitar vinculara al Presidente en un asesinato. Y ahí fue Troya.
A los pocos minutos se dio la primera reacción en radio: el presidente de la Corte Suprema, Julio César Valencia, tildó de "obstrucción a la justicia" el comunicado de Palacio. Los oyentes de radio, hacia las 9 de la noche, empezaron a sentir que algo grande se estaba cocinado cuando oyeron que el presidente Uribe llamó personalmente al programa Hora 20 de Caracol. Néstor Morales, su conductor, discutía con sus invitados sobre la noticia de última hora.
El Presidente, en una especie de debate-entrevista, planteó la gravedad del tema: "Aquí sólo hay tres opciones: o el Presidente es un asesino, o 'Tasmania' es un mentiroso o los magistrados de la Corte son unos manipuladores". Mientras al otro lado del micrófono el periodista Juan Gabriel Uribe y políticos como María Emma Mejía y Humberto de la Calle mencionaban la inminencia de un choque de trenes, el Presidente sólo les insistía en la gravedad de los hechos y pedía una investigación a la Fiscalía. Esa noche Uribe salió en todos los noticieros de televisión hasta el filo de la medianoche.
Cuando los colombianos se fueron a dormir quedaron varias preguntas en el aire: ¿Por qué salió tan intempestivamente el Presidente? ¿Por qué le dio tanta credibilidad a una versión de un paramilitar convicto? ¿Por qué le creyó más a un hombre preso que a un magistrado auxiliar? ¿Por qué se montó en una acusación tan fantasiosa como la de que él es un asesino, para crear un choque institucional? ¿Tendrá algo que ver el reciente llamado a indagatoria a su primo el senador Mario Uribe?
A pesar de las chispas iniciales que había generado el episodio, nadie sospechaba lo que se venía el día siguiente. Sólo el Presidente, quien durmió tres horas para preparar su ofensiva. Muy a la madrugada, un elemento adicional le agregó munición a la artillería que venía aceitando Uribe desde las 4 de la mañana: el editorial y la noticia de primera página de El Tiempo.
La noticia de abrir del diario bogotano de ese día advertía que el Presidente estaba muy golpeado por dos hechos: el primero, la posición de The New York Times, que solicitó postergar el TLC, pues considera que el gobierno de Uribe no ha hecho lo suficiente por llevar a la justicia a los "paramilitares matones y a los políticos que los apoyan". Y el segundo, las grabaciones de los congresistas detenidos en la cárcel La Picota reveladas por SEMANA donde sale a flote la maquiavélica estrategia de algunos para evadir la justicia.
Lo segundo que le molestó a Uribe esa mañana fue el editorial de El Tiempo. Para ese diario, las reiteradas "chispoteadas" del Presidente suscitan inquietud. Sobre todo refiriéndose a las declaraciones de Uribe contra el periodista Gonzalo Guillén, a quien calificó de "calumniador profesional" y lo convirtió rápidamente en mártir de la libertad de prensa (y tuvo que salir del país por amenazas). Sin saber lo que iba a pasar el día siguiente, el editorialista de El Tiempo se embocó y su escrito vendría como anillo al dedo.
Esa mañana, Uribe se metió a su despacho, y a partir de las 7 se subió al ring de los medios y no se bajó sino a las 11 de la noche. El Presidente demostró que sigue en muy buena forma en su pugilato verbal. En la emisora La FM de RCN, se enfrentó cara a cara con el columnista Daniel Coronell (ver artículo en la página 38). El pulso radial se subió de tono cuando el periodista le preguntó por sus supuestas relaciones con Pablo Escobar. El Presidente reaccionó indignado y lo tildó de "miserable". En Caracol Básica, con Darío Arizmendi, se fue contra El Tiempo, al que tildó de "mentiroso", "frívolo" y "escrito con pereza".
En Radiosucesos RCN, de Juan Gossaín, le mandó un gancho a la mandíbula a su Vicepresidente. Dijo que él siempre quiso nombrar a Juan Lozano en el cargo, pero que Francisco Santos lo llamó para decirle que lo nombrara a él. Francisco, sorprendido con el comentario, cayó a la lona. Aunque ya fumaron la pipa de la paz, hay una gran grieta entre el Presidente y su segundo a bordo.
Toda esa mañana siguió mandando golpes a diestra y siniestra, justificó su llamada al magistrado y negó un choque de trenes. Al mediodía siguieron dos ruedas de prensa y en la noche, su aparición en los noticieros. Incluida una entrevista con Yamid Amat en la que trató de socavar la credibilidad de la Corte Suprema al reiterar en varias ocasiones que era un órgano clientelista. Mientras se disipaba la polvareda, se rumoró sobre la renuncia del Vicepresidente y sobre la posibilidad de que varios magistrados pensaran dejar sus puestos en protesta ante la arremetida del jefe de Estado. Nada de eso ocurrió.
La Corte, después de ocho horas de deliberación, emitió un prudente comunicado en el que recibe con "enorme extrañeza" las afirmaciones del Presidente y pide respeto a las instancias judiciales.
¿Por qué lo hizo?
Es difícil entender por qué Uribe salió como un botafuego. Aunque el Presidente tiene todo el derecho a salir a defender su honra, como lo ha hecho en otras ocasiones, un primer mandatario no puede montar una crisis institucional sobre lo que dice un paramilitar desde la cárcel, así le ponga la huella. Sobre todo, si la versión es absurda: que el Presidente, en ejercicio de sus funciones, le pidió a un paramilitar asesinar a otro paramilitar. Ese cuento no se lo cree nadie. Entonces, si la fuente es un convicto, la denuncia es fantasiosa y el magistrado niega que haya sucedido, ¿por qué el gobierno emite un comunicado y luego el Presidente cabalga sobre él blandiendo su espada como en la época de las cruzadas?
Hay varias razones para la rabia del Presidente. En primer lugar, el llamado a indagatoria por la Corte a su primo el senador Mario Uribe. Mario ha sido el hombre que ha acompañado a Uribe a lo largo de su carrera política, y el mandatario le tiene enorme aprecio. Además, han compartido temas de campo juntos: ganado, caballos, fincas. A Uribe le sorprendió -y le molestó- que la Corte Suprema llamara al senador directamente a indagatoria sin agotar la instancia de la versión libre como lo ha hecho con otros congresistas acusados de tener vínculos con los paramilitares.
Esos dos motivos, el testimonio del paramilitar 'Tasmania' que lo vincula, más el llamado a indagatoria de su primo senador, pusieron a pensar al mandatario sobre la posibilidad de una persecución política de la Corte. Otra causa de su sorpresiva reacción fue la posibilidad de que la versión de 'Tasmania' -de mostrar al Presidente como un asesino- cogiera vuelo en la prensa. Y, como ha sido costumbre en él, tomó el toro por los cuernos. Aunque ningún medio de comunicación serio le habría dado crédito a esa versión, el Presidente prefirió curarse en salud.
Pero si bien ese tipo de salidas, frenteras y altisonantes, le encantan a la opinión colombiana, decepcionan en el exterior (ver siguiente artículo). Sobre todo, como sucedió la semana pasada con el martilleo permanente de un discurso presidencial que trató de mancillar la credibilidad de la Corte en una coyuntura crucial de la para-política, que ha tenido hondas repercusiones en Estados Unidos y que tiene congelado el TLC.
La crisis institucional que provocó el presidente Uribe en aras de "defender su honra" dejó grietas muy profundas. Y abrió otras. Abrió más heridas en la Corte Suprema, decepcionó a su Vicepresidente, peleó -una vez más- con la prensa y mandó mensajes muy equivocados a la comunidad internacional.
El momento no podía ser peor: esta semana la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que ha condenado al Estado colombiano a millonarias indemnizaciones, va a sesionar en Colombia. Y peor aun el momento para que al Partido de La U le dé por impulsar una propuesta para una segunda reelección. A tres años de terminar su mandato, con todos los problemas que aquejan al país, con coyunturas políticas tan turbulentas como la que pasó, con 40 congresistas involucrados en la para-política y con unas elecciones donde la democracia colombiana se está jugando gran parte de su legitimidad, no se le ocurre otra cosa al partido del Presidente que impulsar un tercer período presidencial.
[Fuente: Revista Semana, Bogotá, Col, 13oct07]
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