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14oct07
Santofimio, una tragedia regional
Por muchos años gran parte de los tolimenses apoyó el proyecto político de Alberto Santofimio y esa equivocación resultó funesta. No se piense, eso sí, que la culpa es exclusivamente de la región, pues fueron muchos en el país que cayeron en la argucia de su verbo o su infinita memoria, dos de sus más connotadas destrezas, que no virtudes, pues careció de ellas.
Hay que decir en este momento que la condena proferida por un juez especializado contra el político tolimense es apelable y, con algunos esguinces legales puede reducirse. Pero eso es tema del aparato de justicia y de los códigos.
Lo tuvo todo el ex senador para llegar donde hubiera querido: el apoyo popular, el favor de los poderosos, las destrezas mencionadas, emisora, periódico, partido político, recursos e inclusive la alianza de los partidos políticos rivales; pero prefirió la comodidad de la vía equivocada contra la dureza del camino recto.
Supo rodearse de una taifa de incompetentes y bandidos que saquearon el departamento o dejaron por los suelos el nombre del Tolima cuando se les brindó la oportunidad. Tal vez este sea el mayor pecado del condenado, pues corrompió completamente el proceso político y a tres o cuatro generaciones de sus validos, como puede advertirse por la situación del departamento y su capital, así como por los antecedentes y ejecutorias de algunos funcionarios o miembros de los cuerpos colegiados.
De otro lado, siempre hizo amistad temprana y anduvo a la vanguardia, cuando no fue el patrocinador de criminales y narcotraficantes que se infiltraron en la sociedad y, con el apoyo de Santofimio, en la política. Su enumeración es un quien es quien de la mafia: Ignacio Aguirre, "El Palomo", el primer narco local, Carlos Lehder, Pastor Perafán, Gonzalo Rodríguez Gacha "El Mexicano", los Rodríguez Orejuela, Ulises Betancur, los Ochoa y, por supuesto, Gustavo de Jesús Gaviria Rivero, su primo Pablo Escobar y toda su banda.
Todo lo anterior debidamente reseñado por la justicia pues fue apresado por sus turbios manejos en la Presidencia de la Cámara de donde salió por prescripción y por alteración de documentos para inculpar a un periodista tolimense de las manipulaciones; por haber recibido cientos de millones del Cartel de Cali cuando su condena fue menguada por los expedientes de sentencia abreviada y aceptación de cargos; hasta llegar a la última condena por su participación en el crimen de Luis Carlos Galán.
Pese al prontuario cada vez que salía de prisión era recibido con manifestaciones de apoyo, cual Diomedes Díaz en Valledupar, su voluntad consultada para llenar vacantes en instituciones privadas y públicas, los salones de los clubes sociales se le abrían de par en par e, inclusive, cuando organizaba fiestas pagadas con dineros manchados de sangre y droga estas se convertían en acontecimientos sociales a la que muchos acudían sin vacilación.
Fuera de la región ocurría lo mismo: tuvo espacio en televisión nacional en una programadora del Grupo Santodomingo, programa semanal dominical en Monitor de Caracol, columna esporádica en El Tiempo y permanente en Tolima 7 Días; el Concejo de Cartagena lo nombró hijo ilustre y el de Ibagué con la presidencia de Brian Bazin Bulla Tovar el 15 de abril de 1999, tras terminar su condena por el Proceso 8000 lo exalta como el "más destacado político e ideólogo de su país".
Pocos días antes de ser capturado en Armenia, el senador Luis Humberto Gómez Gallo lo llevó a la casa Conservadora como ejemplo de líderes e hizo similar apología en la Casa del Tolima en Bogotá. El 12 de mayo de 2005 en Armenia, cuando salió a comprar unos aguacates, fue capturado nuevamente por el último proceso en el que fue condenado. Tal vez en la transmutación de valores que se vive en el país lo grave no fue su largo camino de acciones por fuera de la ley sino lo que lo llevó a la cárcel fue la compra de aguacates. El Tolima no puede repetir sus errores del pasado aunque quienes añoran estas épocas de concupiscencia y vergüenza se atrevan a seguir defendiendo a quien vendió sus dignidades y arrastró el nombre del departamento y algunos comunicadores, con mentalidad de caja registradora, ya le estuvieran organizando un homenaje pagado. El Tolima no debe volver a jugarle sus restos a un gallo basto.
[Fuente: Editorial, El Nuevo Día, Ibagué, Col, 14oct07]
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