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06mar17
żLa paz de porcelana?
La situación es inestable; peligra la vida de la nación; hay amenaza de ruina; todo lo avanzado en el proceso de paz puede derruirse. Avanzamos con miedo, en un contexto de zozobra y amedrentamiento. Todos muestran los dientes: los militares, los políticos, y la guerrilla.
El gruñido y el ladrido de algunos son más fuertes que los de los otros; pero todos buscan intimidar para salirse con la suya. Cada uno quiere ser el dueño del estado de sitio y sacar provecho en medio de la orgía.
La implementación de lo pactado se torna grotesca, tanto por el incumplimiento como por la distorsión y la manipulación de lo consignado en los acuerdos. Y eso que apenas inicia el retozo.
La defensa de la paz postula un estado de necesidad bajo el cual todo se vale y poco se discute. Todo hay que hacerlo rapidito, sin mayor debate, y sin considerar las consecuencias sobre el futuro.
A golpe de necesidad, bajo el idilio pacifista, estamos engendrando formas arbitrarias de gobierno, e incorporando las más oscuras y soterradas manifestaciones de poder en el proceso de construcción de paz.
Y como si eso fuera poco, la muerte ronda y espanta la acción social. Caen, caen y caen personas, líderes y vecinos, bajo rumor y sospecha. La violencia se ratifica como la forma por excelencia de regular la vida social en Colombia. El asesinato y la amenaza de muerte condicionan el ejercicio de las libertades, en esta patria que sigue desangrándose.
Así, en este proceso de construcción de paz, sitiadas están la sociedad, las víctimas y quienes expresan su disenso o sus preocupaciones.
En este contexto de miedo e incertidumbre, cualquier advertencia o crítica al proceso de paz es vista como inconveniente y obscena. Me dicen que las críticas al proceso de paz son impertinentes, que a la paz hay que cuidarla, y que (aunque sea cierto lo que se piensa) es mejor callar.
La paz se presenta frágil como una muñeca de porcelana para quienes opinamos que no todo se puede en aras de la paz.
Pero para quienes buscan aprovecharse del proceso de paz para blindar sus posiciones de poder, introducir piruetas fantásticas de impunidad y olvido frente a la atrocidad, y pisotear la dignidad de los muertos y demás víctimas, la paz se parece más a un muñeco que satisface delirios de parafilia.
Quiero la paz y estoy fuertemente comprometido con el proceso de construcción de paz en Colombia.
Celebro el acuerdo de paz logrado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y respaldo el proceso de negociación con el Ejército de Liberación Nacional.
Siempre fui consciente de que la implementación de los acuerdos sería resistida y que la violencia prevalecería en lo que se ha dado por llamar posconflicto.
Con lo que no estoy de acuerdo es que la fragilidad de la paz se convierta en mordaza para disentir, en justificación para no hablar de lo que pasa o, peor aún, en razón para excluir la ética de la acción. Como va la cosa, por cuidar la paz, esconderemos todo el mugre debajo del tapete y justificaremos la arbitrariedad. En defensa de lo necesario, lo posible y lo práctico se están sacrificando valores caros.
La paz no puede hacerse al margen de la ética, aunque resulte incómoda. El estado de necesidad no debe regir el proceso de construcción de paz.
[Fuente: Por Michael Reed Hurtado, El Colombiano, Antioquia, 06mar17]
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