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26jul04
La visita de Salvatore.
Si la visita de Felipe González y de José María Aznar al país se hubiera producido esta semana y no la anterior, les hubiera tocado presenciar el show que algunos entusiastas congresistas le tienen montado en la Cámara al jefe máximo de los paramilitares, el señor Salvatore Mancuso, quien, pese a ser requerido en extradición por narcotráfico y señalado por la justicia como presunto culpable de varias masacres, anda más cotizado que el estilo periodístico de Pedro Juan Moreno.
A lo mejor, si Felipe González hubiera sido testigo de lo que nosotros vamos a ver esta semana, no habría sido tan conciliador con Uribe, como efectivamente lo fue a lo largo de su corta visita e, incluso, me atrevería a decir que hasta Aznar, reconocido por ser un hombre dueño de una efusividad solo comparable a la de los tapetes persas, se le habría alcanzado a mover el espeso e inflexible bigote.
De seguro, a los dos ex presidentes les habría causado extrañeza -como nos la causa a muchos colombianos- la noticia de que esta visita al Congreso, según afirma Semana, va a ser transmitida por Señal Colombia, nuestro desvirtuado canal cultural, confirmando, de paso, algo que ya nos temíamos, que la concepción de cultura de este Gobierno rebasa cualquier clasificación audaz.
Es obvio que el Gobierno -al fin y al cabo quien expide el permiso de salida de la zona de los 'paras' es el propio Uribe- seguirá los parámetros que siguió en la también apresurada e innecesaria visita al Congreso del jefe guerrillero del Eln Francisco Galán, luego de que el Presidente, sin ton ni son, decidiera darle oxígeno a una reanudación del proceso de paz con ese grupo guerrillero durante una visita relámpago a México. Muchos se apresuraron a ensillar las bestias antes de traerlas y la verdad es que hasta el momento, más allá de este ampuloso y exagerado acto mediático, no ha pasado nada entre el Eln y el gobierno de Uribe. Y la razón es muy simple: ni ese grupo guerrillero ni Uribe han demostrado una voluntad de paz. En cambio -uno nunca sabe para quién trabaja-, este episodio sí ha servido para abrirles el camino a los 'paras' en el Congreso y permitir que esta visita a todas luces, repito, innecesaria y apresurada sea vista como un acto connatural a un proceso de paz en el que cada vez más las concesiones corren por cuenta del Gobierno.
Las Auc, consiguieron que el Gobierno desistiera de presentar para esta legislatura la nueva ley de alternatividad, la misma que habla de penas mínimas que ellos se niegan a pagar; es bien sabido que no han cumplido el cese del fuego y, como lo recuerda Semana, hace unos días las fuerzas del orden descubrieron la 'tranquilandia' de los 'paras'; en esas condiciones, esta visita se advierte como un premio inmerecido y desproporcionado que les concede el gobierno de Uribe a las huestes de Mancuso.
Ni siquiera en los peores momentos del Caguán alguien llegó a soltar la idea de que era necesario que las Farc fueran al Congreso a expresar sus opiniones. Ya era suficiente con que todo el Gobierno, los empresarios, los industriales y los periodistas se fueran a esa zona a conversar con ellos. Ahora, desde que existe San José de Ralito, el peregrinaje es al revés y lo sorprendente es que se les abran con tanta facilidad las puertas a los 'paras' en el Congreso colombiano. A excepción de algunas voces aisladas, como las de Rafael Pardo o Carlos Gaviria, quienes consideran con razón que este acto simbólico debería llevarse a cabo como premio a quienes han mostrado su voluntad de paz -y hasta el momento las Auc no han sido muy generosas-, la mayoría de los congresistas se han quedado callados. Pero su silencio habla.
[Fuente: Por María Jimenez Duzán, El Tiempo, Bogotá, Col, 26jul04]
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