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11feb17
El gestor de paz del Eln
El negociador de la guerrilla en la mesa de Quito llevaba más de 12 años en prisión, desde donde fue el contacto que permitió el inicio de la fase pública. También fue el canal de los diálogos que adelantó el gobierno Uribe entre 2006 y 2007.
La instalación esta semana de la mesa de diálogos formal entre el Gobierno y el Eln en Quito (Ecuador) tiene un protagonista que por muchos años ha mantenido silencio y discreción. Se trata de Juan Carlos Cuéllar, un comandante guerrillero que llevaba más de 12 años en prisión, que participó en las rondas secretas de negociación en La Habana entre 2006 y 2007, y que ha sido un canal de los gobiernos Uribe y Santos para explorar la posibilidad de paz con la segunda guerrilla del país.
Se integró a la delegación del Eln a raíz de la liberación del exrepresentante Odín Sánchez y es uno de los dos gestores de paz que la guerrilla designó para enfrentar la negociación. Y es verdad que el título de gestor de paz está hecho a la medida de Cuéllar. Lleva más de 30 años de militancia en el Eln, de los cuales 13 los ha pasado en prisión, por lo que su labor no se ha desempeñado en el campo militar sino en la construcción de puentes de paz.
Cuéllar nació en Popayán (Cauca). Proveniente de una familia campesina que se trasladó al casco urbano a buscar posibilidades de vida, por lo que pudo estudiar en el colegio. En sus últimos años de escuela en la capital del Cauca se vivía un ambiente de mucha agitación social. El estatuto de seguridad del presidente Julio César Turbay chocó con el fortalecimiento de los movimientos estudiantiles, campesinos, indígenas y sindicales de la época. Y fue así que Cuéllar dio sus primeras puntadas en la militancia revolucionaria, inicialmente con la influencia del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML).
A finales de los 70 y principios de los 80, el Cauca era un hervidero de los movimientos sociales y las guerrillas ya andaban sus montañas. La Fuerza Pública respondió con mano dura y empezó la persecución de los líderes más visibles. "Ingresé porque sentía la obligación de luchar para transformar esa realidad que vivían los campesinos, los indígenas, los estudiantes. Y, además, en el continente había un auge de movimientos insurgentes. La teología de la liberación lo recorría. Las injusticias se hacían cada vez más grandes en el Cauca y sentí el llamado de la rebeldía. Pero sin duda las amenazas a mí y a mi familia fueron las que me empujaron a las armas. Ahí fue que asumí la clandestinidad", agrega sin profundizar en su vida personal. Algo que mucho ha evitado.
Fue detenido en Ipiales (Nariño) en diciembre de 2004. Tras la legalización de su captura fue trasladado a la cárcel de Cómbita, donde estaban Rodrigo Granda y Simón Trinidad, días antes de ser extraditado a Estados Unidos. "Tenía que ingresar a las estructuras rurales y justo había un operativo muy fuerte para esos lados. No pude entrar y, en el afán de lograr la misión, decidí quedarme en Ipiales organizando algunas cosas, en eso se filtró información y se dio mi captura. Desde ahí mi historia de revolucionario se ha desarrollado desde la prisión, siempre sobre la paz", anota.
En 2006, por cuenta de que se adelantaban los contactos exploratorios con el gobierno de Álvaro Uribe, Cuéllar fue trasladado a la cárcel de Itagüí. Producto de esos diálogos estuvo en las rondas de negociación que se realizaron en La Habana (Cuba) hasta finales de 2007, luego regresó a prisión. "En el gobierno de Uribe acompañé, junto a Francisco Galán y Felipe Torres, los diálogos que se realizaron en La Habana. En ese momento la organización me otorgó la tarea de ser contacto y desde ahí empecé a trabajar en esto de la paz".
Cuando se acabaron los acercamientos, el Gobierno lo llevó a lo que llaman "Zona Técnica", en la cárcel de Bellavista, en Medellín. Un pabellón especial de una de las prisiones más temidas del país, donde la sobrepoblación carcelaria es de más del 200 %. Allí estuvo por tres años absolutamente solo, y empezó a convertirse en el canal más utilizado por el Gobierno y periodistas para entablar comunicación directa con el Comando Central (COCE) del Eln.
Desde allí, en 2009, empezó la historia que fructificó el pasado martes con la instalación de la fase pública de diálogos con el gobierno Santos. "El gobierno de Uribe, por intermedio del comisionado de Paz, Frank Pearl, comenzó los contactos. Un día me buscó para pedirme un encuentro, lo autorizó y cuando fue me preguntó si podía enviar un mensaje al COCE. Le dije que sí y le pedí que me explicara de qué se trataba. Respondió que a pesar de las diferencias con Luis Carlos Restrepo ellos querían volver a explorar la posibilidad de unos diálogos". En ese momento el gobierno Uribe llegaba a su ocaso y lo único que se hizo fue un breve intercambio de cartas.
"El Eln no tenía confianza en ese proceso, por lo sucedido en La Habana con Restrepo, así que dejamos así. Cuando ganó Santos las elecciones y Alejandro Éder, que había acompañado a Frank Pearl en los contactos, fue nombrado en la Oficina de Reintegración, volví a retomar el canal. Ocho meses después de posesionado Santos el Gobierno reactivó la comunicación. En ese momento yo era uno de los canales, pero también servía mucho como medio el presidente Chávez, que fue quien más animó estos diálogos que se iniciaron. De ahí vino todo el proceso de exploración en su fase secreta. Con pequeñas acciones humanitarias fuimos construyendo confianza y creando dinámicas de paz. Al principio yo estaba solo en la celda. Había veces que metían a alguien y yo solicité medidas de seguridad. Entonces me acompañó un compañero. Ahora que salí éramos siete", cuenta.
De los siete compañeros que lo acompañaban en la "Zona Técnica" seis eran del Eln y uno un exparamilitar. Durante todos estos años se formaron académicamente, se dedicaron a estudiar procesos de paz, a hacer contactos con la sociedad, la comunidad internacional o las universidades. Reivindicaban de manera especial a Camilo Torres, y trabajaron temas sobre la situación carceleria en el país.
Sobre el paramilitar que los ha acompañado, Cuéllar precisa: "Ese muchacho llegó cuando yo estaba solo en la celda. Me preguntó la guardia que si él podía vivir ahí y le expliqué que yo no tenía autoridad sobre ese tema, que era definición de ellos, pero que asumieran la responsabilidad del caso. Entonces lo metieron en una celda al lado mío, pero completamente encerrado. Era muy incómodo verlo a él en esa condición. Era injusto e indignante, entonces le pedí a la guardia que si lo iban a dejar conmigo lo dejaran abierto. Poco a poco nos fuimos conociendo y vivimos un proceso de transformación mutuo que nos ha permitido convivir. Se volvió un miembro más del espacio".
Ahora que está en libertad, gracias a un acuerdo entre los delegados del Gobierno y el Eln, el presidente Santos lo nombró gestor de paz. Cuéllar asegura que aunque lo pone contento salir de la cárcel, siente nostalgia de sus compañeros que quedaron en prisión.
"La realidad carcelaria que viví me ha unido muy fuerte a la lucha por lo que allí ocurre. Si el Estado no puede garantizar la dignidad de las personas que tiene en prisión no debería tener presos. Hoy sigo pensando en mis compañeros y en todos los presos de Colombia. Entonces tengo una sensación agridulce. Estoy contento por lo que está pasando en Quito, pero siento la obligación de trabajar por mejorar las condiciones de los prisioneros en Colombia. Este es un momento histórico en el que el Eln ha asumido un compromiso de paz, que incluso implica disposición a hacer cambios internos profundos", advierte.
En este sentido asegura que tuvo emociones encontradas el día que salió de Bellavista. "Despedirse de los compañeros con los que uno ha convivido da mucha tristeza, porque ellos se quedan, obviamente la tristeza es de ellos también. Pero por otro lado sentía ansias de mirar la calle. Porque uno en prisión busca maneras de resistir y cambiar las circunstancias que ordena el establecimiento, otras maneras de construir escenarios de libertad, entonces se construyen cosas que nos permitían salir de nuestra prisión. Pensábamos, actuábamos, trabajábamos sobre la realidad del país, de las comunidades, de esta forma nos asumimos libres, así nuestro cuerpo estuviera encarcelado. Y tengo que decir que me dio mucha emoción poder mirar al horizonte, ver gente caminando en la calle. Uno sale con el corazón dividido: la felicidad por uno, y la tristeza por los otros".
Al final, Cuéllar puntualiza que el Eln tiene toda la voluntad de firmar un acuerdo de paz, eso sí, a cambio de que se den transformaciones profundas. "El Quinto Congreso definió que se iba a explorar la voluntad del Estado de hacer un proceso de paz serio, que signifique cambios en las realidades que originaron el conflicto armado. Si hay esa voluntad para dar garantías de seguridad a los líderes populares, de permitir la participación de la sociedad en la construcción de la paz, pues habrá una respuesta positiva del Eln en los diálogos. Nosotros hemos visto con entusiasmo el mensaje de los 100 encuentros por la paz y nos anima meterle toda la voluntad a este proceso. Hay un ambiente esperanzador".
"No somos ajenos a la realidad política. El Eln tiene que ir mirando el proceso que se va desarrollando y el contexto en el que se va discutiendo. La idea es que sea la sociedad la que nos ayude a construir una paz de Estado. Que no sea lo que cada gobierno imponga, sino que haya un acuerdo nacional de paz, una política pública a largo plazo. Y además pensamos que la paz no puede estar ausente en la campaña electoral que viene. ¿Que hay muchos riesgos? Sí, pero creemos que con la participación de la sociedad y las dinámicas humanitarias que nos lleven a desescalar el conflicto y a construir confianza vamos a salir adelante", dice el hombre que ayudó a gestar la instalación de la mesa pública de negociación.
Y concluye: "Aspiramos a que este proceso vaya produciendo efectos en la realidad, en la medida en que va avanzando. Por ahora nos vamos a dedicar a construir los protocolos de funcionamiento de los gestores. Pienso que esto tendrá éxitos en la medida en que las dinámicas sean bilaterales. Hemos dicho que vamos a hablar del secuestro, pero también esperamos hablar de los desaparecidos, de los prisioneros, de los crímenes contra líderes sociales. Vamos a hablar de los dolores del establecimiento, pero también de los dolores de la sociedad".
[Fuente: Por Alfredo Molano Jimeno, El Espectador, Bogotá, 11feb17]
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