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En el Tomo I de "Labradores de la Esperanza" señalábamos que "no fue sólo la vida lo que se perdió en esta Región. Los sobrevivientes, al vivir la tortura -principal arma represiva en esta zona-, la cárcel, el amedrentamiento, la impunidad, se vieron despojados de su propia integridad, lo que los aisló como seres humanos de otras personas durante todos estos años. Quedaron encerrados en sí mismos y sus organizaciones sociales y políticas fueron destruidas" (1)
Esta constatación realizada hace cinco años nos provocó rabia e impotencia, pena y dolor; no obstante, fue el motor que nos impulsó a intentar, codo a codo con los familiares, romper el silencio, penetrar y quebrar los férreos mecanismos de la impunidad, abrir brechas que nos acercaran a la verdad judicial. Aun cuando los victimarios no recibieran sanción alguna, identificarlos y establecer las responsabilidades individuales e institucionales constituiría un avance importante para que la historia real no continué encubierta y enclaustrada en los cuarteles militares, y se torne historia oficial y pública.
Tuvimos miedo, vacilamos en asumir y compartir con los familiares el dolor y la frustración, atravesamos por muchos momentos de culpas y dudas, sobre todo cuando reconstruíamos la historia desde una memoria doliente, y cuando los acompañábamos en procesos judiciales tan angustiantes y desestabilizadores como pueden llegar a ser las declaraciones y los careos en los tribunales.
Sin embargo, a medida que nos desprendíamos de los temores y explicitábamos el dolor y la rabia, compartíamos momentos de alegría y esperanza y nos comunicábamos recíprocamente vivencias y sentimientos, se fue consolidando un estrecho vínculo afectivo que perdurará no sólo por su significado y profundidad sino, además, porque ha permitido que los unos y los otros volviéramos a creer y confiar en aquello que sentimos como lo más propio del ser humano: el afecto y la solidaridad.
Ahora bien, en relación a los contenidos mismos de este libro, quisiéramos destacar tres conclusiones fundamentales:
• Aun cuando el presente volumen está centrado en la impunidad respecto de los responsables de la violación del derecho a la vida, ello corresponde más bien a la punta del iceberg, cuya base está constituida por los atropellos de los derechos económicos, sociales y culturales, los que históricamente son englobados en el concepto de injusticia social.
Los familiares de ejecutados políticos y detenidos desaparecidos de la VII Región representan la máxima intensidad y complejidad de este proceso: sobre el trasfondo de injusticia social que han vivido como campesinos, se inserta el trauma psíquico, a nivel individual y familiar, provocado por la violencia institucionalizada, todo ello impregnado y agravado por la impunidad respecto de los autores del crimen, la que persiste aún durante la transición a la democracia.
Sabemos desde siempre que la injusticia social es inherente al ejercicio del poder que garantiza y protege un sistema económico y social no equitativo y discriminatorio. Hoy es evidente, además, que la impunidad es consustancial a la implementación y desarrollo del modelo neoliberal, instaurado por la dictadura y mantenido por la transición.
• "La impunidad es en sí y por sí misma una violación de derechos humanos" (2)
• No sólo representa una violación del derecho a la justicia internacionalmente aceptado, el derecho a la verdad, sino que constituye también un atentado a la dignidad humana propiamente tal; dignidad humana que fundamenta la esencia y existencialidad de cada persona, reafirmando su propia individualidad.
El trauma y la impunidad se potencian en sus efectos desintegradores de la persona, la familia y la sociedad. En efecto, todo Crimen Contra la Humanidad agrede a la persona en su dignidad y en su relación con el otro, afecta gravemente las relaciones vinculares y al comprometerse uno de los más esenciales sentimientos humanos, la confianza. El trauma contiene pues, desde su origen, los mecanismos primarios de la impunidad: negación, ocultamiento de la verdad, tergiversación de los hechos.
Como consecuencia del trauma y la impunidad, la afectividad, que confiere siempre una sensación subjetiva a toda vivencia, queda fijada al polo negativo de las emociones y los sentimientos: la tristeza, lo desagradable, la rabia, la culpa, la fobia, penetran entonces en los pliegues de la interioridad.
Asimismo, como lo inconcebible es indescriptible cuando está ligado al horror y lo perverso, el lenguaje no logra representar los sentimientos y vivencias, alterándose profundamente la comunicación, la relación interpersonal, el vínculo con el otro.
De esta forma, el trauma del crimen permanece en lo desconocido y en la injusticia, dejando una huella imperecedera en la propia vida y en la vida de relación.
• En una sociedad en la cual persisten voluntades antagónicas respecto a la verdad y la justicia (unos sienten que conocer y juzgar no sólo es necesario para calmar el propio dolor e impotencia sino para sanar el tejido social y garantizar así el "nunca más", y otros sienten la necesidad de ocultar y olvidar las conductas criminales), el trauma y sus consecuencias trascienden y se extienden al conjunto de la sociedad, constituyéndose un sistema contradictorio incompatible con una auténtica convivencia democrática.
La esencia del humanismo está hoy en crisis. Los valores inculcados por el modelo de economía neoliberal (individualismo, competencia, éxito material, etc) generan sentimientos de frustración, rabia e impotencia, descalificación y falta de solidaridad; y en la medida que el temor, la inseguridad y la desconfianza se refuerzan por la ausencia de verdad y justicia, queda severamente comprometido el desarrollo como persona y como ser social. Proyectarse hacia el futuro hoy resulta incierto y la desazón nos invade cuando nos preguntamos por la formación valórica de las futuras generaciones.
Finalmente, sentimos que esta experiencia, más allá del crimen y la impunidad, del horror y la injusticia, lleva en sí misma, como toda situación de crisis humana el germen y la esperanza de que el duelo social de esta experiencia traumática e impune alguna vez se cerrará y podremos, desde el futuro, mirar serenos un pasado doliente que no se repetirá.
1. "Labradores de la Esperanza", Tomo I, pág 157.
2. "Aproximación a las consecuencias médico-psicológicas sobre la persona en los procesos de Impunidad". Dra Paz Rojas Baeza. Ponencia presentada en el Seminario Internacional sobre "Impunidad y sus Efectos en los Procesos Democráticos", Santiago de Chile, 13 al 15 de diciembre 1996.