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20sep15
Tariquía: otra trampa que el crecimiento le tendió al desarrollo
Durante esta semana se puso sobre el tapete la discusión en torno a la exploración de la Reserva Natural de Tariquía, que según el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SerNAP), no alberga más de 808 especies de flora, entre las cuales se destacan 112 especies arbóreas, y 406 especies de fauna. De esas 406 especies, hay varias que están en peligro de extinción.
El daño ambiental que causaría la pura exploración, sin tener en cuenta lo que acaecería con la explotación hidrocarburífera propiamente dicha, alcanza el 55% de los 2.468 kilómetros cuadrados que tiene la reserva. Estos son datos estimados por Juan Tárraga y Javier Colque, especialistas ambientales sin ninguna afiliación política. Por su parte, el Gobierno nacional había expresado que el impacto ambiental rondaría la irrisoria alícuota del 0,4% de la superficie del lugar.
La perniciosa acción no es novedad en la periferia del capitalismo mundial, donde siempre se ha puesto al servicio del gran capital todos los recursos naturales, la mano de obra de bajo costo, y el servilismo político más cipayo. El medio ambiente en Bolivia, tanto como en toda Latinoamérica, es un factor productivo más que cualquier otra cosa.
La socióloga Maristella Svampa ha producido numerosas obras en torno al rapaz capitalismo extractivista que caracteriza a nuestra región latinoamericana, donde los bienes comunes de la naturaleza son catalogados como recursos para la prestación económica y la motorización de la economía. Se hace evidente que más allá de los grandilocuentes discursos de valorización de la Pachamama o de su reconocimiento como sujeto de derecho, en Latinoamérica la naturaleza es un bien del capital.
El visaje andino que el vicepresidente Álvaro García Linera le puso al capitalismo, no logró menguar las presiones de pertenecer a un circuito internacional dominado por las potencias, las cuales ponen en marcha todas las artimañas a su alcance para asfixiar los giros socialistas que un gobierno progresista pueda tener.
Además hay una anuencia de esos gobiernos, que antes que abroquelarse para crear una reciprocidad socialista que les permita operar como un polo contestario al capitalismo mundial, optan por vehiculizar formas de inserción al tablero dominado por las potencias. En palabras de García Linera, buscan un capitalismo andino con rostro humano, y no un socialismo propiamente dicho. Esa búsqueda los exime de tener un cuidado real por el medioambiente, pero además los posiciona en el lugar de subordinados geopolíticos.
Justamente por esa condición de aquiescencia con los nodos de dominación mundial es que los gobiernos progresistas se ven compelidos a realizar volteretas reaccionarias en sus políticas de Estado, sobre todo en materia económica. La impronta civilizadora, tutelada por los ojos occidentales, se coló en el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) en dos grandes coyunturas: la primera fue la carretera del TIPNIS, y la segunda es esta avanzada en Tariquía.
El viento de cola de los precios internacionales de las materias primas, tanto en lo que hace a los alimentos como a los hidrocarburos, puso en condición de crecimiento económico a Bolivia en los primeros años de gobierno del MAS. La devaluación china y ciertos halos de crisis en la Unión Europea, más una reactivación de las recetas neoliberales de Estados Unidos con sus aliados del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, obligan a los progresismos a sostener volcarse por la re-primarización de la economía.
La consecuencia inmediata de esa re-primarización es por un lado el estancamiento del crecimiento económico, y por otra parte el truncamiento para hacer el salto del puro crecimiento económico por viento de cola internacional hacia un desarrollo sostenido de una economía nacional, luego regional y por decantación también continental.
Los pueblos latinoamericanos son definidos a nivel mundial como "países bananeros" porque centran sus modelos económicos en la exportación de pocas materias primas con poco valor agregado, a las cuales se les impone un precio a través de los intermediarios internacionales. Es decir, son economías que siquiera pueden ponerle precios a sus bienes de exportación, ya que los mismos están determinados por aquellos que le agregan valor a esos productos primarios.
Teniendo en cuenta ese contexto y los horizontes limitados del capitalismo andino del MAS, puede observarse que cuestiones tan controversiales como la exploración de Tariquía responden a una falla estratégica fundamental: la obnubilación del crecimiento económico paralizando a una planificación de un desarrollo sostenido real.
Alternativas en Tariquía
Hace 10 años funciona en Tariquía la Asociación de Apicultores de la Reserva (AART), que nuclea a 63 familias de 23 comunidades de las provincias de O'Connor y Arce. Allí se produce miel ecológica que es vendida en un 50% en Tarija, y el sobrante en otras provincias de la república.
Se registraron años con 12.000 kilogramos de producción, y durante 2.014 se consiguió acopiar 11.000 kilos. Lourdes Cardozo, presidenta de AART, apunta que la articulación con SerNAP y otras organizaciones ambientalistas ha sido clave para realizar en Tariquía un trabajo redituable y que sea amigable con el medio ambiente.
De esta forma queda demostrado que la posibilidad de potenciar económicamente la región no se reduce a la pura especulación que pueda hacerse con los recursos naturales que allí se contienen. La multiplicación de experiencias como la de AART puede ser una vía alternativa a la que se propone con el polémico Decreto Supremo 2.366 que abala el aprovechamiento compensado de los bienes comunes bolivianos.
[Fuente: Por Franco Hessling, Salta, El Periódico, Bolinfo, 20sep15]
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