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20dic16
Democracia en coma profundo
Por las últimas determinaciones del Presidente y Vicepresidente del Estado, y de su partido el MAS, la democracia en Bolivia ha ingresado a terapia intensiva, está en un coma profundo, en estado terminal. El desconocimiento de los resultados del 21 F significa que el voto ciudadano en las urnas ha perdido toda importancia, valor y significado. Ya no cuenta. De qué servirá ir a votar a las urnas, hacer mil referendos, si de todas maneras encontrarán ocho o más caminos para burlar a la soberanía popular cuando los resultados no les sean favorables. Cualquier triquiñuela, subterfugio o estratagema será útil para este fin: el enroque de candidaturas, la renuncia anticipada, un fallo espurio del TCP, como ya lo fue el anterior que los habilitó inconstitucionalmente para un periodo adicional, etcétera.
El fin (la perpetuación de Evo en el poder y de la cúpula gobernante) justifica cualquier medio (tabla rasa de la Constitución, la democracia y la soberanía popular), con el agravante de que tanto el fin como los medios elegidos son inconstitucionales e ilegales, constituyen un atentado contra la Constitución, la democracia y la soberanía popular. Y peor todavía: un atentado contra la propia regla de juego, el artículo 168 de la Constitución, ratificado el 21 F, que les dio legalidad y legitimidad de origen, y de ejercicio en sus respectivos cargos. Únicamente pueden ser Presidente y Vicepresidente de derecho y no de facto en el segundo mandato consecutivo (2015 - 2020) porque quedaron inhabilitados para el tercero (2020 - 2025). Esta lógica jurídica inexorable no admite ninguna excepción, no la pueden borrar jurídicamente (aunque sí fácticamente) ningún referendo (aunque hubiera ganado el Sí el 21 F) ni fallo del TCP ni decisión del TSE.
Es tal la angurria de poder, que al pretender dejar de lado esta regla, la del artículo 168 de la Constitución, ratificada el 21 F, para las elecciones del año 2019, socavan su propia legalidad y legitimidad, intervierten su título de gobernantes de derecho en gobernantes de facto. Ante este panorama, de desprecio a la democracia, la soberanía popular y al Estado de Derecho, tenemos que decirlo sin medias tintas, estamos viviendo en esencia una "Dictadura" disfrazada con el celofán y el barniz de formas aparentemente democráticas e institucionales, con connotaciones fascistas como las del pasquín audiovisual denominado El cártel de la mentira, que pretende la muerte civil de periodistas que no comulgan con el régimen de Gobierno.
Para mitigar el impacto de esta bomba atómica contra la democracia necesitan de cómplices en la oposición; establecen que Costas y Revilla, entre otros, podrán beneficiarse de la tercera reelección, con lo cual es suficiente que no hagan nada o se muestren indiferentes para compartir el banquete de los dictadores, si se salen con la suya los oficialistas. Veremos de qué madera están hechos estos líderes de la oposición, gran desafío para ellos. ¿Qué tan verdaderamente demócratas lo serán? El tiempo y los hechos darán la respuesta.
Frente a esta arremetida, a los que somos verdaderamente demócratas y respetuosos del Estado de Derecho, en completa inferioridad de condiciones frente a los verdugos de la democracia y de las leyes, no nos queda otra que ganar la primera y más importante batalla de todas, la de la moral y la ética política, independientemente de los resultados fácticos que se produzcan, defendiendo en las calles, como primera medida de contención, el voto del No del 21 F, legal y democráticamente, pacífica pero enérgicamente, a través de cabildos populares, que están reconocidos por la Constitución y la Ley del Régimen Electoral.
El primer resultado de esta defensa será la constatación de que el poder autocrático y abusivo no podrá fácilmente sembrar nabos en nuestras espaldas, algún costo tendrá que pagar por este despropósito; el segundo, que todavía quedamos en Bolivia ciudadanos decididos y dispuestos a jugarnos por lo más importante que tiene un país para el presente y futuro de su gente: la democracia y el Estado de Derecho.
Como la ley física de la gravedad en política la historia demostró otra máxima inexorable: "el poder absoluto corrompe absolutamente".
[Fuente: Por Carlos Alarcón Mondonio, Página Siete, La Paz, 20dic16]
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