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20ago18
El primer fraude electoral
Nunca tuvieron tanta urgencia. Sus decisiones y sus acciones fueron siempre pausadas, hasta somnolientas. No se apuraban por planes, ni por realizaciones. Ahora es diferente. Los asusta el peligro de unas elecciones que se les vienen encima. Cuando el miedo aprieta, urge limpiar de competidores el camino prohibido de la reelección. Ahí urden con prisa y se mueven. La desesperación política los ocupa enteros y los apura.
Acaban de sacarse de la manga una apresurada ley, la Ley de Organizaciones Políticas. No tenían escondida la carta. No piensan tanto. Sobre la marcha encontraron una piedra para arrojar en el momento. La Corte Electoral preparó una ley de partidos políticos y ellos en el instante se dieron cuenta de que con algunos cambios podrían convertirla en poderosa arma mortal. Si les tumbaron aquel Código Penal que prepararon largamente para controlar a la población, ahora les ha caído del cielo esta nueva ley de organizaciones para paralizar a los partidos políticos y a las organizaciones que no son sumisas.
Tienen dos obsesiones. Lo primero, necesitan acallar la desesperante cantaleta de que Bolivia dijo No. Quieren borrar del aire la musiquita y borrar de la historia aquel maldito referendo. La otra urgencia es machacar a la oposición, que crece como la espuma, que se mueve sin cesar, que se convierte en multitud. ¡Era tan cómodo gobernar cuando la oposición era pequeña y dispersa! Ahora ha crecido y da miedo, más con elecciones tan cerca.
Para destrozar el referendo han dado pasos siempre definitivos, pero se los ningunean. Descubrieron un tratado internacional al que se aferraron como un náufrago se abraza a un pedazo de madera. Sabían que no venía al caso, pero lo esgrimieron como si lo hubieran redactado expresamente para ellos y hasta con el nombre del jefazo impreso en el título. Luego llamaron a sus jueces defensores de la Constitución para que la amordacen y la secuestren. Los jueces dieron el fallado fallo, pero tampoco se lo hacen valer. Para eso tanto esfuerzo de esconderlos en embajadas y de premiar su amistad. Ahora, con la nueva ley tienen otro argumento definitivo. Ahora ya no será la Constitución sino la gente la que diga quién será el candidato. Además, esa decisión de la gente será obligatorísima y vinculantisísima, más que la Constitución. Por lo menos, alguno se lo creerá.
A la oposición que acecha y que se hace peligrosa, con la nueva ley la ponen contra la pared del tiempo e incomunicada. Entre bostezos y sueños han aprobado de un solo golpe toda la ley. Era necesario eliminar de una vez el tiempo de los opositores. No les quedará tiempo para moverse. No podrán armar alianzas ni planes de conjunto. No podrán hacer acuerdos y, si los hicieran, no podrán deshacerlos. Hay que sujetarlos a asambleas que no se puedan repetir. De una manera o de otra, hay que paralizarlos.
No hay una razón que justifique tanto absurdo. Con la nueva ley el proceso electoral no es más democrático, ni es más humano, ni más técnico. No es más profundo. No es más serio. Simplemente es más limitado, más pobre. Es represivo. Han puesto límites a la creatividad y a la inteligencia. La nueva ley es freno para que nadie crezca, para que no surjan nuevas propuestas, ni nuevas posturas, ni nuevos planteamientos, ni nuevas estrategias. Es freno para nuevos nombres.
Cuando uno está anquilosado, la única solución que encuentra es anquilosar a los demás.
[Fuente: Por Álvaro Puente Calvo, El Deber, Santa Cruz de la Sierra, 30ago18]
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