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may15


Causas y razones de la corrupción en el Fondo Indígena


El caso de la corrupción en el Fondo Indígena de Bolivia es un tema trascendental, no porque la corrupción en este país sea algo insólito, sino porque ese caso exige encontrar explicaciones de tal conducta y, por ende, obliga a proponer políticas para contrarrestar ese escándalo e impedir en lo posterior su repetición.

Dos explicaciones para entender este caso han sido difundidas en las redes sociales: Una, interpreta la descomposición en esa institución como un mecanismo intencional del gobierno para desprestigiar la causa indígena, neutralizar a los dirigentes de los movimientos sociales y manipular más fácilmente a las organizaciones que hacen parte de ese Fondo.

Otra explicación indica que una parte de la dirigencia de ese Fondo se habría burocratizado y degenerado; poniendo en marcha mecanismos que impidieron por un lado el control social y por otro, la fiscalización gubernamental, para poder así usufructuar de las ventajas económicas existentes.

La primera explicación proviene de sectores de oposición críticos a la actual administración; la segunda se genera en las esferas afines al propio gobierno. Creemos que las dos expresan los extremos en la tensión producida, pero que ambas obvian elementos que pueden ayudar a comprender ese caso y prevenirlo en el futuro.

La presión que ejerce en las conciencias el machaque del discurso posmoderno sobre el indígena, hace que en Bolivia izquierda y derecha compartan apreciaciones similares y les sea por ello difícil encontrar una explicación racional y adecuada para comprender ese caso, que en definitiva es un desmentido cruento de la abusiva y perniciosa interpretación culturalista y posmoderna de lo indígena y de la descolonización.

Por ello ambas explicaciones, a pesar de su aparente diferencia, son similares en el fondo. Ambas creen que el problema no está en el sujeto indígena, sino en factores externos: Para unos, un supuesto maquiavelismo impúdico por parte del gobierno; para otros, la degeneración de algunos malos dirigentes indígenas.

Ha sido el sostenido esfuerzo, de ONGs, instituciones gubernamentales y organismos internacionales, que ha creado artificialmente la imagen del indígena natural, bueno, preservador del medio ambiente y portador de mensajes trascendentales. Sumas ingentes han sido gastadas financiando programas de "recuperación cultural", proceso en el que han estado comprometidas agencias oficiales de desarrollo de países europeos, como la GTZ alemana.

Es difícil encontrar explicación para el empecinamiento en ese discurso soporífero, pues sus consecuencias sociales han sido catastrófica para los indígenas y para las administraciones estatales de sus países. Ese discurso ha generado políticas de las cuales el Fondo Indígena es una muestra: Siguiendo al pie de la letra ese libreto, el indígena no sólo no podía, sino que no sabía robar.

En realidad el mundo indígena comparte las virtudes y vicios de toda la humanidad. Considerarlo parte diferente de la especie no sirve para liberarlo, sino para mantener su opresión y envilecerlo aún más: el caso del Fondo Indígena es en ese sentido ejemplar.

Lo pernicioso del discurso cultu-ralista y posmoderno radica en que evade la realidad indígena. Considerando a ese ser social "reserva moral de la humanidad", impide, en los hechos, su cuestionamiento y su transformación.

Cualquiera que aunque poco haya estudiado la historia de Bolivia, sabe que desde la invasión ibérica al Qollasuyu se ha implantado un sistema en el que, indígenas con españoles primero y con criollos luego, lograron una especia de status quo, mediante el cual el poder ha sido tolerado para el usurpador a cambio de formas de sobrevivencia para los coyunturalmente derrotados. Por la compulsión colonial esas formas no podían sino degenerar en prebendas y «liberalidades» para la población indígena, representada inicialmente por sus curacas. Ese sistema ha garantizado un frágil equilibrio que penosamente se expresa en la insolvencia nacional y en la mediocridad del conjunto social.

En Bolivia todo poder ha garantizado su permanencia consolidando esa estructura inicua, que con el paso del tiempo se pervierte aún más. Ello explica cómo la masa indígena, fuerte en cantidad, es fácilmente controlable, a través de sus "dirigentes": primero los curacas, luego secretarios de sindicatos agrarios, ahora los directivos de los movimientos sociales. En ese proceso, los mecanismos tradicionales de reciprocidad dejaron de ser lo que eran para convertirse en padrinazgo, prebendalismo y sinecura abierta y descarada. En ese contexto es ingenuo pensar que si el arca está abierta, los dirigentes no se servirán ellos mismos aquello que el poder siempre ha utilizado para domeñarlos.

El haber interpretado la descolonización como eclosión de diferencias y algarabía de alteridades, ensombreció la necesaria reflexión social, económica y política. Descolonizar significa, en realidad, modificar las estructuras perversas implantadas por la colonización y transformar las mentalidades que se acomodaron a ello, aun -- quizás sobre todo-- si esas mentalidades y estructuras corresponden al pueblo que debe liberarse.

[Fuente: Por Pedro Portugal Mollinedo, Pukara, La Paz, may15]

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small logoThis document has been published on 07May15 by the Equipo Nizkor and Derechos Human Rights. In accordance with Title 17 U.S.C. Section 107, this material is distributed without profit to those who have expressed a prior interest in receiving the included information for research and educational purposes.