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11ago16
Lo que dijo el Presidente
No hay duda, una cosa es con plata y otra cosa es sin plata. Pasa en la vida real y está claro que también le puede pasar a una gestión de gobierno.
El Presidente que vi el pasado sábado, en el mensaje del 6 de agosto, me ratificó la impresión de que frente a una crisis económica, aún no declarada ni reconocida, el Gobierno comienza a mostrar que fue uno en época de bonanza y que ya es otro en época de escasez.
Hasta en la duración del discurso presidencial se advirtió la diferencia: cuarenta minutejos en vez de seis horas; parece que cuando no hay mucho que ofrecer el Presidente se queda sin palabras. Ojo, no me estoy quejando, pues admito que lo cortito fue lo que más me gustó del discurso.
Sin embargo, debo admitir también que hubiera estado dispuesto a bancarme una horita más de alocución, en obligatoria cadena nacional, con tal de escuchar algún tipo de plan o estrategia para afrontar lo que se nos viene por delante.
Pero no hubo tal: el Presidente dijo que la cosa se comienza a poner complicada. Pero, no nos dio ni una pista de lo que piensa hacer al respecto. Habló de ciertos problemas con una preocupante candidez, como si fuera un espectador más.
Por ejemplo, dijo que estaba preocupadísimo por las cifras del desempleo, pero no nos dio una explicación de las causas y, menos aún, una propuesta para revertir esa tendencia. Conminó, como quien papas pela, a sus ministros a arreglar el problema. Esperemos que alguno de ellos se le ocurra algo bueno o por lo menos que a cada uno de los 20 ministros no se les ocurra una cosa distinta.
Tuvo que admitir que la bajada de los precios de las materias primas nos está liquidando, pero se apresuró en recalcar que eso no era su culpa, ni la de su gobierno, que la culpa era de otros países empeñados en perjudicarnos.
Con esto dijo, en realidad, y sin quererlo, que nuestra economía sigue condenada al extractivismo y que hoy somos económicamente más dependientes que nunca. Dijo, sin querer queriendo, que después de 10 años de recibir cantidades de plata inéditas en nuestra historia no fuimos capaces de invertirla en diversificarnos. Pero claro, eso no es su culpa.
Dijo, en el fondo, y por supuesto sin querer queriendo, que si no ocurre algún milagro a nivel mundial que devuelva el precio del petróleo a 100 dólares, volveremos, después de nuestra fugaz riqueza, a ser igualmente pobres que hace 10 años (sólo que más endeudados, eso sí).
Hizo una suerte de inventario de mega-obras, departamento por departamento, e insinuó que dejemos de pedirle cosas porque ya había cumplido con la mayoría de los pedidos. Y me dio la impresión de que cree nomás, en el fondo, que la plata es suya y que nos ha hecho un generoso favor regalándonos esas obras.
Detrás de esas palabras dijo, también sin querer queriendo, que su idea de desarrollo son estas obras faraónicas, que parecen satisfacer los anhelos más íntimos de sus seguidores. Dijo, en el fondo, que confunde desarrollo con cemento.
Dijo en síntesis, y siempre sin querer queriendo, lo más preocupante: que es un Presidente muy poco empapado de la compleja y aburrida gestión de problemas económicos (que no es lo mismo que gastar plata), y que sus prioridades en el trabajo no son precisamente sentarse en el escritorio a quemarse las pestañas con temas más tediosos que el proselitismo.
Dijo, de última, que es más un cacique que un estadista.
[Fuente: Por Ilya Fortún, Comunicador social, Página Siete, La Paz, 11ago16]
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