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29nov11


Sinopsis de la 26.ª audiencia del juicio por crímenes contra la humanidad cometidos en el circuito Necochea.


Juicio del circuito represivo Necochea,
Comisaría Cuarta y Base Aérea
Audiencia del 29 de noviembre de 2011

"El daño es irreversible"

Una familia destrozada por la desaparición de una persona es lo que quedó plasmado en el relato del secuestro de Carlos Allamanda que hicieron su mujer, su hermana y cuatro de sus hijos. "Me quitaron el derecho de tener un padre y de que mis hijos tuvieran un abuelo", aseguró Sonia sobre lo que sufrieron los años posteriores a que se llevaron al padre en abril del '77.

"Entraron de civil, encapuchados y con armas largas", describió su mujer Sunilda que lo buscó durante mucho tiempo pero se enteró cuando declaró en el Juicio por la Verdad en 2007 que su marido estuvo secuestrado en el centro clandestino de detención La Cueva. Además relató otro episodio en el que se lo habían llevado previamente y lo soltaron a los 40 días. "Siempre tuvo temor de que lo iban a secuestrar de nuevo, no podía dormir", afirmó.

"Me quitaron la vida, yo pensaba vivir toda mi vida con él", se lamentó Sunilda que en aquel momento tenía 24 años, siete hijos y se encontraba embarazada. "Lo que vino después fue lo peor", dijo José Allamanda, el mayor de los hermano (tenía 10 años en el '77). "Nuestra vida fue tétrica, mala, sin estudios. Fui alcohólico crónico desde los 13 años", manifestó Ramón (de 5 años en ese momento). "Fue muy triste, sin posibilidades de nada, tuvimos que salir a la calle a pedir", recordó Daniel (8 años durante el secuestro de su padre). En tanto, Sonia confesó que "yo me crié esperando que él volviera, recién en el 2000 me enteré que estaba muerto". Y agregó que si su padre no hubiera desaparecido "nuestra vida habría sido diferente porque era un luchador y hubiera hecho lo posible para que estudie. El daño es irreversible", sentenció.

Las torturas en La Cueva

En primer lugar había declarado Héctor Gómez, que estuvo secuestrado durante tres meses en La Cueva donde sufrió torturas que le dejaron algunas marcas en los brazos y piernas producto de la picana eléctrica. "Yo prefería que me mataran y que no me hicieran sufrir más", afirmó. Además manifestó que todas las noches "sentía gritos de hombre, de mujeres, de chicos".

Lo secuestraron volviendo a su casa en el año 1976, cuando trabajaba como chofer de la empresa de colectivos de larga distancia Micromar, y los trasladaron a la sede de la Policía Federal y luego al centro clandestino de la Base Aérea desde donde escuchaba los ruidos de los aviones. Aseguró que allí compartió cautiverio con Eduardo Martínez Delfino, Juan Peña y Federico Báez.

Mar del Plata, 29nov11
Corresponsales del Equipo Nizkor

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