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07may06
Una bala de plomo mató al chico en la represión policial.
La autopsia reveló que el chico muerto en la desmedida represión policial contra vecinos de Perdriel que juntaban carbón, falleció a causa de un proyectil de plomo. Esta situación complica la situación de seis policías que actuaron en el violento episodio.
En tanto se supo que los seis efectivos fueron dejados en libertad y se espera una pericia balística para determinar la responsabilidad de los uniformados que podrían ser apresados cuando se aclare sus actuaciones en el hecho.
La confirmación del tipo de proyectil fue realizada por el propio fiscal de Delitos Complejos Luis Correa Llano quien señaló que el dato surgió de la necropsia efectuada al cuerpo de Mauricio Morán el joven de 14 años fallecido en la siesta del viernes.
El funcionario aclaró que decidió la libertad de los policías, a última hora del viernes, pues tiene la convicción de que no se van a escapar y porque están secuestradas todas las armas que portaban en la trágica represión por el robo de carbón a una formación de tren de la empresa América Latina Logística.
Manifestó que una vez que se cotejen, en una pericia balística, el proyectil hallado en el pecho de Morán, y la de las balas de las armas de los efectivos se tendrá la certeza si alguno de los policías fue responsable del mortal disparo.
Esos estudios fueron encargados al Cuerpo Médico Forense para dar a la investigación mayor transparencia y, para evitar cualquier suspicacia, se dejó de lado a los especialistas de Criminalística que posee la propia fuerza policial.
Por otro lado los efectivos dijeron que comenzaron la represión con sus armas reglamentarias cuando escucharon varios tiros de armas de fuego y ellos entendían que peligraban sus vidas.
Además los miembros de la Inspección General de Seguridad estuvieron en el lugar donde ocurrió la represión y comenzaron una investigación de oficio.
En la recorrida realizada en Perdriel tomaron varios testimonios y no se conocieron mayores detalles de la investigación que iniciaron pues relataron que existe secreto del sumario en la causa.
Según se supo el estado de los otros dos niños heridos el viernes es satisfactorio.
Raúl Frías Morán, de un año y medio de edad y sobrino del chico muerto, no perderá su dedito medio de la mano derecha, de acuerdo a lo señalado por los médicos que lo atienden.
Los profesionales le aplicarán una férula aunque creen que le quedará una secuela por el traumático episodio.
Trascendió que la madre de Angel Sosa, el niño de 13 años que recibió un tiro en el muslo, relató que el proyectil que su hijo tiene alojado en la pierna también sería de plomo.
La mujer explicó que el médico que atiende a su hijo le dijo: "No soy un especialista en balística, pero creo que ese proyectil que tiene alojado es de plomo".
Recordemos que el violento episodio se suscitó el viernes cuando fue detenido frente al barrio Cuadro Estación de Perdriel, Luján, un tren cargado con carbón que había partido de la Destilería y que tenía como destino Palmira.
Unas cincuenta personas del barrio se abalanzaron sobre los vagones para robar el mineral que luego usarían para calefaccionarse.
El tren llevaba dos policías de guardia que, al no poder detener el robo, pidieron ayuda y al rato llegaron dos móviles con otros seis uniformados.
Nadie sabe por qué los policías comenzaron a reprimir, disparando sus armas contra la gente. En ese episodio fue muerto de un tiro en el pecho Mauricio Morán, herido en la mano el hijo de su hermana de un año, Raúl Frías Morán, y Angel Sosa recibió un proyectil en su pierna.
"No sé por qué tiraron así"
Es un hombre manso, que ni siquiera la tragedia que lo envuelve le hace levantar la voz. César Morán (43) es el papá de Mauricio, el chico que murió de un disparo en el pecho, cuando un incidente dominaba en la zona de Cuadro Estación, la parte vieja de Perdriel.
A César los episodios del viernes a la tarde lo golpearon por partida doble. Murió uno de sus siete hijos, el cuarto por fecha de nacimiento, y el niñito que resultó gravemente herido en una mano es Raúl Alexander, de 1 año, uno de sus nietos. El tercer herido es Ángel Sosa, de 13, con una lesión en el glúteo izquierdo.
En el vocabulario de César no hay ira, al menos una indignación que expresa sin palabras violentas. "No sé por qué los policías dispararon así. Si pasó algo no era aquí, cerca de las casas; al chico mío le dieron cuando estaba cerca de mi casa y después no quisieron llevarlo al hospital, dejándolo tirado".
Su relato se interrumpe a cada rato porque llegan familiares y amigos de otros lados a saludar.
La zona sabe de penurias y necesidades. Una madre que perdió a su hijo en un ataque en un barrio peligroso del centro; los ocupantes del galpón ferroviario, que viven en situación de indigencia y por todos lados, el recuerdo de las inundaciones de febrero de 2005, que motivó que los habitantes empezaran a ver seguido a los periodistas por esa parte del distrito.
César Morán sigue con su relato. Cuenta que un vecino solidario, José Luis Sasso, llevó al malherido pibe, y que aparentemente llegó muerto al centro asistencial. A los otros dos baleados sí los llevó un móvil policial.
Unas horas antes de enterrar a Mauricio en el Cementerio de Luján, los padres no sabían la causa del deceso. "El médico forense no me lo quiso decir por el secreto del sumario. Sólo habló de un impacto a la altura de la tetilla derecha", agregó el hombre, que hace unos días cosechaba uvas en las inmediaciones y que ahora está desocupado. A él y a su esposa, Miriam Rosales, le sobreviven seis hijos más, uno de 9 meses y el mayor de 21, que está estudiando con una beca en el Liceo Militar Espejo.
Cuando el compungido padre se alejó para seguir recibiendo otros pésames, no sin antes indicar que el municipio de Luján lo había ayudado con los gastos del entierro, un muchachito de 13 años, Eduardo, hace su aporte. Lloraba contenido. Contó que fue uno de los últimos en pasar un momento con la víctima fatal. Los dos eran compañeros en el 8vo año de la Escuela de Agrelo, donde habían estado juntos hasta las 13. Y también estaban las compañeritas de la escuela primaria, en la cercana "Periodistas Argentinos"; el grupo de kung fu de la René Favaloro y los vecinos grandes, como Mabel Alicia Guevara, que remató pidiendo severidad para los responsables de la muerte. "Este chico era muy vivaracho, siempre dispuesto a ayudar; era muy comunicativo con la gente del barrio".
Rubén, empleado municipal, llama a los cronistas y muestra unas columnas de hierro, depositadas en un gran descampado vecino a los rieles. "Iban a hacer un polideportivo, pero nunca hicieron nada; no digo que esto no hubiera pasado, pero con la atracción de un local cerrado, a lo mejor, quién sabe....", dijo el hombre y dejó entrever que los barrios del sur del río "están solos y pasan muchas necesidades". / Miguel Títiro.
Un proyectil por muy poco no mató al niño.
Con su inocente carita redonda se paró en la cama, con mucha dificultad porque estaba atado a una rara manguerita que terminaba en una aguja clavada en su bracito y comenzó extraña danza.
"Uhh, Uhh, pun pun", balbuceaba repetidamente mientras levantaba el índice de su mano sana, la izquierda y miraba fijo a los presentes.
No se reía ni estaba preocupado. Con su precaria forma contaba a todos lo que había vivido horas antes: tiros, gritos y corridas.
Esta pequeña personita no sólo fue un espectador privilegiado de la muerte de su tío, y seguro tampoco alcanzó a comprender ese drama, pero tuvo mucha más fortuna que su familiar, aunque no por el proyectil que dio en su mano.
A los pies de su camita había una remera, una camisetita y una polera y lo terrorífico de todo es que a la altura del centro del pecho coincidían en todas las prendas un perfecto orificio de dos centímetros y medio de diámetro.
Esa fue la huella de un proyectil, no se sabe si una bala de goma o de plomo, que lo lastimó en la pancita. Si el chiquito hubiera estado de frente la cosa hubiera terminado mucho peor.
[Fuente: Ricardo Funez, Los Andes, Mendoza, 07may06]
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