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08nov16
Un diminuto vestido, símbolo del horror de la explotación sexual
Cuatro horas declaró Alika Kinan. "Dije todo lo que tenía que decir", aseguró al salir del tribunal. Muchas mujeres la esperaban, ansiosas, para felicitarla por su valentía, por animarse a lo que nadie nunca había osado hacer: llevar a juicio a sus proxenetas por explotarla sexualmente y al Estado por no protegerla.
"Están todas las cartas echadas, tengo una sensación de alivio. No hay que dejarse amedrentar, hay que seguir adelante. Acá se ve claramente quiénes son los proxenetas y quiénes son las víctimas", dijo todavía conmovida por su propio relato en el juzgado.
"Antes de venir, las piernas me temblaban, no podía caminar", dijo Alika a Clarín. Pero fue. No estaba sola, la acompañaron psicólogas del Programa Nacional de Rescate de Víctimas de Trata del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Las peritos habían solicitado que declarara a sala vacía, sin los imputados presentes ni público.
Ayer comenzó en Ushuaia el primer juicio en el que una víctima de trata querella a sus proxenetas: Pedro Montoya (57) e Ivana García (38) -dueños del Sheik- son juzgados "por los delitos de trata de personas con fines de explotación sexual cometido mediante el abuso de la situación de vulnerabilidad de las víctimas, en razón de ser siete la cantidad de víctimas, y por ser tres los imputados que actuaron de manera organizada"; y Lucy Alberca Campos (32), en calidad de partícipe necesaria. La pena estipulada va de 4 a 10 años de prisión. Además, Alika lleva adelante una demanda civil contra los imputados y contra la Municipalidad -por facilitar el trabajo en el cabaret- en la que pide una reparación económica de $ 2.300.000.
Alika caminó y se sentó en la sala, ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tierra del Fuego, formado por los jueces Ana María D'Alessio, Luis Alberto Giménez y Enrique Jorge Guanziroli. No había imputados ni público, pero sí todos los fiscales del juicio, sus abogados defensores, los abogados de los imputados y los policías. Y habló, dijo todo lo que viene pensando desde el día que la liberaron, cuatro años atrás, en un allanamiento en Sheik en una madrugada inesperada.
Alika contó cómo la captaron en Córdoba, cómo le llegó el pasaje de avión (que después tuvo que pagar), cómo la esperaron en el aeropuerto de Ushuaia y la llevaron a una clínica a hacerse análisis de HIV y enfermedades venéreas. Explicó que así la dieron la libreta sanitaria que pedía la municipalidad para "trabajar" en los cabarets, a los que habilitaba como clubes privados. Era 1996.
Alika relató su vida en el cabaret: allí compartía pieza con otras mujeres, limpiaban el lugar, comían, y se preparaban para "trabajar" haciendo que los hombres consumieran copas y luego hicieran pases. El lugar se quedaba con el 50 % de lo ganado.
Alika también contó atrocidades: habló de violaciones, de golpes, de sangre, de abortos, de enfermedades. Hasta les mostró a los jueces un vestido negro, mínimo, transparente, que le obligaban a ponerse y con el que se moría de frío. Lo tenía en la cartera, lo quería quemar. Lloró. Se quebró. Y siguió hablando.
Cuatro horas después, agotada, temblando, salió de la sala. Afuera la esperaban sus compañeras de lucha abolicionista que postulan que la prostitución no es ningún trabajo . "Chicas, no hubiera llegado acá sin ustedes. Conté todo. Sin el empujón de ustedes no llegaba", les dijo. "Fueron muchos años de sumisión, ya está". Y se prendió un cigarrillo.
Para Marcelo Colombo, titular de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex), el relato de Alika fue "devastador".
[Fuente: Por Mariana Iglesias, Clarín, Ushuaia, 08nov16]
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