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06ene08


La traición al preso que tenía la llave de su celda


Héctor Febres tenía la llave de su celda. Como si fuera el jefe del Destacamento Delta de la Prefectura, el preso descansaba en un camarote de dos ambientes, con baño en suite, hall de entrada y acceso directo a la terraza. Allí, en verano, instalaba una piscina para que jugaran sus nietos. Un chofer a sus órdenes trasladaba a su familia en un auto de la fuerza. A Angel Volpi, el principal hombre que lo custodiaba, muchos le decían "el edecán de Febres".

Ahora, para la Justicia, ese "edecán" es uno de los principales sospechosos del presunto plan para matarlo, junto con el ex jefe del destacamento, Rubén Iglesias. Ambos están acusados de montar "una zona liberada" para envenenar a Febres la madrugada del 10 de diciembre, cuatro días antes de que se conociera la sentencia del juicio que enfrentaba por crímenes en la ESMA durante la dictadura.

Según la jueza federal Sandra Arroyo Delgado, Volpi e Iglesias participaron de un plan con un único propósito: que no se rompiera el pacto de silencio que mantiene el secreto sobre las violaciones de los derechos humanos en la dictadura.

Por eso Febres, conocedor del destino de los bebes nacidos en la ESMA, siempre fue un preso con libertades. Era parte del plan. "Un medio de mantener satisfecho y adoctrinado" al prefecto, dice el expediente de la causa. Una estrategia que luego "facilitó la concreción" de un verdadero "plan delictual". Creían que iba a hablar, según el fallo que ordenó el procesamiento de Volpi y de Iglesias.

En sus siete años de detención, Febres usó el Destacamento Delta como si fuera su casa. Según enumera la jueza, disfrutaba de un pequeño comedor de 3x4 (con una mesa y ocho sillas), un armario con juegos de vajilla, sillones, heladera, horno microondas, cafetera, televisor, videocasetera, DVD, radio, aire acondicionado, placard, dos teléfonos, un celular y una computadora con acceso a Internet.

También tenía libre acceso a espacios comunes, como los salones del edificio y el casino de oficiales. Allí organizó una fiesta con 30 invitados para festejar el bautismo de su nieto. Su esposa, ahora procesada por encubrimiento, se quedaba a dormir con él los sábados. Cuando había visitas, Febres las recibía en su camarote y "ponía llave" desde el interior. Todas las mañanas recibía el diario. Abría y cerraba la puerta con su llave.

"Hombre de confianza"

Otro beneficio era la posibilidad que tenía de ir al gimnasio y a las canchas de tenis. Su debilidad era el paddle. Jugaba casi siempre con Volpi. Un hombre, según los testigos, de su "estrecha confianza".

"Volpi era un solterón que lo acompañaba mucho [a Febres]", declaró el prefecto general Rubén Astiasarán. "Jugaban a la paleta o al voley, cenaban, almorzaban ", contó el chofer del represor, Carlos Bozzano.

Febres también tenía relación con Iglesias. Compartieron charlas y cenas. Según la jueza, Volpi e Iglesias mantenían en secreto el objetivo de asegurar que el prefecto "no traicionara el pacto de silencio con los responsables de los delitos de la ESMA". Según afirmaron en la Justicia, hizo falta sólo una muestra de debilidad para iniciar la segunda parte plan. El crimen.

Cuando se aceleró la causa en su contra, Febres comenzó a mostrarse preocupado por el proceso. Lo asustaba no saber de qué iba a vivir su mujer, y lo acuciaba el peligro de terminar en una cárcel común. Según los testigos, llegó a decir que la Prefectura "no lo había apoyado lo suficiente" y estaba enfurecido con la Armada. Confesó que, si le pasaba algo a su familia o ante la inminencia de una condena, era capaz de "contar situaciones" y "dar nombres" sobre la ESMA. Para la jueza allí está el móvil del crimen.

En junio de 2007, el médico Víctor Giuliani visitó a Febres. Escuchó que alguien "apretaba" el prefecto. "Tenía aspecto de matón, parecía del FBI", describió Giuliani y contó que el prefecto "había sido intimidado para que guardar silencio respecto a información sensible". Febres le hizo una confesión al médico: "La única solución que me queda es no hablar".

Para Arroyo Delgado, existen elementos suficientes para probar la conspiración. Según ella, el 9 de diciembre Volpi e Iglesias "liberaron la zona" e "intervinieron dolosamente en el asesinato". Volpi cenó con la víctima, a las 21. Febres murió entre las 0 y las 2 del 10 de diciembre.

Hay un elemento considerado fundamental para probar la conspiración: la computadora de Febres. La máquina desapareció la misma noche del crimen. Volpi declaró en la causa que él la había sacado. Primero fue a una oficina contigua; después se la llevó un técnico. Volvió al destacamento cuatro días después, el 14 de diciembre. Ya no tenía un solo dato útil.

[Fuente: Por Juan Pablo Morales, La Nación, Bs As, 06ene08]

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