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09sep11


Una ex detenida de un centro clandestino reveló que tuvo una hija con uno de sus captores


Fue en el juicio por los crímenes del ex Quinto Cuerpo de Ejército. Según contó, sabía que el hombre con el que tuvo una relación amorosa había estado en su interrogatorio, pero recién años más tarde conoció su nombre real y que era un feroz represor.

El juego del bueno y del malo era una práctica común entre los represores de los centros clandestinos de detención. Los que simulaban el primero de los roles, lo utilizaban para granjearse la confianza de los detenidos durante los interrogatorios y tormentos a los que eran sometidos en búsqueda de información. María Mercedes Orlando fue una de las víctimas de esa maniobra perversa y las consecuencias de su caso, conocido esta semana en el juicio por delitos de lesa humanidad que se realiza en Bahía Blanca, excedieron las paredes del centro clandestino donde estuvo secuestrada.

La mujer reveló ante el Tribunal Federal que integran los jueces Jorge Ferro, José Mario Triputti y Martín Bava, que una vez que fue liberada, mantuvo una relación amorosa y tuvo una hija con uno de sus torturadores, uno de los más feroces interrogadores de La Escuelita, el lugar montado en terrenos del ex Quinto Cuerpo de Ejército para alojar a las víctimas del terrorismo de Estado.

Orlando, que trabajaba en el área de Previsión Social del municipio bahiense, fue detenida en marzo de 1976, en un operativo en el que participaron entre ocho a diez individuos que entraron a su casa, le vendaron los ojos y la trasladaron hacia un lugar desconocido, en la parte trasera de un vehículo. Allí estuvo detenida varios días, junto a una cantidad de personas que no pudo precisar.

Relató que cuando era trasladada a la sala de torturas, la ataban al elástico de una cama, siempre con los ojos tapados y allí comenzaban a interrogarla sobre nombres de diversas personas. "Cada vez que decía que no los conocía, comenzaban a preguntarme por domicilios de mi familia", reveló la mujer quien dijo que los individuos que la interrogaban la llamaban por otro nombre, Mariana. Agregó que mientras algunos se comportaban violentamente, otro, de voz gruesa, le decía que la entendía y que se tranquilizara. Según dijo, ese hombre fue el que impidió que le aplicaran picana y el que permitió que, a los pocos días, fuera liberada.

Una vez en libertad, ese mismo hombre que dijo creer en su relato y la "ayudó" para dejar el centro clandestino anticipadamente, la contactó por teléfono en varias oportunidades, hasta que se encontraron e iniciaron una relación amorosa que se extendió hasta 1977. Durante ese lapso, ambos iban juntos a visitar a un sacerdote en el barrio de Sánchez Elía, con el que conversaban sobre el posible destino de algunas personas desaparecidas, compañeras de Orlando. Fruto del vínculo, la mujer quedó embarazada y el hombre le dijo que debía marcharse hacia Perú, para trabajar en el servicio de inteligencia.

Una vez que nació la hija de ambos, la mujer comenzó a escribir y enviarle cartas a la embajada a Lima a nombre de Mario Manzini para informarlo del nacimiento. Sin embargo, las misivas retornaban con la explicación de que no había nadie de apellido Manzini en el servicio diplomático argentino en aquel país.

Pasaron varios años y Orlando pudo saber tiempo después, que Manzini era en realidad Santiago Cruciani, alias Tío, uno de los más feroces interrogadores del centro clandestino de detención La Escuelita. La mujer también descubrió que su ex pareja, estaba casado y tenía su familia en Mar del Plata. Cruciani falleció en el año 2007, cuando estaba siendo procesado por 65 privaciones ilegales de la libertad, similar cantidad de casos de torturas y 26 homicidios, entre otros delitos.

El testimonio de Orlando fue uno de los más conmovedores de los que se escucharon esta semana en el marco del juicio que se lleva adelante en esta ciudad, en el que se juzga a 17 represores acusados de cometer delitos de lesa humanidad en el ámbito del ex Quinto Cuerpo de Ejército entre 1976 y 1977.

Esta semana también declaró el ex senador nacional por la UCR Hipólito Solari Yrigoyen, quien estuvo preso en La Escuelita y en el Batallón de Comunicaciones Compartió lugar de detención con el ex diputado nacional del radicalismo Mario Amaya, quien a raíz de los tormentos y maltratos falleció en la cárcel de Devoto.

[Fuente: Por Gabriel Bermúdez, Clarín, Bs As, 09sep11]

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