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05sep11
Declaran como testigos los hijos de Néstor del Río, dirigente sindical no docente asesinado en el Hospital Municipal
Entre los muchos testigos que pasaron durante la última semana, algunos de ellos son hijos de desaparecidos o asesinados en la última dictadura. A pesar de su dolor y, en algunos casos, de haberse quebrado al testimoniar, manifestaron la satisfacción de poder aportar su declaración en la búsqueda de justicia.
Por primera vez desde su inicio, el juicio contra los represores acusados de delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca, tuvo triple jornada en su semana de desarrollo.
La primera de las audiencias comenzó el martes 30 de agosto de 2011 con la particularidad de que no todos los acusados se encontraban presentes. A la ya acostumbrada ausencia del prófugo Miguel García Moreno, quien aún continúa prófugo, se sumaron las de Juan Manuel Bayón, aparentemente enfermo de paperas, y Hugo Delmé, quien sufriría una afección respiratoria.
Con esas noticias arrancó la audiencia número 13 que prosiguió con la ronda de testigos para el juzgamiento de la llamada Masacre de Calle Catriel.
El 4 de septiembre de 1976 fueron asesinados Juan Carlos Castillo, Pablo Fornasari, Zulma Matzkin y Mario Manuel Tarchitzky. Los cuatros fueron previamente secuestrados por fuerzas militares y sus asesinatos se habrían ejecutado en la vivienda de Catriel 321.
Hijos de la verdad
Otro de los casos que comenzó a juzgarse fue el de José Daniel Bombara, militante de la Juventud Universitaria Peronista, secuestrado el 29 de diciembre de 1975, bajo gobierno democrático, y cuyos restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en junio de este año, después de encontrarlos en el cementerio Santa Mónica de la localidad de Libertad, partido de Merlo.
Por la desaparición de Bombara, declararon quien fuera su mujer, Andrea Luisa Fasani, y su hija Paula Bombara quien brindó un emocionante testimonio.
También ofreció su relato María Elisa Castillo, hija de Juan Carlos Castillo, víctima de la Masacre de Calle Catriel. Además del asesinato de su padre, María Elisa sufrió también la desaparición de su mamá a cargo de las fuerzas represivas.
En la mañana del miércoles 31 de agosto, le tocó declarar a María Andrea Del Río, hija de Néstor Del Río, al que intentaron secuestrar el 17 de marzo de 1976. Esa noche, Néstor fue sacado de su casa y llevado hacia la calle con la intención de ser trasladado. En ese lugar fue salvajemente golpeado al punto de que quedó tirado en el suelo e inconsciente. No termina allí: el 21 de marzo, varias personas armadas entraron al Hospital Municipal dirigiéndose a la sala en donde se encontraba Néstor, para asesinarlo a balazos.
María Andrea explicó que sus papás fueron trabajadores no docentes de la universidad y que Néstor fue secretario de su gremio hasta 1973.
Luego de ser perseguido en la universidad, fue cesanteado en 1974 y al momento de reincorporarlo lo ponen a trabajar como maestranza.
María Andrea dio detalles del intento de secuestro: "No me lo voy a olvidar en mi vida, son mis pesadillas". Relataría en esa jornada que junto a su familia tuvieron que irse a un pueblo de Neuquén.
También explicó las dificultades laborales y económicas por las que tuvieron que pasar, la discriminación sufrida en la escuela y las secuelas que el asesinato de su padre les dejó.
Minutos después, su hermano Pablo Del Río subió al estrado a dar su testimonio. Pablo contó sus recuerdos de la noche del secuestro de su papá: "Yo tenia 10 años cuando pasó, me despierto como de un sueño, estaba mi abuelita, la mamá de mi mamá, mi mamá, mi hermana y mi hermanita".
También recuerda que le preguntaba a su abuela si estaba soñando y que ésta respondía que no: "Recuerdo haber escuchado palabras muy groseras referidas a mi papá". Para Pablo, era muy grave que alguien le dijese eso a su padre. Sobre aquella noche, Pablo es todo lo que se acuerda y no es poco: "Ese momento me marcó para toda la vida".
Pablo relató las peripecias por las que tuvieron que pasar y lo difícil que fue el transcurrir de su infancia y adolescencia sin su papá.
Pese a lo desgarrador del testimonio, para Pablo el momento de su declaración era muy bueno ya que quería dedicarle unas palabras a Bayón que justo ese día no concurrió a la audiencia.
Pabló miró a los represores luego de decir que no sentía odio pero que tampoco enterraba la memoria. "Las personas no se matan", subrayó.
Un testimonio sorprendente
En la mañana del jueves 1 de septiembre se desarrolló la audiencia número 15, la cual se inició con las declaraciones de las testigos Solange Baldessari y Liliana Ramos, ambas enfermeras del Hospital Municipal al momento del asesinato de Néstor Del Río, y el testimonio de Alberto Armani, auxiliar de Enfermería, que trabajó en el Cuerpo Médico de la provincia de Buenos Aires.
Pero "el testigo" de la jornada fue Néstor Alejandro Martínez Falcón, martillero público, corredor y periodista al momento de producirse la "Masacre de Calle Catriel", por la cual tuvo que atestiguar.
El caso de Martínez Falcón es diferente al resto debido a que fue llamado a declarar luego de ser mencionado por Héctor Porras, dueño de la casa de Catriel 321. De sus testimonios se destacan cuestiones sorprendentes e interesantes ya que Martínez Falcón es el titular de la inmobiliaria que en ese momento administraba la vivienda donde se perpetró el hecho.
De entrada, al ser consultado por algún vínculo con los acusados, señaló que conoció a Mansueto Swendsen, ya que en ese momento el testigo era editorialista de LU3 y Mansueto iba a visitar al director de esa emisora.
Acerca del contrato de alquiler de la casa, Martínez Falcón mencionó a una mujer, Dorita C., quien habría salido de garante por esa casa y que trabajaba en el gremio Luz y Fuerza.
La noche de los hechos, Martínez Falcón recibe un llamado de las fuerzas militares por el que lo citan en calle Catriel y al dirigirse ahí se encuentra con la casa destruida.
Luego, un militar -cree que podría ser Bayón- le hace firmar un acta y allí surgió una discusión. Martínez Falcón no creyó la teoría de que hubo un enfrentamiento a raíz del escenario que encontró dentro de la vivienda. En el entredicho, el militar habría manifestado que se estaban jugando la vida por los civiles.
Hasta el momento, Martínez Falcón fue el único testigo que dijo haber observado cadáveres (habría visto dos) dentro de la casa, señaló que estaban mutilados, con la ropa destrozada y que daba la impresión de que los habían tirado ahí. Quizás esto se deba a que los testigos que se presentaron hasta aquí solo lograron ver la casa al día siguiente a la tragedia, la cual, señalaron, estaba destrozada y vacía.
En cambio, Martínez Falcón, quien visitó la vivienda momentos después del hecho, aseguró que había muebles en la casa pero que cuando volvió en ocasiones posteriores, los muebles no estaban más. Al momento de lo ocurrido, la casa habría estado desocupada. Respecto a la sangre que varias personas dijeron ver en las paredes, el testigo opinó que no sería sangre verdadera y que daba la sensación de haber sido tirada en la pared como un baldazo. Por esta razón y por la ubicación de los agujeros de los tiros, intuyó que podría tratarse de un escenario armado por los militares
Según dijo, se sentía muy molesto porque se quedó con la idea de que habían utilizado la vivienda para hacer eso al tiempo que descartó que se haya tratado de un tiroteo.
En otra parte de su declaración, aseguró que luego Dorita C. fue secuestrada y torturada en "La Escuelita". Para salvarla, Martínez Falcón habló con el director de LU3, quien llamó a Mansueto y lo hizo conversar con él que le pidió por la vida de la víctima. Finalmente, la mujer fue liberada.
Acerca de Mansueto dijo que iba a todas las radios, que era un tipo muy social y que quería congraciarse con el periodismo.
Agregó que nunca fue a "La Escuelita" aunque conocía "de oído" y contó casos de gente de la universidad perseguida o un locutor amigo que fue asesinado.
"Ayudamos a los que pudimos, a los que pudimos avisar los ayudamos", aseguró Martínez Falcón quien recuerda el apellido Del Río, quien fuera asesinado en el Hospital Municipal, más allá de que no le tocó cubrir esa noticia. "Acá había un sistema de delación implícito y explícito de civiles", manifestó al tiempo que respondió al ser consultado por el fiscal Abel Córdoba sobre los asesinatos de los trabajadores de La Nueva Provincia, Heinrich y Loyola. Destacó que sintió mucho lo sucedido porque había sido cronista volante del diario en la época que trabajó en LU2.
Acerca del ambiente del diario dijo: "El que trabajaba ahí o cumplía lo que se le indicaba o se tenía que ir". Por otro lado, señaló que esas muertes fueron relacionadas con la ideología de La Nueva Provincia. Martínez Falcón aclaró que no puede decir que los mató La Nueva Provincia pero sí que "alguien hizo que los mataran":
Segunda inspección
Ni bien terminó la declaración de Martínez Falcón, el tribunal le pidió a éste y a las partes que se dirigieran al domicilio de Catriel 321 para hacer una nueva inspección ocular.
Ya en el lugar, a diferencia del día anterior, fueron atendidos por los inquilinos y se pudo realizar una verificación, la cual sirve como prueba. Minutos después se realizó el mismo trabajo en la terraza de una vivienda de calle Cafulcurá.
Al salir de la inspección, el fiscal Abel Córdoba dialogó con EcoDias y FM De la Calle y señaló que si bien es importante que los jueces y las partes vean el lugar del hecho, por las pruebas presentadas y los testimonios escuchados no quedan dudas de que no se trató de un enfrentamiento: "El lugar del hecho o los diferentes detalles como la dirección de los disparos o daños hacia inmuebles cercanos pasa a ser una circunstancia que dependía meramente de la voluntad de los ejecutores. Hoy también quedó claro que había personal del Destacamento de Inteligencia 181 en el lugar, que había un coronel del Ejército y cómo fue el trámite esa noche con los cuerpos diseminados por el piso del domicilio de Catriel 321".
Más allá de las dos visitas al domicilio de Catriel, Córdoba destacó que "una vez que quedó acreditado que las víctimas estaban reducidas, atadas dentro de un centro clandestino, sujetas a la voluntad de los represores, en este caso, de ellos dependían y ellos fueron los que hacían el montaje, con lo cual el lugar del hecho si bien es relevante, era manipulable para hacerlo parecer como un enfrentamiento, o como un hecho impresionable hacia la sociedad que era el objetivo".
[Fuente: Eco Días, Bahía Blanca, 05sep11]
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