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Muerte y Desaparición Forzada en la Araucanía: Una Aproximación Étnica

Efectos psicosociales e interpretación sociocultural de la represión política vivida por los familiares de detenidos-desaparecidos y ejecutados mapunches y no-mapunches.

IX Región. Chile. (1973-90)




CAPITULO 16

Consideraciones finales.

En este estudio se ha realizado una aproximación a las consecuencias psicosociales de la represión política vivida por población mapunche y no mapunche en Chile durante el último gobierno militar, entre 1973 y 1990, y al modo en que este proceso fue afrontado a nivel individual, familiar y social.

América Latina ha vivido en las últimas décadas diferentes modos de control militar. En Chile se vivió bajo un esquema de Guerra Interna durante cerca de una década. Los primeros años después del golpe marcaron una época de terror colectivo basado en el control militar de todos los niveles de expresión social.. Junto a esto la utilización de los medios informativos y el uso de operaciones psicológicas consiguieron crear un clima de indefensión y perplejidad social. Más allá de las consecuencias psicológicas de estos hechos en algunas personas que fueron víctimas más directas de la represión, existen unas consecuencias sociales, que se expresan en un cambio del patrón de relación entre las personas, dentro de las familias y de las comunidades. Una sociedad no volverá a ser la misma tras la aparición de una nueva enfermedad devastadora, una revolución tecnológica o una nueva coyuntura ideológica: hay una interacción entre el modo individual de entender la vida y los cambios en el contexto social y cultural. A ello nos referimos con el nombre de consecuencias psicosociales y culturales.

Esta temática es especialmente sensible a todos los que trabajan en el campo de los derechos humanos, dada su preocupación por el destino de las víctimas de los atropellos a los derechos humanos, de la comprensión de los procesos globales y particulares desencadenantes y de la búsqueda de una cultura de respeto en todas las sociedades. Se ha establecido así un binomio entre la perspectiva de la psicología social y la de los derechos humanos.

Si el contexto local donde se trabajaría era la región de la Araucanía, necesariamente debía incorporarse la vertiente antropológica bajo la asunción de que si bien en la vida social todavía domina la perspectiva etnocéntrica que no reconoce la multiculturalidad existente, en el área del conocimiento ésta ya se ha impuesto, más allá de las particularidades teórico metodológicas para abordarla. Con ello el binomio se ha convertido en un triángulo interdisciplinario. Este sostiene, por un lado, la forma y el fondo del texto y, por otro, ha conformado una mesa de diálogo y de negociaciones no exenta de dificultades.

Comencemos por el método. Hubo consenso en que para reflexionar sobre "efectos y consecuencias psicosociales", temática susceptible de ser considerada como "subjetiva", el acercamiento debía permitir la recolección de datos en los que fundamentar los análisis. Así, debimos asumir las posibilidades y dificultades del paradigma positivo, el que, como se sabe, intenta explicar los fenómenos para superar las particularidades tras la búsqueda de regularidades generales, desde la selección de la muestra hasta los tipos de análisis, incluyendo una particular metodología de recolección de datos a través de un cuestionario base. La sola distinción de personas "mapunches" y "no mapunches" y el modo en que esta debía hacerse fue motivo de largas discusiones. La corriente hermenéutica debió hacerse presente, en estos aspectos y en la relación empática que el equipo estableció con las personas en sus contextos de vida y, fundamentalmente, en el esfuerzo por controlar las propias connotaciones personales de los integrantes del equipo que adherían, sin poder evitarlo, a pensamientos interpretativos previos. En este sentido hay que reconocer que ni los mapunches pudieron expresar todo su caudal interpretativo de los hechos dependiendo de sus particulares diferenciaciones internas como grupo, ni la antropología pudo controlar exhaustivamente la visión de trabajo construida por el contacto previo frente al complejo y cambiante contexto contemporáneo de las personas mapunches. Algo similar ocurrió con la delimitación de la temática: ¿Hasta dónde el proceso represivo se ha discontinuado y cómo?. ¿Hasta dónde prevalece la intencionalidad de mantener las conductas represoras incluso por un gobierno denominado "democrático?". Fue necesario imponer en lo posible la distinción de matices en cada uno de los subtemas considerados, especialmente en aquellos que no contaban con suficiente sustrato empírico.

Tomando en cuenta lo anterior y las características del contexto, la muestra puede ser considerada baja, aunque permitió ciertas significaciones estadísticas, y monocultural, el cuestionario base tanto por el lenguaje usado como por el predominio de expresiones que derivaban de contextos no indígenas. Al mismo tiempo, probablemente los análisis e interpretaciones de ciertos capítulos serán controvertidos para algunos sectores, particularmente para aquellos involucrados directamente en los hechos represivos.


Consecuencias psicosociales

Diversos autores han estudiado con anterioridad las consecuencias psicosociales que el gobierno militar provocó en Chile (A)(B) con una coincidencia general de resultados: el gobierno militar consiguió romper con relativa facilidad la densa red de organizaciones sociales surgidas en la época de la Unidad Popular. No hubo una reacción de resistencia popular amplia, sino que esta corrió a cargo de grupos aislados, vinculados a lo que fue quedando de las organizaciones políticas pre-golpe. El movimiento popular tardó años en reaccionar y durante un largo período hubo un silencio social tácito ante lo que estaba ocurriendo y que no podía negarse : el exterminio físico o social de la izquierda junto a un proceso de depuración social. Pese al gran número de víctimas directas de la represión -al menos uno de cada cinco chilenos mayor de edad sufrió directamente la represión en forma de muerte, desaparición, propia o de algún familiar en prisión arbitraria, tortura, exilio, exoneración laboral o desplazamiento interno forzado- formas importantes de resistencia organizada no empezaron a aparecer hasta pasados algunos años del golpe. Las raíces hay que buscarlas en una combinación de fenómenos :

• El propio carácter de la represión : la brutalidad de los hechos violentos que no dejaban resquicios a formas de resistencia no violenta o popular, el carácter indiscriminado de las mismas, la inexistencia de garantías jurídicas etc.;

• La confianza, hasta el último momento, en el carácter constitucional del ejército chileno y su no beligerancia, lo que hizo que las organizaciones sociales no estuvieran adecuadamente preparadas para contrarrestar una agresión de esta naturaleza.

• Debe reconocerse una cierta actitud de connivencia social que encuentra sus raíces en un amplio sector social que apoyó ámpliamente el pronunciamiento en sus primeros momentos, y que, aunque no tan amplio con el paso de los años, siguió apoyándolo aún sabiendo la existencia de violaciones a los derechos humanos (Referendum Constitucional en 1980, Plebiscito en 1988...) Sobre este hecho Chile tiene pendiente un proceso de reflexión. Mientras en la esfera internacional hay un conocimiento de las violaciones a los derechos humanos y de algunas de las personas que representaron formas de resistencia, poco o nada se ha comentado de esa mayoría silenciosa que puede considerarse, también, protagonista directa del proceso represivo en el país.

Los datos

Signo de esa indiferencia social es el hecho de que en nuestro estudio entre los propios familiares de los desaparecidos hubo un grupo que rechazó la entrevista manifestando directamente que no tenía mayor interés por el tema (7 personas), y entre los entrevistados hubo familiares que expresaron opiniones justificadoras del golpe militar, cuando no, en algunos casos, de franca admiración hacia la Dictadura

Este nivel político-ideológico opera a un nivel diferente del interpersonal. En nuestros datos más del 70 por ciento de familiares confiesa sentir o haber sentido odio hacia los hechores.

Miedo. Ya a lo largo del trabajo de campo se constató que el 10 por ciento de los familiares mapunches y el 20 por ciento de los hispanochilenos no deseaba hablar del tema por el miedo a las consecuencias (7 personas) porque desconfiaban de los entrevistadores (2) o por ser excesivamente doloroso (2). A este grupo excluido hay que añadir, en el otro extremo, el de los que rechazan participar porque lo consideran inútil y por la rabia y la frustración derivadas de la impunidad y las promesas incumplidas de búsqueda de restos y de sanción a los hechores (4). Dado que estamos ante personas que rechazaron la entrevista precisamente por su grado de afectación psicológica, social o cultural a raíz de los hechos estudiados los datos finales que se han ofrecido constituyen, probablemente, una estimación conservadora de la realidad. Sin tener en cuenta a los que desde el principio no quisieron participar precisamente por esa causa, el miedo, presente en el 60% de los familiares en los meses inmediatamente posteriores a la desaparición, aún se manifiesta hoy en día en cerca del 20% de los familiares.

Silencio y resignación. La manifestación más clara de la actitud colectiva en ambas etnias es la expresión que ha obtenido un mayor consenso, muy por encima de cualquier otra: La gente sabe, pero no quiere decir. Nueve de cada diez familiares comparten esta opinión: se sabe lo que ocurrió, se sabe quienes fueron, pero la mayoría de la gente no quiere hablar de estos temas..

Se opta por la resignación (44% de hispanochilenos y 57.9% de mapunches), el silencio como estrategia adaptativa (cerca del 60% en ambas etnias) e intentar hacerse notar lo menos posible y decir sí (44% de hispanochilenos y 68% de mapunches). Más de la mitad de los familiares en ambas etnias piensan que jamás va a haber justicia y de los que piensan que aún ésta es posible, buena parte lo hace refiriéndose a la justicia divina.

Todos los datos de los modos de afrontamiento individual convergen en la misma dirección. En nuestro estudio se muestra que tanto en mapunches como en no mapunches predominó la tendencia a usar estrategias no confrontativas: trabajar más para no pensar, negar la posibilidad de la muerte y mantener una actitud de espera, negar la militancia del desaparecido en aquellos casos en que la hubo etc.. En la misma línea apunta el hecho de que no hubiera ni un solo caso de represalia o venganza de una ejecución o una desaparición pese a que los victimarios vivieran en la mayoría de ocasiones en la propia comunidad y fueran conocidos de todos.

Sólo un 18% de hispanochilenos y un 36% de mapunches afirman que a raíz de lo ocurrido desean seguir el compromiso y las ideas de la víctima, aunque aproximadamente el 50% reconoce sentir admiración hacia el desaparecido.

Un ejemplo paradigmático de las repercusiones de la represión más allá de las víctimas directas y de los cambios provocados en la sociedad desde una perspectiva histórica es el hecho de que el 58% de los familiares no mapunches y el 40% de los mapunches consideren que jamás dejarían que sus hijos realizaran actividades que tuvieran connotaciones políticas.. Frente a lo percibido en otros momentos de la historia del país, más de la mitad de los familiares de desaparecidos consideran que meterse en política sólo lleva a ser engañado y utilizado. Esto no tiene que ver con una visión post-moderna de la sociedad contemporánea -porque sólo un 28 por ciento de hispanochilenos y un 15 por ciento de mapunches cree que las ideologías políticas han muerto- sino con una percepción de lo publico y social como algo ajeno y distante de lo que no es posible participar sin salir dañado.

En una sociedad tradicionalmente tan legalista como la chilena el 40 por ciento de los familiares de ambas etnias llegan a manifestar que ya no confían en la legalidad ni en el Estado.

El apoyo social. ¿Funcionaron las redes de apoyo social?. No parece que fuera así. La abrumadora mayoría de los familiares en ambas etnias recuerdan no haber tenido con quien compartir lo que les ocurría. Aunque siempre hubo una persona a la que poder contar las cosas en alguna ocasión - en general la madre, o una hija mayor- la persona ocultaba lo ocurrido a los vecinos, a los amigos o a los compañeros de la escuela o del trabajo. Más de la cuarta parte de familiares refieren que no sólo hubo vacío, sino que recuerdan expresiones de desprecio, de rechazo o de humillación, reflejado en expresiones del tipo: 'Eso le pasa por comunista', 'Algo haría para que se lo llevaran o similares. Las actitudes de humillación y rechazo son el doble de frecuentes entre los hispanochilenos (53.8 frente al 27.7 por ciento), aunque los hubo en ambas culturas. En el caso mapunche este tipo de situaciones tendría que ver con la historia del asentamiento de las familias. Este hecho tiene un peso muy importante y configura la escala de prestigio que opera entre los linajes y/o troncos colocando a unos por encima de otros. Recogimos incluso algunos testimonios de familiares que acusaron a los demás miembros de la comunidad de intentar sacar ventaja de su situación, por ejemplo rematando a un precio muy debajo del real las casas, tierras o animales del desaparecido. Profundizando en este tipo de situaciones pudimos observar cómo casi siempre obedecían, en el ámbito rural, a conflictos preexistentes a la desaparición

El hecho de que el miedo fuera compartido por todos es lo que permite que aparezcan algunas expresiones de justificación del vacío en las respuestas de apoyo.

Los cuerpos. Tema especialmente complejo es el de la búsqueda de restos y la importancia de éstos para el proceso personal de duelo. El estudio muestra que la búsqueda efectiva se realizó sólo durante los primeros meses y no por todos los familiares. Con posterioridad hubo una tendencia a delegar dicha tarea en las Agrupaciones de Familiares y grupos de Derechos Humanos. La relación de éstos con la Corporación Nacional de Reparación no fue fácil por las propias normas internas de funcionamiento de ésta. A juzgar por los datos, no parece que en este momento haya diferencias en los procesos de duelo entre aquellos familiares que encontraron los cuerpos respecto de los que no. Con el paso de los años poder hallar los restos ha perdido su valor confirmatorio de la muerte y los familiares han ido buscando otras formas de cerrar heridas.

El 27 por ciento de familiares hispanochilenos y el 36 de mapunches se identifican con la expresión: Prefiero no saber lo que pasó. ¿Para qué remover nada?. Este hecho junto a otros muchos factores, es probablemente responsable de la escasa beligerancia mostrada por el conjunto de familiares en el proceso de búsqueda de restos, excepción hecha de los que estaban organizados en alguna de las Agrupaciones, que fueron minoría.

Este dato no puede analizarse sin tener en cuenta que en tres de cada cuatro familias el desaparecido era la fuente principal de recursos económicos y los familiares quedaron en una situación económica difícil que ponía a la supervivencia en el primer plano. Una tercera parte de las familias se dispersaron, con un exilio que fue, esencialmente económico, hacia Santiago y la vecina ciudad argentina de Neuquén. El 57.4% de los familiares hispanochilenos considera que se quebraron sus proyectos vitales durante años. La mayoría de ellos, un 44.3%, piensa que las repercusiones sobre sus proyectos de vida (estudios, desarrollo profesional...) aún se mantienen hoy en día. En el mundo mapunche, sobretodo el rural, las repercusiones son menores y la vida cambia menos.

Las familias. Se ha escrito mucho sobre los patrones disfuncionantes que pueden aparecer entre las familias de los desaparecidos: familias rigidas en que los hijos difícilmente pueden separarse de la madre, pactos de silencio resueltos con una persona enferma dentro del grupo, falsa unión por la incapacidad de hablar los conflictos por no traicionar al ausente etc.. Nuestro estudio muestra como en realidad todos estos patrones aparecen raramente. Se trata de descripciones realizadas a partir de estudios clínicos, pero que no son refrendados por un trabajo de base comunitaria como el nuestro. Ahora bien, es preciso reconocer que, en los casos en que aparecieron problemas de este tipo (aproximadamente una de cada diez familias), las situaciones generadas revestían una enorme complejidad y un importante sufrimiento psicológico para los miembros que justificaron algún tipo de apoyo externo.

Los procesos de duelo no fueron fáciles. Los familiares recuerdan haber llorado a su familiar pese a que la tercera parte sintiera en algún momento que hacerlo era una humillación o que cerca de la mitad percibiera que las manifestaciones de dolor pudieran ser peligrosas, especialmente durante los primeros meses. Hay un rechazo amplio y generalizado de los familiares a las expresiones del tipo A los muertos no se les llora, se les imita u otras que pudieran indicar que había que convertir las muertes en estímulos de lucha o reivindicación o que ésta retrasara la confrontación con los hechos y permitiera aplazar el dolor. Si esto ocurrió fue, generalmente, por las dificultades económicas en que quedaron los familiares.

La desaparición (o la ejecución sin entrega de restos) deja abierto el espacio de la duda y durante algunos años la viuda o los hijos viven en un estado de transitoriedad en el que no pueden tomarse decisiones. Tanto en familiares mapunches como hispanochilenos se espera durante años el retorno del familiar. En algunos casos esto lleva a que el ausente se convierta en alguien de quien no se habla, pero está siempre presente y va adquiriendo características míticas: su figura es incuestionable, no tenía defectos. Esa misma tendencia a mantener un recuerdo positivo se manifiesta cuando sólo uno de cada nueve familiares expresó algún tipo de resentimiento hacia el desaparecido por haber sido inconsciente y haberse puesto él o a los demás en peligro o por haber dejado a la familia en una situación precaria. Se habla (sobretodo entre los no mapunches) con el desaparecido, se le comentan las dificultades y en casi la cuarta parte de los casos se le pide consejo o protección desde allí donde se encuentre, aceptando con ello implícitamente el hecho de su muerte. Este tipo de conversaciones simbólicas son exclusivas del duelo hispanochileno o de mapunches urbanos. En la misma línea, cerca del 50 por ciento de los familiares hispanochilenos recuerda haber sentido en algún momento deseos de morir para reencontrarse con el ausente, algo que prácticamente no aparece entre los familiares de origen mapunche entre quienes el concepto de la muerte y del viaje que sucede tras ésta dan menos sentido a estas ideas.

La tristeza. Tanto en chilenos como en mapunches la tristeza fue la causa más frecuente de malestar psicológico durante el duelo. Hoy en día aún más de la mitad de los familiares de ambas etnias reconoce que lloran cuando le vienen recuerdos de lo ocurrido, y en el 30 por ciento de mapunches y 39 por ciento de no mapunches hay una sensación de pena que en cualquier momento puede aparecer. Para definirlo hemos hablado de una alegría condicional porque si bien se alcanzan equilibrios, las conmemoraciones, ciertos momentos especiales o hechos políticos relevantes despiertan de nuevo esa pena honda. La mayoría de las entrevistas realizadas tuvieron una intensísima carga emocional . Hubo muchas lágrimas acompañando los testimonios. Una de las cuestiones sobre la que no nos cabe ninguna duda a los autores del trabajo, es que muchas heridas están frágilmente cerradas pese a tantos años y que el silencio y la falta de apoyo social han enterrado hechos y sentimientos bajo una pátina que no resiste un rato de conversación. La tristeza está latente. La memoria permanece. Apenas un 15 por ciento de familiares considera que con el paso del tiempo ha ido olvidando cosas.

El distanciamiento emocional. Esta percepción subjetiva de memoria no tiene por qué coincidir necesariamente con la realidad y con frecuencia aparece una distorsión del recuerdo que permite alejarse de los hechos más conflictivos y establecer una distancia emocional. Así,. la quinta parte de los familiares en una y otra etnia niega la militancia política o social del desaparecido en aquellos casos en que el familiar ha recibido constancia oficial de que la hubo. En otras - alrededor de uno de cada diez familiares - es la propia muerte la que se niega aún teniendo evidencias y testimonios de ello.

Pero estas estrategias no siempre impiden el sufrimiento individual. Han aparecido imágenes traumáticas (flashbacks) que se han repetido a lo largo de los años (alrededor del 35 por ciento de familiares en cada cultura), reacciones de alarma exagerada, pesadillas y despertar por la noche (alrededor del 15 por ciento en ambas etnias) y en algunos casos falsos reconocimientos, creyendo ver en algún mendigo o transeúnte al familiar desaparecido. Todo este tipo de situaciones no es relatada espontáneamente por los familiares, y sólo aparece al ser preguntada la persona de modo específico. Tomadas una a una, llaman más la atención las similitudes que las diferencias entre ambas culturas.

Las culpas. No ocurre así con las vivencias de culpa. Si bien son raros los remordimientos por haber logrado sobrevivir o el dolor por haber tenido dificultades en la relación con el desaparecido en los meses anteriores a los hechos, sí que aparecen, sin embargo, con frecuencia, sentimientos de culpa por pensar que no se hizo todo lo posible por evitar lo que ocurrió. Estos sentimientos son mucho más evidentes entre la población mapunche ((10 por ciento frente a 31.9) y tienen que ver con la actitud de muchos familiares indígenas que en lugar de ir a reclamar y preguntar de inmediato tendieron a esperar el curso de los acontecimientos. Entre los no mapunches aparecen, en cambio, en algunos casos, vivencias de culpa por tener una nueva pareja y haber rehecho la vida.


En el ámbito sociocultural y en especial en lo que se refiere al comportamiento de los familiares mapunches, el estudio validó el reconocimiento de formas específicas de reaccionar.

Quizás el hallazgo más significativo fue constatar que las autoridades tradicionales mapunches se mantuvieron al margen de los hechos represivos no pronunciándose sobre ellos ni brindando un especial apoyo a las víctimas o los familiares supervivientes. Logkos y machis se inhibieron del tema, en parte por la propia división interna del mundo mapunche, que impedía algún tipo de respuesta colectiva, en parte por considerar que se trataba de una disputa entre wingkas, es decir, ajena al mundo mapunche, y que de resultar afectado algún mapunche lo sería por haberse acercado demasiado a la otra cultura y haber abandonado la propia. Si como resultado de haberse implicado en partidos políticos o haber participado en asentamientos o tomas de tierras -hechos todos ellos del mundo no mapunche- la persona resultaba muerta o desaparecida, se trataba de la consecuencia de su error.

Tanto en familiares mapunches como no mapunches la familia extensa dio muy poco apoyo a los familiares de los desaparecidos. Existen múltiples motivaciones para ello. En el mundo hispanochileno el miedo como factor principal, agregado a las diferencias ideológicas, la difícil situación económica y la propia tendencia al ocultamiento de los familiares directos implicados. En el mundo mapunche habría que agregar además, las diferencias preexistentes por temas de tierras, ganado o jerarquía social y lo ya citado respecto al aislamiento de aquellas personas que se habían alejado excesivamente de la comunidad para relacionarse con el mundo wingka.

En la sociedad mapunche tradicional había una fuerte unión mantenida, por un lado, por la importancia de los vínculos familiares y por otro, por el respeto estricto de las normas del derecho tradicional transmitidas de generación en generación por tradición oral. La desestructuración cultural parece estar llevando a la pérdida de algunos de estos patrones de respuesta. Sólo la familia nuclear se apoyó entre sí para sobrevivir a las dificultades económicas y para darse apoyo mutuo.

Este hallazgo lo interpretamos en el marco de la historia global de las relaciones interétnicas mapunche - no mapunche.

Las observaciones muestran, en cambio, que si bien la perspectiva de comunidad mapunche no ha desaparecido en tanto todos se reconocen formando parte de una misma sangre y pueden retomar el estilo de relaciones tradicionales, fundamentalmente para reactivar el mundo ceremonial cuando las condiciones lo permiten, prevalecen en el contexto de las reducciones tanto las diferenciaciones ancestrales como aquellas provenientes de conflictos por la distribución de la tierra y, fundamentalmente, el modo de asumir la identidad étnica y las relaciones con el mundo wingka.

El tipo de respuesta muestra, al menos en el ámbito de las comunidades, la tensión entre, por un lado, la exigencia de equilibrio y de no-ruptura de las normas comunitarias de reciprocidad, y la tendencia a que cada persona debe hacerse responsable de sí misma desde pequeña y no esperar de los demás la solución de sus problemas.

El estudio constató, así mismo, que entre los mapunches predominó la tendencia a esperar el desarrollo de los acontecimientos. La búsqueda del familiar detenido resultó condicionada directamente por la situación social y personal del sujeto. Vimos, así, que mientras la mayoría de la población hispanochilena acudió a reclamar a su familiar al lugar de detención, no ocurrió así en el ámbito mapunche, predominando una tendencia a esperar. En ello pueden jugar dos factores: por un lado el que el reclamo debiera realizarse en instancias y autoridades en ocasiones lejanas geográficamente y ajenas a la cultura, y a las dificultades, por tanto, de tipo sociocultural y de clase. Pero además, debe aceptarse, en segundo lugar, una tendencia contemplativa dentro del comportamiento de las personas, de un estilo reflexivo, en el que se evalúan los acontecimientos y se espera la perspectiva y el desarrollo posterior.

La respuesta específicamente mapunche se apreció también claramente en las atribuciones de causalidad. Numerosos testimonios atribuyen el fenómeno de la represión a la envidia. Pero en la sociedad mapunche de los noventa se manejan dos modelos de explicación de los hechos. Por un lado las interpretaciones que da la cultura y que seguirán buscando el origen último de las desgracias en la transgresión de las normas y en el mal, y por otra las interpretaciones particulares determinadas por los partidos y las ideologías. En nuestro estudio puede observarse como aunque la mitad de los mapunches entienden que la desaparición del familiar se debió a la denuncia de alguien que les tenía envidia o a un error, entre un treinta y un cuarenta por ciento de chilenos también considera que su familiar no habría muerto de no mediar la intervención de algún vecino o conocido. Tanto hispanochilenos como mapunches se mueven en los dos planos de causalidad, pero mientras los primeros dan más importancia al contexto político global, y los factores de denuncia o ajuste de cuentas local sólo actúan como precipitantes, en los mapunches serían las relaciones dentro de la comunidad las importantes para explicar la muerte o la desaparición, siendo el contexto global un factor circunstancial. No encontramos ninguna familia mapunche que diera una explicación basada puramente en la transgresión de normas y en que ello acarreara el mal a la familia. Tenemos, en cambio, numerosos testimonios del modo en que la Dictadura jugó con los factores locales para provocar el enfrentamiento, las denuncias y el aislamiento y de cómo los factores étnicos jugaron, una vez más, en perjuicio de los mapunches a la hora de la depuración moral y de la usurpación que se realizó en algunas regiones de la Araucanía.

Pudo constatarse, en suma, que la respuesta predominante fue más bien individual y no comunitaria, lo que reflejaría la prevalencia de las normas más tradicionales de relaciones sociales, en lo que concierne a las interétnicas y- la diversidad interna dentro de las comunidades.

Una tercera línea de resultados tiene que ver con el hecho de que los familiares optaron por una estrategia de transformación e integración del enemigo en lugar de confrontación. Esta integración se produjo, sobretodo, por la vía religiosa. El proceso represivo no llevó, así, a un refuerzo de la identidad mapunche, sino que coincide en el tiempo con un proceso de conversión generalizada al culto evangélico. El proceso mismo de conversión religiosa no es materia de este estudio, pero es evidente que afectó al modo como se comprende y afronta el proceso represivo, así como al modo de vivir la identidad étnica.

Finalmente, otra manera indudable de expresión mapunche en los hechos estudiados es el que concierne al mundo simbólico y trascendente a través de los sueños, tanto de la población directamente involucrada en los hechos represivos como en sus familiares. Aproximadamente la quinta parte de mapunches explican que el desaparecido o ejecutado tuvo un aviso o una premonición de que algo malo iba a pasar y lo compartió con su familia. Hubo tres tipos de avisos :

a. Sensaciones poco habituales en el cuerpo, especialmente latidos musculares y tiritar de piernas. Esto se manifiesta en la persona a la que le va a ocurrir la desgracia o personas con una característica especial, especialmente "sensibles" y más susceptibles de ser afectados por los fenómenos naturales que el resto.

b. Premoniciones mediante animales simbólicos. La aparición de una culebra con pelos en la espalda o culebrón fue otro signo premonitorio de peligro. Peligroso no significa necesariamente dañino sino imprevisible.

c. Premoniciones mediante sueños. Se reconocieron dos clases:

b.1 Sueños directos del propio afectado o de un familiar en que se ve lo que va a ocurrir.

b.2 Sueños que anuncian mediante elementos simbólicos que algo le va a suceder al sujeto o a un miembro de la familia.

En algunos casos estos avisos permitieron a la persona estar alerta y evitar el peligro durante un tiempo. En otros no fue así. Dado que no hablamos con gente sobreviviente, no podemos saber exactamente cual es la vigencia de las premoniciones en el mundo mapunche y cuanta gente pudo salvar su vida gracias a ellas.

Los hallazgos anteriores permiten entonces advertir que pese a las condiciones impuestas por el acercamiento metodológico predominantemente eurooccidental y positivo, fue posible constatar la vigencia del contexto cultural y social indígena mapunche. Esta afirmación es particularmente importante si se considera que la población involucrada directamente en los hechos represivos puede no ser la más representativa del mundo mapunche tradicional. Los datos en cambio señalan que, tanto estas personas como sus familiares adscriben en mayor o menos medida al tronco cultural indígena.

Una perspectiva distinta requeriría aproximarse al contexto de vida propio de este pueblo y relacionar su participación en los hechos represivos respecto de su propia historia de confrontaciones con el mundo wingka. Y aquí surge otro aspecto a tomar en cuenta en estas consideraciones finales: ¿se hizo presente para el sector mapunche una doble represión?. El estudio permite una respuesta indicativa de que la represión instaurada por el gobierno militar constituyó un canal más de expresión de las condiciones socioculturales imperantes, que incluyen prejuicios y desvalorización del mundo indígena.

Este conjunto de conclusiones debe contrastarse con otros estudios similares. De los pocos trabajos conocidos destaca el de uno de los consultores de esta investigación, (Morales, 1992, 1996) quien coincide con este texto en señalar la especificidad de la respuesta mapunche ante los hechos represivos. Significativas podrían ser las diferencias interpretativas respecto a si esta especificidad descansa en la recurrencia de factores estrictamente culturales, de los sociales derivados del campo de las relaciones intrasociales y/o interétnicas o de ambos tipos de factores. Desde luego, consideramos que el planteamiento mismo de este problema supone estudios en diversos campos desde la interdisciplina, de tal modo que constituye un desafío pendiente. Lo interesante, en todo caso, es contar con una metodología explícita que permita desvirtuar mitos o presunciones que tienden a confundir planos de la realidad mezclando los factores intervinientes en las observaciones con las motivaciones propias de los equipos de investigación.

En el campo de los Derechos Humanos esta posibilidad está abierta porque existen antecedentes que avalan la interpretación de que "poco se pudo hacer" o de que "no hay posibilidad de romper el círculo de los poderes hegemónicos".


La perspectiva reparadora y de los Derechos Humanos.

Aunque tardío, el Decreto Supremo n° 355 del 25/04/1990 que crea la Comisión de Verdad y Reconciliación demuestra que había conciencia por parte del Estado del daño causado durante la dictadura militar en materia de violación a los Derechos Humanos. Pero en este documento subyace, una vez más, una concepción unívoca de la sociedad que no considera los componentes étnicos. En la creación de la Comisión no se contempla la participación de miembros que no sean de la etnia mayoritaria, ni el análisis específico del carácter de la represión en este grupo.

Esta concepción monocultural también se aprecia en la Ley # 19.123 que, en virtud de las recomendaciones emanadas por la comisión, crea la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación.

Sin una perspectiva intercultural difícilmente puede cumplir la Corporación las tareas consignadas en el artículo 2, inciso 6 de la Ley : 'formular proposiciones para la consolidación de una cultura de respeto de los derechos humanos en el país'.

Al ser definida la Corporación de este modo nos estamos situando además en el marco de la actual legislación indígena, ley nª 19252, surgida para la 'Protección, Fomento y Desarrollo de los Indígenas'. Especialmente relevantes resultan los artículos 1º, 7º y 28º. El artículo 1º establece el reconocimiento que el Estado hace de los indígenas de Chile como descendientes de las agrupaciones precolombinas, siendo la mapunche una de las principales etnias de Chile. Este reconocimiento arranca, a su vez, de la concepción de que estas etnias conforman 'una parte de las raíces de la nación chilena'. En el artículo 7º el Estado reconoce además el derecho de los indígenas a 'mantener y desarrollar sus propias manifestaciones culturales dentro del marco de la concepción cultural nacional'. Es importante señalar que el Estado, por primera vez, considera la discriminación manifiesta o intencionada de los indígenas como una falta que será sancionada (art 8º). Estos artículos se amplían en el 28, dedicado íntegramente al reconocimiento, respeto y protección de las culturas indígenas.

La Ley Indígena supone un avance para el pueblo mapunche, pero tiene graves defectos. No compensa el hecho que la Constitución chilena no reconozca la pluralidad étnica del país ni la cooficialidad de todas las lenguas que se hablan en el mismo. Al definir las áreas de desarrollo indígena, excluye la perspectiva indígena de cómo entender el desarrollo sobre una base territorial y es poco respetuosa con las estructuras tradicionales de poder mapunche. Al crear la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) como organismo intermediario entre el Estado y el pueblo mapunche, con personal funcionario designado exclusivamente desde el gobierno, la perspectiva indígena se dificulta en su nivel de participación. Las consideraciones anteriores se evidencian en las demandas expresadas por líderes tradicionales, grupos locales y organizaciones, las que se relacionan con la lengua, la educación y formas de socialización en general, las relaciones parentales, las actividades socioeconómicas o de su cosmovisión. Entendemos que estas demandas, a su vez, se vinculan con el movimiento que está promoviendo la Declaración de Derechos Internacionales de los Pueblos Indígenas, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas y que, a su vez, deriva de la Agenda 21 lograda en Río de Janeiro en 1993.

Por otra parte la Ley de Reparación fue pensada como un importante elemento rehabilitador desde un punto de vista psicosocial. El trabajo puso de manifiesto sus limitaciones en varios aspectos: primaron las formas de compensación económica a las víctimas y esto provocó dificultades en algunas familias y comunidades; se consideró suficientemente reparador recoger en el informe los hechos (la Verdad, en terminología de la Comisión), sin los nombres de los victimarios ni de los responsables, y sin realizar procesos judiciales excepto en casos determinados de asesinatos de menores o asesinatos posteriores a la ley de amnistía. Se consideró reparador la realización de monumentos conmemorativos a los desaparecidos y ejecutados, etc., sin considerar otras posibles formas más acordes con las culturas nacionales. Agregado a ello está el hecho que la Ley de Reparación no consideró el factor étnico.

Queda mucho por recorrer en Chile en el campo de los derechos humanos y del reconocimiento de los derechos indígenas. Queda mucho por recorrer entre la gente mapunche en su camino de reflexión interna sobre los procesos históricos y sociales que han vivido y están viviendo y el modo en que puede aprenderse del pasado para intentar avanzar como pueblo en el futuro.

Y queda mucho por avanzar, entre unos y otros, en el camino del diálogo y el intercambio entre pares, en un proyecto de sociedad que mejore las características de la prevalente..

Por estas vías queremos invitar a caminar. [volver]


Bibliografía

(A) Lira, E.: "Guerra Psicológica: intervención política de la subjetividad colectiva." En Martín- Baró, I. (ed): "Psicología social de la guerra". UCA Editores. San Salvador. 1990.(pp 137-158).

(B) Lira, E.: "Psicología del miedo y conducta colectiva en Chile". En Martín-Baró, I. (ed): "Psicología social de la guerra". UCA Editores. San Salvador. 1990 (pp 175-196)



Citar como: Durán Pérez, Teresa et al. Muerte y Desaparición Forzada en la Araucanía: Una Aproximación Étnica KO'AGA ROÑE'ETA se.x (2000) - http://www.derechos.org/koaga/x/mapuches/

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