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19abr15

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Cómo evitar una guerra nuclear


Estamos inmersos en un clima estratégico cada vez más peligroso. La crisis en Ucrania amenaza la estabilidad de las relaciones entre Rusia y Occidente y esto afecta también al ámbito nuclear, como quedó patente el mes pasado cuando se supo que, durante la crisis del año anterior en Crimea, oficiales de defensa rusos aconsejaron al presidente Vladimir V. Putin que considerara poner en alerta el arsenal nuclear ruso.

Los esfuerzos diplomáticos no han contribuido mucho a apaciguar la tensión nuclear. Es por lo que resulta aún más crucial el diálogo entre Rusia y Estados Unidos de cara a aliviar la presión derivada de tener que optar entre "emplear o perder" fuerzas nucleares en situaciones de crisis y minimizar el riesgo de lanzamientos erróneos.

Lo cierto es que seguimos viviendo bajo la doctrina del ataque nuclear de la guerra fría, la cual dictaba tres opciones estratégicas: primer ataque, lanzamiento a la alerta y segundo ataque (posterior ataque en represalia). En tanto en cuanto la arquitectura de lo que se conoce como "destrucción mutua asegurada" permanezca intacta, no hay nada que indique que Rusia y Estados Unidos hayan descartado estas opciones.

Para ambos, la decisión de lanzamiento a la alerta- consistente en un intento de disparar los misiles nucleares propios antes de que sean destruídos- se tomaría sobre la base de la información suministrada por satélites de alerta temprana y radares terrestres. Como el tiempo de vuelo de los misiles estratégicos oscila entre 15 y 30 minutos, la decisión de lanzamiento tras una alerta de ataque aparente ha de tomarse en pocos minutos.

Éste es por tanto el escenario más arriesgado, ya que una mera provocación o un disfuncionamiento pueden desencadecar una catástrofe global. La probabilidad de este tipo de error se ha minimizado desde que se pusieron en marcha sistemas de información informatizados. No obstante, con la aparición de la amenaza cibernética ha aumentado el riesgo de falsas alertas en los sistemas de alerta temprana. No puede descartarse la posibilidad de error.

Con frecuencia, los oficiales estadounidenses han restado importancia a la opción de lanzamiento a la alerta. En su lugar, han defendido las ventajas de la represalia post-ataque, que permitiría disponer de más tiempo para analizar la situación y tomar una decisión inteligente. Ni la Unión Soviética ni la actual Rusia han declarado nunca explicítamente que seguirían una estrategia similar. Aún así, el énfasis puesto en lanzadores de misiles portátiles y submarinos estratégicos sigue denotando una confianza similar en la capacidad de absorber un ataque y responder con otros ataques en represalia.

No obstante, los sistemas de alerta temprana rusos están hoy en situación comprometida. El último de los satélites que en el pasado habría detectado lanzamientos de misiles desde el suelo americano y desde submarinos dejó de funcionar el otoño pasado. Este hecho pone en entredicho la capacidad rusa de atacar mediante lanzamientos a la alerta.

En parte para compensar por la pérdida de su sistema de alerta espacial, Rusia ha desplegado unidades de radar prefabricadas que pueden ser instaladas rápidamente a lo largo de sus fronteras. Algunas de estas unidades ya están operativas; otras están aún en fase de prueba. A diferencia de las redes satelitales, los radares pueden suministrar información precisa sobre el alcance y el objetivo de un ataque de misiles, si bien sólo una vez que el misil en cuestión ha penetrado en las cercanías del radar, lo que muy probablemente sucedería entre 10 y 15 minutos después del lanzamiento.

La ventaja del radar es que aporta más información. La desventaja de tener que esperar es que esto disminuye el tiempo de decisión de lanzamiento a la alerta, lo que, a su vez, aumenta el riesgo de represalias por error. Si se tratara de un misil submarino lanzado desde el Mar de Noruega, la red de radares rusos daría solamente 10 minutos para responder a quienes toman este tipo de decisiones. Los sistemas de alerta temprana americanos se supone que dan el doble de tiempo.

Sin duda alguna, para ambas partes los tiempos de decisión son muy reducidos y la probabilidad de tomar decisiones irreflexivas es muy real. El lanzamiento a la alerta genera un enorme estrés para las cadenas de mando nuclear de los dos países.

Teóricamente, ningún jefe de estado sensato autorizaría un lanzamiento a la alerta sobre la base de que sólo un misil, o un pequeño número de ellos, está de camino, partiendo de la hipótesis de que no se trata de un ataque intencional y a gran escala. A pesar de todo, la doctrina del lanzamiento a la alerta sigue vigente tanto en Rusia como en Estados Unidos, lo que hace que el riesgo de error cataclísmico, por pequeño que sea, subsista.

El riesgo ha de alentar a los presidentes de Rusia y Estados Unidos a tomar la decisión conjunta de eliminar el concepto de lanzamiento a la alerta de sus respectivas estrategias nucleares. Deben reinstaurar el diálogo militar bilateral, suspendido con motivo de la crisis en Ucrania, para perseguir este objetivo de renuncia como prioridad urgente. (Una decisión conjunta en este sentido no desestabilizaría la disuasión nuclear: ambos países están en posesión de fuerzas nucleares concebidas para resistir un primer ataque y garantizar la represalia).

Para reforzar este acuerdo, ambos países debieran abstenerse de realizar ejercicios militares que impliquen entrenamiento en lanzamiento de misiles sobre la base de información obtenida mediante sistemas de alerta temprana. Esta contención, aunque no pueda aún ser verificada del todo, representaría una valiosa contribución a la estabilidad estratégica, y, por supuesto, de cara a la prevención de una guerra nuclear desatada por descuido. Esto constituiría un paso positivo con vistas a la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación que las Naciones Unidas celebrarán este mes.

Las medidas de verificación específicas podrán venir después, una vez restablecidas las relaciones ruso-americanas. La puesta en marcha, desde el punto de vista técnico, de la decisión de abandonar el concepto de lanzamiento a la alerta recaería en el marco del nuevo tratado START. Una reducción progresiva de la disponibilidad operacional de las fuerzas nucleares estratégicas daría más margen de tiempo, y por tanto más seguridad, en la toma de decisiones.

La probabilidad de error técnico y humano en los sistemas de control aumenta en momentos de tensión exacerbada y de tiempos de decisión reducidos. El lanzamiento a la alerta es una reliquia de la estrategia de la Guerra Fría cuyo riesgo hoy sobrepasa con creces su beneficio. Nuestros dirigentes tienen que dialogar de manera urgente y, esperemos, ponerse de acuerdo para desechar un protocolo obsoleto antes de que estemos ante un error devastador.

James E. Cartwright, ex General del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, vicepresidente del Estado Mayor Conjunto y comandante del Mando Estratégico de los Estados Unidos, preside la Global Zero Commission on Nuclear Risk Reduction, a la que también pertenece Vladimir Dvorki, General de División (re) que ha dirigido el instituto de investigación de las Tropas de Misiles de Designación Estratégica de la Federación de Rusia.

[Fuente: Por James E. Cartwright y Vladimir Dvorkin, The New York Times, 19abr15. Traducción al español de la versión original en inglés realizada por el Equipo Nizkor]

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